jueves, 2 de abril de 2009

Reflexiones sobre el escenario global post-crisis

Si coincidimos con las predicciones más optimistas, entre las que se encuentra la del propio presidente de los EEUU Barak Obama, la recesión en los EEUU comenzaría a revertirse lenta y gradualmente a fines del presente año, o a más tardar en el primer trimestre del 2010. Algunos indicadores referidos al sector inmobiliario (el más significativo: el repuente de la venta de casas nuevas y usadas en febrero) que ha constituido el detonante de esta crisis y la incipiente recuperación del mercado de capitales en las últimas semanas (un incremento de casi 10% del Down en marzo) han encendido alguna lucecita al final del túnel. Pensemos que el conjunto de esfuerzos que ha realizado el gobierno de USA (El Troubled Asset Relief Program - TARP, varias y cuantiosas inyecciones de liquidez de la FED al sistema financiero, la doble capitalización de AIG, las ayudas a la industria automotriz, el último anuncio de compra de bonos del Tesoro por parte de la FED y últimamente la compra de activos tóxicos a través del Public Private Partnereship Program- PPPIP). Según Bloomberg, el monto de los recursos financieros comprometidos en estas acciones de la FED y el Gobierno norteamericano asciende a la fecha a 12.8 billones de dólares, una cifra equivalente al 90% de USA en el 2008. Claramente se esta realizando un esfuerzo inimaginable por reactivar el mercado de crédito, reanimar el mercado inmobiliario, mitigar los daños en la economía real, reactivar el consumo y restablecer la confianza en el mercado de capitales.
Esta predicción, con incipientes fundamentos, sobre la reversión de una crisis que se inició en el epicentro del sistema capitalista mundial, también refiere a que los EEUU liderarían la gradual recuperación del sistema financiero y de la economía y el comercio a nivel global. La velocidad y la intensidad con que esta recuperación se trasladaría al resto de los países desarrollados y a las economías emergentes, constituye un gran signo de interrogación. Sólo podemos decir que el ritmo de esta expansión será mucho más lento que el ritmo al que se difundió la crisis; también podemos predecir con bastante certeza que será marcadamente desigual en cada continente y en cada país, ya que dependiendo del daño generado por la “ola” recesiva, sobre la estructura productiva y fundamentalmente sobre el volumen y la composición del comercio exterior, dependerá el grado y el plazo de la recuperación.

Es un hecho verificable que los países con un sector financiero más desarrollado y globalizado son los que han recibido el mayor impacto en términos de destrucción de riqueza; los siguen los países en vías de desarrollo con un mayor nivel de industrialización, apertura, y mayor proporción de bienes industriales en la estructura de sus exportaciones; por último parecería que el daño, hasta el presente, es menor en aquellos países con un sector financiero nacional u estatal más desarrollado y cuya economía y exportaciones están dominadas por bienes primarios, fundamentalmente alimentos.

Una incógnita que aquí queda formulada es si esta categorización ordenaría en igual sentido la globalización de la recuperación. Sobre lo que si parece haber coincidencia es sobre la recuperación, mas allá de su verificación en los EEUU, constituirá un proceso desigual y traumático, de cuya extensión en el tiempo hoy nadie arriesga pronósticos, y que para muchos países puede ser muy larga y dolorosa.
Más allá de las diversas opiniones sobre el grado de profundidad de la crisis y del inicio y el ritmo de la recuperación, es indudable que al final de la misma, o quizás en algún punto intermedio, nos encontraremos con un mundo económicamente, geopolíticamente y socialmente muy diverso al que caracterizó al año 2007 y gran parte del 2008. Pretendemos en este artículo iniciar una REFLEXIÓN INTERACTIVA en torno a como será ese nuevo mundo a partir de interpretar y articular información que nos llega como una cascada diaria de noticias puntuales, muchas veces contradictorias, y fundamentalmente desconectas. Nos aventuraremos a predecir aquí que los rasgos más salientes, o evidentes de este nuevo contexto global en que nos tocara vivir y actuar, quizás por muchos años, dado el impacto y los efectos de la crisis conocidos a la fecha, podrían ser los siguientes:

1. El mundo se caracterizará por un nivel de pobreza mucho mayor, desconocido por nuestras generaciones. Estimaciones predicen para 2009 la perdida de 240 millones de empleos a nivel global. A la pobreza que se asocia al desempleo hay que adicionarle la profundización de los niveles de pobreza que ya caracterizaban a muchos países antes de la crisis (un tercio de la población mundial). Las consecuencias de este empobrecimiento global son impredecibles, el Presidente del Banco Mundial, habló recientemente de conflictos sociales de graves consecuencias, posibles cambios políticos y aventuró la frase “e incluso posibles guerras”. Yo resumiría diciendo que lo que si es seguro es que el mundo enfrentará graves problemas de gobernabilidad a escala país y a escala de instancias institucionales regionales y mundiales. Del inteligente y coordinado manejo de estos conflictos por parte de los lideres mundiales dependerá la contención del desborde social que traerá aparejado la crisis y cuyas consecuencias pueden ser aún peores que la propia crisis económica-financiera.

2. Se desmoronó el paradigma liberal “los mercados tienden a la autorregulación, fundamentalmente el financiero” cuya jerarquización a nivel de dogma, durante los 8 años de la Administración Bush, esta detrás de la precipitación de la crisis en EEUU y posteriormente en el resto del mundo. Más allá de los billones de dólares que han costado a los contribuyentes norteamericanos y europeos esta frivolidad liberal, hoy ya no quedan lideres políticos ni economistas prestigiosos que no adhieran a la opinión de que la presencia del Estado en la regulación de los mercados es no solo necesaria, sino imprescindible, fundamentalmente en relación al sistema financiero. Viviremos en un mundo con un “mejor Estado”, con mayor presencia en la defensa de los ciudadanos ante la ambición desmedida asociada a la concentración del ingreso y la riqueza. Un mundo con mayores y mejores regulaciones para evitar el uso indiscriminado de “abusos”, cada día tecnológicamente más sofisticados, para funcionalizar al consumidor y al mediano y pequeño ahorrista en la apropiación de un beneficio desmedido.

3. Si bien el mundo dejará atrás la recesión y tarde o temprano ingresaremos en una gradual y desigual recuperación- ya que no comparto el fin del capitalismo sino su formidable capacidad dialéctica de superar sus propias crisis -- por muchos años asistiremos a un nivel de actividad económica, aunque positivo, mucho más bajo que el que caracterizó las ultimas décadas, fundamentalmente en los países desarrollados y por ende en el resto del mundo. La propensión al consumo, y la confianza del consumidor, tendrán una reducción estructural significativa en EEUU. Los niveles precisos de consumo se habían exacerbado de tal forma, que los hogares norteamericanos estaban endeudados en un 120 % del PBI de EEUU. Es bueno recordar que en la década del 70, este guarismo llegaba al 47%. Claro ejemplo de la funcionalización del consumidor por parte del sistema financiero, centro del epicentro de la crisis. Yo establezco como hipótesis que dadas las nuevas regulaciones en la adquisición de riesgo, y las que surgirán, y un cambio cultural fuerte en la actitud del consumidor en relación a su propensión al ahorro, no se alcanzarán por mucho tiempo los niveles de consumo y endeudamiento precrisis. Esto quiere decir que presenciaremos en los próximos años una caída del nivel de actividad acorde con la caída del consumo, fundamentalmente en EEUU. Si tenemos en cuenta que el consumo interno es el 75% del PBI de EEUU y éste un tercio del producto mundial, esta caída de actividad estructural será global y más pronunciada para las economías más industrializadas, con un mercado interno reducido y más dependiente del comercio con EEUU. Tengamos en cuenta que recientemente el economista jefe de OCDE, Klaus Schmidt-Hebbel predijo para 2009 una caída del PBI en USA de 4%, de 4.1% en la eurozona, de 6% en Japón, y de 1.9 a nivel mundial (superior a la última estimación del Banco Mundial de 1.7); la gran diferencia la establece China con una predicción de crecimiento del 7%. También es destacable que la predicción para América Latina se ubica en una caída de 0.9%, dada su estructura productiva y los esfuerzos fiscales realizados en los últimos años. Pensemos que si estos niveles de caída del producto se verifican en el presente año, constituyen el “punto de partida” para la recuperación. Parece entonces obvio postular que recuperar los niveles precrisis será un proceso largo en cuanto a la actividad económica y más largo aún en cuanto a los niveles de empleo; salvo que estemos ante un proceso de ajuste global donde el mundo busque un nivel de equilibrio más bajo, relacionado al consumo de energía y al calentamiento global. Si así fuese, y hasta que no se encontrasen soluciones globales a dichos fenómenos, probablemente en décadas, ingresaríamos en un desplazamiento estructural descendente de la curva de crecimiento del consumo, la inversión y el producto global. Este período de transición traería consecuencias graves desde el punto de vista del empleo y gravísimas desde el punto de vista social. Pero aclaremos que estamos ante una hipótesis de largo plazo.

4. En el corto plazo viviremos en un mundo inundado de dólares. Las medidas anticrisis sumadas al déficit fiscal implícito en el Presupuesto presentado por la Administración Obama, implican para USA un déficit cercano al 9% de PBI, que posiblemente llegue al 10% a fines del 2009, si continúan los salvatajes financieros. Esto, en primera instancia traerá aparejado en los próximos años presión inflacionaria en USA, que se irá expresando con mayor vigor en la medida que avance la recuperación y se restablezca el crédito. Hoy existen a nivel global una definida preferencia por la liquidez, el ahorro y los activos soberanos, fundamentalmente bonos del Tesoro de USA, lo que contiene el efecto inflacionario de esa sobreoferta de dólares. Esta presión inflacionaria “competirá” en sus niveles de expresión con el grado de la recuperación y por ende con el nivel de actividad, de demanda y de oferta de bienes y servicios. El otro impactante efecto de este enorme déficit fiscal es lo que daré en llamar la tercera fase de la crisis (1.financiera, 2. economía real y nivel de empleo, 3. fiscal) y se deriva de la carga impositiva que recaerá sobre los contribuyentes norteamericanos y en menor medida sobre los europeos y japoneses. Cancelar este déficit, en gran parte heredado de la Administración anterior y acrecentado por las últimas medidas, llevará generaciones. Desde el punto de vista de nuestra preocupación central, cancelará, en el mejor de los casos, gran parte del impacto de la recuperación en la medida en que restará capacidad de consumo a los hogares que verán reducidos sus ingresos por una carga impositiva adicional y prolongada para reducir el déficit. Finalmente, existe el riesgo que este desequilibrio de la economía de USA, generado por el uso abusivo que le otorga al dólar la naturaleza de “patrón” monetario universal, atente contra la confianza y el riesgo país asociado a la economía norteamericana. Si esto sucediese podría reflejarse en el “desinfle” de una nueva “burbuja”: la “burbuja” de los bonos del Tesoro, lo cual traería aparejado un nuevo desastre financiero global. Roguemos que no ocurra. De todas maneras ya existen voces cuestionando al dólar como “patrón” y proponiendo alternativas como los Derechos Especiales de Giro (canasta de monedas), así lo proclamo el Premier Chino y el Presidente de Brasil.

5. A pesar de que la crisis surge en USA, por la irresponsabilidad del sistema bancario en la adquisición de riesgo asociado a las hipotecas subprime, y su posterior comercialización en el mercado de capitales “camufladas” en derivados de derivados, el activo de protección generalizado a nivel mundial son los bonos del Tesoro de USA. Esta paradoja, aunada a la internacionalización del sistema financiero, ha creado una profunda interrelación entre países, más allá de los sistemas políticos que los gobiernan. Allende de las tenencias atribuibles a individuos, instituciones y corporaciones, numerosos gobiernos mantienen en las reservas de sus bancos centrales importantes proporciones de bonos del Tesoro norteamericano. El ejemplo más relevante es el de China que es tenedora de casi un tercio de los bonos emitidos por el Tesoro norteamericano. Por lo tanto existe una “megadependencia” que ata y preocupa a muchos países, creando una red global de intereses que esta por encima de regimenes políticos, e incluso reivindicaciones globales. Tras un encuentro previo a la cumbre del G-20 en Londres, el presidente norteamericano y su homólogo chino señalaron que impulsarán un "diálogo estratégico y económico" entre Pekín y Washington. Más precisamente en una frase del comunicado de prensa conjunta expresan: "Ambas partes acuerdan trabajar juntas para forjar una relación positiva y de cooperación y comprensión mutua entre Estados Unidos y China en el siglo XXI, y mantener y fortalecer el intercambio en todos los ámbitos". Esta nueva relación conformará un eje geopolítico de enorme trascendencia en la post crisis

6. Viviremos en un multipolar. Habiendo dejado atrás las nefastas consecuencias de la bipolaridad y de la “guerra fría”, así como las claras y negativas enseñanzas que nos dejó la unipolaridad que caracterizó la relación de poder global luego de la caída del muro de Berlín, con EEUU imponiendo su voluntad, su belicosidad y su moneda al resto del mundo, es predecible que ingresemos en un mundo cada vez más multipolar, en el cual predominarán relaciones de naturaleza cooperativa, relacionadas con temas monetarios, de combate a la pobreza creciente, intereses corporativos asociados a la localización de inversiones a escala mundial, cuidado global del medioambiente, tráfico de estupefacientes, terrorismo, conquista espacial, etc. Intuyo - quizás deseo - que como producto de la crisis y de la evidencia de que las soluciones para que sean eficaces deben ser globales y adoptadas en un marco de coordinación y entendimiento entre bloques y países, ingresaremos en una fase donde predominarán las relaciones de cooperación y no de dominación. Esta parece la consecuencia positiva de la crisis. Ojalá que se consolide como comportamiento global y no la interrumpan las actitudes cortoplacistas y mezquinas.

7. Como contra cara de esta predecible necesidad de cooperación, casi inevitablemente ingresaremos en un mundo donde predominarán por un plazo considerable los comportamientos proteccionistas, a pesar de innumerables declaraciones en sentido contrario. Pero el proteccionismo, la xenofobia, la expulsión de trabajadores indocumentados y el nacionalismo serán las contradicciones más remarcables de la globalización creciente en materia financiera, económica y tecnológica.

8. La crisis de la industria automotriz en USA cuestionará el modelo “automovilista” que caracterizó los EEUU desde que Ford “popularizó” y masificó el uso del automóvil, dejando paso a un modelo de transporte urbano, colectivo y por ende basado en un uso más racional de los recursos y de la infraestructura.
Estos aspectos, entre muchos otros que, iremos experimentando y prediciendo, caracterizarán a mí entender el mundo que enfrentaremos en los próximos años, si la recuperación lentamente le gana el terreno a la depresión. Un mundo muy diverso, donde se irán imponiendo nuevos valores, en el cual quizás el consumo, la riqueza, la opulencia, la avaricia desmedida y la dominación bélica; deberán dejar paso a nuevos valores mas solidarios, de mayor austeridad, y en el cual la globalización comprenda relaciones de dialogo y cooperación, donde prevalezcan una agenda asociada a preocupaciones globales más profundas como el cuidado del medio ambiente, la pobreza y los derechos humanos. En el cual se controle y regule la dominación del sistema financiero global sobre la producción y las relaciones geopolíticas Parecería que abandonaremos el “capitalismo nacional de la opulencia”, para ingresar en una “fase más madura del capitalismo global”, que deberá enfrentar nuevos, pero no menos complejos, desafíos y amenazas globales.