La cumbre de la OMC en Buenos Aires fue el
escenario perfecto para el enfrentamiento entre Globalización y Proteccionismo
protagonizado por los gobiernos de Xi-Jinping y Donald Trump. El giro de EE.UU.
a comienzos de año -America First- liberó un espacio que China está ocupando, estratégicamente,
erigiéndose en líder mundial del libre comercio y del multilateralismo, sin
abandonar su interés superior de profundizar el intercambio comercial y de
inversiones con EE.UU. Un enfrentamiento entre lucidez y torpeza.
El último
Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) concluyó con la aprobación por
parte de los 2300 delegados presentes, de la inclusión en la Constitución del
Partido del llamado “pensamiento de Xi-Jinping sobre el socialismo con
características chinas en una nueva era”, lo que significó la entronización de
Xi al nivel de los máximos líderes históricos de la República Popular: Mao Tse-tung
y Deng Xiaoping. En su intervención final Xi habló de “la ambición de China de
constituirse en el país número uno en el mundo para el 2050”.
¿Qué
implica “el socialismo con características chinas en una nueva era" para la definición
de una estrategia de relaciones internacionales y comerciales?. ¿Le otorga al giro
que ha experimentado China en su política exterior una cobertura ideológica o éste
cambio es puramente el aprovechamiento de una oportunidad?
Nuestra
respuesta es que existe una interacción virtuosa entre la oportunidad abierta
por la
política externa de Trump y la necesidad del nuevo modelo económico enunciado
en el último Congreso del PCCh de abrirse al mundo para respaldar la
modernización industrial, el mayor consumo interno, la aceleración de sus
inversiones externas y el control de los recursos naturales a nivel global.
En
este contexto, China se erige como el líder de la globalización. Liderazgo que
se ha visto facilitado por la retirada de EE.UU. en el plano internacional,
cuestionando alianzas, rompiendo acuerdos y pregonando su enfoque nacionalista
y proteccionista. Mientras Trump “descontruye”, el gigante asiático impulsa
lazos políticos, culturales y promociona inversiones.
A la
vez que el Congreso de EE.UU. recorre las últimas etapas de la aprobación de la
ley que rebaja los impuestos, fundamentalmente el referido a las ganancias
corporativas, Xi-Jinping avanza en la estrategia de convertir a su país en el
principal exportador mundial de capitales, reemplazando precisamente a EE.UU. e
incluyendo a su vez a éste último como el destino más atractivo para la
radicación de sus inversiones. Ya en el 2016 las inversiones chinas en el
exterior superaron a las estadounidenses. China espera que para el 2025 sus
inversiones de capital en el exterior, que hoy ascienden al 5% de su producto,
asciendan al 30% del producto, lo que significa realizar inversiones en el
exterior, entre sector público y privado, por más de 1.5 billones de dólares. A
su vez, como contrapartida, en la próxima década China aspira a recibir
inversiones extranjeras directas por un billón de dólares.
Hoy
el stock de inversión extranjera de China en EE.UU. supera los 180.000 millones
de dólares -esta cifra era de 5000 millones en el 2000-. Con la reforma
impositiva y la consecuente reducción del impuesto a las ganancias
corporativas, la inversión china en EE.UU.
aumentará considerablemente en los próximos años.
A
partir del enfrentamiento inicial, incluidas las amenazas de Trump a China para
frenar sus inversiones con aranceles exorbitantes, en el transcurso del año las
dos potencias mundiales han ido sentando las bases para la construcción de un círculo
virtuoso en la relación bilateral. Por un lado, China favorecida por la
reducción del impuesto a las ganancias corporativas, aumentará sus inversiones
en EE.UU. especialmente en compañías de alta tecnología, adquiriendo el “know how”
necesario para sustituir su antiguo modelo de desarrollo industrial. Por otro
lado, EE.UU. resignando su hegemonía sobre la economía global pero a la vez
atrayendo capitales para impulsar su crecimiento económico, reducir el
desempleo y alimentando el paradigma “America first”. Ambos amortiguando los
factores de conflicto que obstaculicen el círculo virtuoso que genera la “declarada”
confrontación entre globalización y proteccionismo.
Pero
no siempre el mecanismo de amortiguación opera. A veces es políticamente conveniente
que surja la controversia. Y cuando surge la controversia ambos parecen haberse
embanderado con la globalización y el proteccionismo hace décadas y no en el
correr del presente año. La OMC es justamente el escenario perfecto para que se
exprese el aspecto confortativo de este círculo virtuoso en que se complementan
las estrategias de política comercial de China y EE.UU. La sección inaugural y
de clausura estuvieron protagonizadas por un choque entre la postura
proteccionista del Gobierno de Donald
Trump y la decidida defensa de la globalización y el libre comercio realizada
por el Gobierno de Xi-Jinping.
El
Ministro de Comercio de China, Zhong Sahan, expresó en su discurso inaugural:
“El proteccionismo comercial está creciendo y la globalización enfrenta grandes
desafíos.
Creemos
que ningún país pueda ser capaz de alcanzar el éxito en el aislamiento… China apoya
la globalización económica y el sistema multilateral de comercio”.
La
posición de China fue secundada por gran parte de los 164 países participantes.
Particularmente por la Unión Europea, la cual siente que EE.UU. la ha dejado
sola en la batalla contra el proteccionismo.
La
UE, a diferencia de China que se felicita de haberse apropiado de la lucha por
la globalización y el libre comercio, se siente traicionada por un aliado
tradicional como EE.UU. en su lucha de décadas a favor del multilateralismo.
Décadas en que la estrategia china rechazaba estos conceptos y era acusada por
EE.UU. y toda la comunidad internacional de generar barreras al comercio y
desconocer al multilateralismo y sus instituciones.
América
Latina también cerró filas contra Trump. Los cuatro países del Mercosur
liberaron una declaración de apoyo explícito al multilateralismo, a la cual se
sumaron otros países, entre ellos Colombia, Chile, Perú y México.
Tanto
la Unión Europea como gran parte de América Latina han sido coherentes con su
posición histórica en relación al libre comercio y al multilateralismo. China
ha adherido a esta posición en el último año, lo cual evidencia un formidable
giro estratégico de Xi-Jinping
ante el inesperado triunfo de Trump y su discurso nacionalista y
proteccionista.
En síntesis,
EE.UU. dejó un formidable espacio libre que está ocupando China para ampliar su
influencia internacional, promover sus inversiones en terceros países y a su vez
negociar con Washington el ingreso de inversiones y bienes en el mercado norteamericano.
Todo ideológicamente amparado bajo el “pensamiento de Xi-Jinping sobre el
socialismo con características chinas en una nueva era”.