lunes, 3 de octubre de 2016

NUEVE MESES Y MEDIO: MUCHO PARA UN EMBARAZO, POCO PARA UN GOBIERNO

La presidencia de Mauricio Macri cumple nueve meses y medio al frente del Gobierno Argentino y se hace difícil evitar la referencia a un embarazo retardado. Fueron meses dolorosos como un parto sin saber cuánto se prolongará. Meses extremadamente intensos, no solo por las consecuencias de las leyes aprobadas y políticas adoptadas, sino por el descubrimiento de asombrosos actos de corrupción del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, que día a día, noticia a noticia, nos develan un régimen que con ropajes de progresismo  encerraba una estructura mafiosa groseramente concebida para apoderarse ilegalmente de la mayor cantidad de recursos público posibles

Pero dejemos en manos de la justicia las consecuencias penales de esta arquitectura de despojo y regresemos al análisis de lo que ha significado el gobierno de Macri para la economía y la sociedad en estos nueve meses y medio de “gestación”. Macri recibió una pesada herencia del gobierno kirchnerista: el aislamiento mundial, la consecuente imposibilidad de acceder a los mercados de capitales, un peso artificialmente sobrevaluado, el agotamiento de las reservas del BCA, el cepo cambiario, una inflación del 39% y un índice de pobreza del 30% y no del 4% como declaraba Cristina en la FAO y Aníbal Fernández  lo comparaba con el índice de pobreza en Alemania

Con buena capacidad de negociación inicial, dada su minoría en ambas cámaras, en los primeros meses de gobierno el Parlamento aprobó las leyes que le permitieron al gobierno de Macri “desarmar” el nocivo “cepo cambiario”, iniciar y concluir el pago a los fondos buitre y devaluar el peso un 50%. Este “combo” le permitió a la Argentina (Gobierno Central, Provincias y empresas) regresar al mercado de capitales internacional. A la fecha, incluyendo el pago a los fondos buitre, la emisión de deuda adicional externa e interna y las deudas adquiridas por las Provincias, el endeudamiento del Tesoro Argentino ha crecido al 51% del PBI. La cual es una relación baja si se la compara con el resto de la región, y muy baja si se la confronta con los países desarrollados. Si alguna ventaja dejaron los doce años de kirchnerismo es que su aislamiento global condujo a un importante desendeudamiento, fundamentalmente de fuente internacional.  

Reiterando, Mauricio Macri inaugura su gestión con un paquete de medidas que en menos de sesenta días reposicionaron a Argentina en el mundo, promoviendo activamente la apertura global de sus relaciones comerciales, financieras y políticas. En contraste, asombra como el relato kirchnerista pregonaba el cierre de la economía, el aislamiento de los mercados globales y del mundo en general, como una virtud y un rasgo de progresismo, concepto que se reproduce en Venezuela y en el discurso de Trump: rasgo común del populismo de izquierda y de derecha. ¿Acaso Uruguay  no tienen un gobierno progresista porque concurren al mercado internacional de capitales, honran su deuda, tiene relaciones con el FMI y una política de acceso libre al dólar? 

Inmediatamente después de normalizar las bases de la inserción natural de la economía en el escenario global, a través de los mecanismos descritos, el gobierno “derrapa” en un intento legítimo pero groseramente implementado de reducción del déficit. Me refiero a la suba de las tarifas de luz, gas y transporte de electricidad. Con alto grado de impericia politica, intenta reducir los absurdos e indiscriminados niveles de subsidio que el gobierno de Cristina otorgaba a las empresas privadas para que prestaran estos servicios . El monto que originan estos subsidios constituye uno de los componentes mayores del gasto público y por ende del abultado déficit fiscal que heredó el gobierno de Macri. Con el agravante de que los hogares de mayores ingresos eran unos de los mayores beneficiarios de estos subsidios y con el agravante, de que en el caso del gas los hogares más pobres, no alcanzados por la red de gas en tuberías y por lo tanto obligados a usar garrafas, seguían pagando un gas que triplicaba la tarifa de un hogar de Barrio Norte. A pesar de estas inconsistencias, las medidas de suba de tarifas orientada a corregir estos insostenibles e irracionales subsidios que intentó el gobierno de Macri se vieron impregnadas por la impericia, la insensibilidad y la poca “cintura” política. De un día para otro los argentinos residentes en Capital Federal y Provincia de Buenos Aires recibieron boletas con mas de 500% de aumento y por falta de una adecuada simulación previa al envío de las facturas, se dio el caso de hogares que recibieron hasta 1000 % de incremento. Todo este despropósito inconsulto llevó a un revisionismo, el cual fue facilitado por la decisión de la Corte Suprema estableciendo un tope y llamando a la grualidad: hoy ya es decreto que el incremento del gas no podrá pasar de 200%, con subas semestrales. Algo similar pasará con la electricidad cuya solución será sometida a Audiencia Pública la segunda semana de octubre.

Mientras tanto, el déficit fiscal no se reduce habiendo incluso planificado una cifra superior en 2017 en el marco del Presupuesto ya elevado al Congreso. Las transferencias a las Provincias, el pago de intereses de la deuda, el reinicio con ímpetu reactivador de la obra pública y el mantenimiento e incluso expansión de algunos programas sociales, han “rigidizado” el nivel del gasto, el cual impacta de lleno en el nivel del déficit ante una carga impositiva asfixiante y la reducción de las retenciones a los productos agropecuarios. En un Estado en el cual hay 36 empleados estatales cada 100 empleados registrados, de todas maneras la reducción del déficit no es una tarea de corto plazo y si así lo pensaba el equipo de Cambiemos antes de asumir, pecaba de ingenuo o aspiracional.

Sucedió lo predecible. La corrección de los groseros desequilibrios fiscales y monetarios y el sinceramiento cambiario (el dólar se devaluó 50%) se tradujeron en un incremento no esperado de la inflación que llegó a un 42% anualizado en julio. Las paritarias habían sido negociadas con parámetros menores, lo que se tradujo en una pronunciada caída del salario real y el consumo, la cual llegó a un 7,4% en el mes de julio. El derrumbe del nivel de consumo y la política monetaria orientada a contener el brutal acrecentamiento de la inflación confluyeron configurando un escenario recesivo que llegó a su máxima expresión en agosto con una caída del 5.7% del PBI interanual y del 3.2% anual para el primer semestre en su conjunto. Como un hecho de alta consistencia económica la inflación de agosto fue de 0.5%: máxima contracción del producto interanual en 19 años, mínima inflación mensual en décadas. Según varios integrantes del equipo económico e intérpretes especializados, agosto se constituye así en el “mes bisagra” del modelo. En unos días más tendremos los datos del INDEC (felizmente confiables) de la inflación de setiembre para verificar si tenían razón.
“Unidos por el espanto”, como decía Borges, el jueves 29 se reunió el Gobierno con el conjunto de los líderes sindicales de la CGT. No se acordó nada concreto pero se diluyó el paro general en el corto plazo, se habló de un bono de fin de año y alumbró la idea de un Consejo Económico y Social, lo cual considero de gran utilidad en una situación tan compleja desde el punto de vista económico, social y político.

Concluyendo, tal como lo anunció el Gobierno, la inflación mensual disminuirá a 1.5% durante el segundo semestre y a un entorno del 1 % mensual en 2017, las tarifas de gas no pueden superar el incremento del 200% con ajustes semestrales, será más gradual el incremento de la tarifa eléctrica en octubre, la tasa de interés ha caído 7 puntos, se reactivó la obra pública y es altamente probable que se otorgue al sector público y privado un bono compensatorio de fin de año. Sin embargo, la gran pregunta persiste: ¿estas medidas y constataciones alejan a Argentina de la recesión? ¿Podrá la Argentina volver a crecer?
En un escenario de prosperidad como el que promete Macri, la única manera de crecer es a través de la inversión y la competitividad. El capital es cobarde y exige certezas que Argentina hoy no puede ofrecer. Además, por mayores esfuerzos que se puedan hacer (como el reciente “mini Davos", brillantemente organizado) el tiempo de maduración de una inversión no es inmediato y por lo tanto la anunciada “lluvia de dólares” no es coyuntural.

En consecuencia, al nuevo Gobierno le esperan años difíciles. Tendrá un alivio con “el blanqueo” que en la versión más optimista puede llegar a 80 mil millones de capitales exteriorizados, en cuyo caso dejarán al fisco 7.5 mil millones los cuales, en gran parte, ya están comprometidos con la Ley de reparación histórica de los jubilados, excelente iniciativa del actual Gobierno. También los capitales que regresen pueden ser reactivadores en el corto plazo, fundamentalmente en la industria de la construcción la cual cayó 3.4% en lo que va del año. Asimismo, el campo, con retenciones disminuidas y un volumen de producción y competitividad de clase mundial, será seguramente un motor que reiniciará en el corto plazo. Si se frena la contracción en Brasil, la industria automotriz esta pronta para responder.

Pero un crecimiento sostenido requiere de una tasa de ahorro e inversión de un mínimo de 25 a 30% de crecimiento del producto. Argentina tiene hoy  un 19%. Aquí está todo el dilema sobre qué modelo adoptará el gobierno de Macri en los años que le restan de gestión. ¿Gobernará para los ricos como predice una fracción de la oposición o priorizará el combate a la pobreza como acaba de afirmarlo enfáticamente el día que el INDEC anunció que en Argentina hay 13 millones de pobres? - en un país que produce alimentos para 400 millones de personas-  

De la estructura del gasto público y los supuestos incluidos en el proyecto de presupuesto 2017, ya presentado en el Parlamento, se puede deducir cómo continúa el camino en su segundo año de gobierno: aumento en las partidas sociales, gradualismo en la baja del Impuesto a las Ganancias a los Trabajadores (asimilable al IRPF en Uruguay), un ambicioso plan de obra pública, un endeudamiento de 18 millones adicionales, un supuesto inflacionario del 17%, un crecimiento del 3.5 del producto y una recuperación del salario real del 2% por sobre la inflación.

Un año más y veremos qué rumbo definitivo adquiere la “la gestión Macri”. Cuenta a favor con una oposición fragmentada y fundamentalmente con un peronismo sin liderazgo definido. Artemio López, conocido politólogo y encuestador que estuvo muy cercano a Cristina, en una publicación del sábado 1 de octubre ofrece las siguientes observaciones: “Los dirigentes políticos que reciben más aceptación en las encuestas son Vidal, Massa y Macri, y enseguida Stolbizer y Carrió. Ningún dirigente justicialista les hace sombra, ni siquiera Randazzo y Scioli, que son quienes mejor miden –ni hablar de los sindicalistas–. Parece claro que el mercado no está demandando una oferta política justicialista”