lunes, 5 de junio de 2017

EE.UU. RESIGNA SU POSICION DE PAIS HEGEMONICO GLOBAL

Inmerso en una nube de nacionalismo y en la necesidad de un triunfalismo económico de cortísimo plazo EE.UU. abdica a su posicionamiento como potencia hegemónica global dejando espacios vacíos a ser ocupados a medida que progrese ésta resignación. Los trazos de un  nuevo orden económico comienzan a vislumbrarse. China afianzará su liderazgo. Una gran interrogante se abre sobre la estrategia geopolítica que definirá Europa así como la interacción de ambas con Rusia. 

Esta abdicación de poder no es un hecho reciente. Fue largamente explicitada en la campaña electoral de Trump y obviamente se aceleró con su llegada al poder. La teoría de priorizar la economía y la seguridad norteamericana, desconociendo el sistema geopolítico en que ésta se inserta y se desarrolla, anida en los sectores más conservadores del grupo de asesores que rodea y aconseja al Presidente. Fundamentalmente Steve Bannon, el ultranacionalista que actuó como su principal asesor de campaña. Cuando todos creíamos que su influencia había disminuido, luego de su reciente salida del Consejo de Seguridad Nacional, su protagonismo tras los muros de la Casa Blanca renació estas últimas semanas. Acompañó al Presidente en su convulsionado viaje por Arabia Saudita, Israel, Taormina, Roma, Bruselas y su influencia fue decisiva en la fidelidad electoral al compromiso adquirido ante sus votantes de retirarse del Acuerdo de Paris. Argumento débil, cuando hoy Trump sólo mantiene un 40% de intención de voto, el porcentaje de adhesiones más bajo que presidente alguno haya exhibido en los primeros meses de gobierno. El argumento más relevante son los siete mil millones que se calcula podría costar a la economía norteamericana la adhesión al Tratado. Trump prioriza ese costo y su influencia sobre el deficit que aún limita su reforma impositiva sobre el daño geopolítico que genera esta decisión.  

Con el retiro del Acuerdo de Paris, Trump corona una cadena de acciones cuyo resultado, obviamente no explicitado, es el desmantelamiento de su condición de superpotencia. Con un argumento tan simple, banal y cortoplacista: el modelo económico que respalda la concepción ideológica de “America first” compite con el costo que significa mantener su liderazgo mundial. Esta concepción antepone el nacionalismo y el proteccionismo a las responsabilidades políticas que le demanda su status geopolítico y el inmenso poder que acumuló desde la caída del muro de Berlin.

En este contexto, el último, y quizás el más grave pronunciamiento de Trump por el contenido descarnadamente nacionalista de su respuesta, ha sido el haber dado en ciento cuarenta caracteres la razón a la canciller alemana Angela Merkel, luego de la presencia de Trump en Taormina y Bruselas, quien expresó -sin nombrarlo-: “Los tiempos en los que podíamos depender completamente de otros, han terminado. Los europeos tenemos que pelear por nuestro propio destino”. Trump, en su lógica mercantilista y nacionalista, ignorando decenas de años de historia, respondió “Tenemos un deficit comercial MASIVO con Alemania, además ellos pagan MUCHO MENOS de lo que lo que deberían a la OTAN. Muy malo para USA. Esto va a cambiar.”

La respuesta muestra al desnudo la ideología de la administración estadounidense. Como expresa Bannon en su visión patriótica y antiglobalizadora, no hay intereses comunes por encima de los  nacionales. Una clave que afecta a todo el árbol de las relaciones multilaterales. El acuerdo sobre cambio climático está herido, la estrategia de defensa mutua de Occidente depende del gasto que cada uno haga y las alianzas quedan supeditadas al beneficio económico propio.

Trump desconoce en ciento cuarenta caracteres setenta años de alianza estratégica entre EE.UU. y el continente más democrático, occidental y avanzado del mundo. En el marco de su pobreza conceptual, pasa de ser un fiel aliado a un deudor.  

Ante este nuevo paisaje global Emmanuel Macron respondió con una frase realmente excepcional: “Hagamos el planeta grande de nuevo”. Esta visión global no sólo enfrenta el nacionalismo y proteccionismo antiglobalizador de Trump, sino que unifica y fortalece el eje germano-francés que en definitiva es la columna vertebral que ordena la estrategia multilateral europea.

Apenas iniciada su presidencia Trump retiró a EE.UU. del Tratado Comercial Transpacífico (TPP). El TPP no incluye a China y justamente el propósito de Obama al proponerlo fue el de incrementar  la integración y el comercio con sus aliados de Asia, justamente como contrapeso a la creciente influencia de China en esa región. Como contraofensiva a la renuncia, China invitó a los otros once países integrantes del Tratado para proponerles un acuerdo comercial alternativo. 

Pero China, luego de reivindicar en Davos su liderazgo mundial sobre las iniciativas de libre comercio y globalización no se detuvo en su intento de rescatar para si el fallido TPP, propuso un enorme proyecto de infraestructura (carreteras, puertos, ferrocarriles, puentes y aeropuertos) que unirían a China con Asia, el Medio Oriente, Africa y Europa. Un total de sesenta y cuatro países más China, donde vive el 60% de la población mundial: “La nueva ruta de la seda”. 

En le marco del anuncio de este proyecto, cuarenta y cuatro Jefes de Estado asistieron a una reunión en Pekín y firmaron una declaración final en la cual expresaron su “…oposición a todas formas de proteccionismo y defensa de un comercio internacional universal y abierto…”

Muy pocos días después de la lamentable confrontación de Trump con Merkel, el Primer Ministro Chino viajó a Bruselas con la intención de ofrecer a EE.UU. un portafolio de inversiones y préstamos, así como el inicio de un replanteamiento de las relaciones económicas entre Europa y China. 

El rechazo de EE.UU. al Acuerdo de París, la recategorización de Europa de aliado a deudor,  la salida del TPP, las recurrentes alusiones al proteccionismo y al nacionalismo bajo el lema de “America first” y “Comprar americanos, contratar americanos” han generado un amplio espacio para el posicionamiento global de China.

Los trazos de un  nuevo  orden económico comienzan a vislumbrarse. Es difícil aún componer el diseño que los ordena, pero sin lugar a dudas, China es un activo participante. Una gran interrogante se abre sobre la estrategia geopolítica que definirá Europa así como la interacción de ambas con Rusia.