lunes, 30 de agosto de 2010

EE.UU.: ¿AMESETAMIENTO, RETROCESO O “DOUBLE DIP”?

La evolución del PBI en EE.UU. durante los últimos tres trimestres marca una tendencia claramente decreciente: 5.0%, 3.7% y 1.6%, respectivamente. Si bien estas tasas se han mantenido en valores positivos, su evolución a lo largo de los últimos nueve meses evidencia una preocupante desaceleración del crecimiento en la mayor economía del mundo y epicentro de la crisis global. A nivel político, académico y de operadores, hay al menos dos posiciones en la interpretación de esta caída de la actividad económica y su futura evolución., Conocer y confrontar ambas posiciones resulta relevante para extraer algunas conclusiones en torno a cual sería el escenario más probable en los próximos meses.

Los más influyentes académicos (Nouriel Roubini y George Stigler, entre otros) tienen una visión pesimista del futuro económico en EE.UU. y coinciden en que este proceso de caída de la tasa de expansión del PBI es la antesala del “double dip” o “W” y que continuará hasta mostrar valores negativos, lo que indicará que la mayor economía del mundo ha ingresado nuevamente en una faz recesiva, cuya profundidad y duración aún no se conoce con precisión. A diferencia de lo ocurrido hace tres años, la recesión en EE.UU., de regresar, impactará sobre una economía muy frágil: 14 millones de desempleados, la confianza del consumidor muy disminuida, un sector inmobiliario en crisis y un sistema financiero reticente y descapitalizado. Esta situación, además de deflación, traerá aparejadas graves consecuencias sociales y políticas. Ya estamos avizorando algunas tendencias sociopolíticas, de una crisis irresuelta, que se agudizarían en una recesión: creciente, tendencias antimigratorias, un vuelco del electorado hacia posiciones más conservadoras, previniendo nuevos impuestos, sentimientos xenofóbicos, etc.

A su vez, de recaer EEUU en una nueva recesión, la misma se expandirá en una economía global diversa: una Europa exhausta, una Zona Euro que se fragmenta en una Alemania que se recupera y el resto que nada en la incertidumbre; China con signos incipientes de desaceleración de su crecimiento, como consecuencia de una autoimpuesta reducción crediticia para contrarrestar tendencias inflacionarias y desactivar una posible burbuja inmobiliaria; por el contrario, América Latina y algunos países de Asia con sus economías en orden y en franca expansión. En síntesis, una economía global más débil, con un deterioro económico, social y político muy fuerte en el centro del sistema y un conjunto de economías emergentes que se han fortalecido traccionadas por China, por una tasa de interés muy baja y por la fuga y consecuente radicación de capitales e inversiones, procedentes de los países centrales.

La segunda posición, evidenciada por Ben Bernanke y compartida por la mayoría de los operadores, ya que se refleja con bastante claridad en este último mes en la evolución de los índices bursátiles de Wall Street, fundamenta su visión optimista en la lógica del ciclo económico: los factores negativos se han comportado de acuerdo a lo esperado para un ciclo de recuperación: luego de un fuerte crecimiento de recomposición de stocks y de importaciones, en una segunda etapa dichas variables se desaceleran y, finalmente, logran una relativa estabilización. Asimismo, para este análisis es de vital importancia destacar que el consumo, si bien aún débil, muestra síntomas de crecimiento. Según los defensores de esta posición, la lógica de los ciclos de crecimiento post recuperaciones, respecto a los inventarios e importaciones, sumado a una dinámica positiva del consumo, permiten estimar una muy baja probabilidad - al menos por ahora - de caer en una doble recesión. A lo anterior, se suman dos argumentos adicionales: ganancias corporativas y la posición adoptada por la Fed.

Respecto a los beneficios, y siempre de acuerdo a las cuentas nacionales publicadas el viernes último (27/08/10) las ganancias corporativas han crecido en términos anuales. Por su parte, también el mismo viernes, el Presidente de la Fed, Ben Bernanke, en su discurso en la reunión anual de banqueros centrales en Jackson Hole, fijó claramente la posición de la entidad monetaria: “estamos dispuestos a tomar medidas adicionales” para “impedir que se repitan los devastadores acontecimientos de los últimos tres años” Esto significa que la entidad monetaria, de ser necesario, utilizará todas las herramientas monetarias anticíclicas de las que aún dispone. Al discurso de Ben Bernanke responde Roubini: “la Fed está equivocada en esperar y respaldar una recuperación este año, debe empezar a pensar cómo prevenir una nueva recesión”.

En síntesis: según ésta segunda posición más optimista, basada en la lógica de las etapas de un ciclo post recesión, sumados a la férrea decisión de la Fed de cumplir con su mandato de crecimiento y estabilidad, permite inferir que gradualmente el actual escenario de recuperación iría convergiendo hacia un sendero de crecimiento sostenido con estabilidad de precios. Si este fuera el escenario futuro, la posibilidad de caer en un "double-dip" con deflación es baja.

El análisis comparativo de las dos posiciones antagónicas en cuanto a la evolución de la economía de EE.UU., nos permite inferir algunas reflexiones:

• Aproximarnos a la confirmación empírica de que EE.UU. puede caer en una nueva recesión, es emocionalmente muy fuerte. Tratamos de negarlo pero la lógica de los argumentos y la evidencia empírica, resultante del análisis del comportamiento de los componentes del PBI durante estos últimos meses, nos hacen dudar que Roubini esté nuevamente en lo cierto y que la recesión tiene forma de “W” o que Stigler no exageró con su titulo “Caída libre”.

• La posición más optimista se ha relativizado por la fuerza de los hechos. Bernanke en su exposición en el Senado de la semana pasada reconoció que el “panorama económico de los EE.UU. es inusualmente incierto” y que EE.UU. tiene por delante un período gradual y prolongado de recuperación. Advirtió sobre la fragilidad del sector inmobiliario (uno de cada siete propietarios de viviendas está embargado) y que la mayoría de los desempleados llevan más de seis meses sin encontrar trabajo. También alertó sobre los peligros del desempleo a largo plazo y reconoció que llevará muchos años reconstruir los 8 millones de puestos de trabajo que destruyó la crisis. Obviamente, esta posición no admite la posibilidad de una nueva recesión, pero el optimismo que caracterizó el comienzo del 2010 se ha diluido. Además, la crisis de deuda soberana en Europa ha impactado, menos en lo económico, pero más en las expectativas.

• Cuando Bernanke apela a la implantación de nuevas medidas adicionales para superar el deterioro del crecimiento, no especifica a qué acciones se refiere, salvo mantener la tasa de interés muy baja por los próximos dos o tres años. Y ésta omisión genera nuevas dudas porque la situación fiscal y de endeudamiento soberano está muy comprometida para pensar en nuevos estímulos. Su respuesta a un “panorama económico incierto” es una expresión que encierra un alto grado de voluntarismo monetario y económico.

• Como conclusión, ambas posiciones reconocen el deterioro y el futuro incierto, la pesimista predice como inevitable el “double dip”, la optimista confía en la lógica del ciclo y apela al efecto recuperador que generarán dudosos estímulos económicos. Ambas plantean un futuro “gris”, incluso la optimista avizora un crecimiento bajo para este año y posiblemente para el 2011 y ha retrasado los pronósticos en cuanto al ingreso a un período de recuperación robusta.

Para no perder la perspectiva y la trascendencia de este análisis, el presidente del Banco Mundial Robert Zoellick, nos recuerda que desde que comenzó la crisis económica ya se han generado 60 millones de pobres más en el mundo. Imaginemos la dimensión social de un “double-dip” o una prolongación de la ralentización del crecimiento.

viernes, 9 de julio de 2010

Crisis Global: Cada vez más lejos del Keynesianismo. Cada vez más cerca del ajuste y la austeridad.

Un nuevo y crucial debate se ha instalado en torno a la “estrategia de salida” de la crisis económica y financiera global: continuar con las políticas de estimulo hasta que se vislumbre una recuperación sustentable, o iniciar un proceso de ajuste y austeridad que reduzca progresivamente los abultados déficits fiscales y niveles de endeudamiento en que incurrieron los países desarrollados para enfrentar la contracción económica y desactivar la crisis financiera. La prevalencia a nivel global de uno u otro posicionamiento estratégico puede apuntalar la debilitada recuperación o, por el contrario, conducir a una nueva contracción o, más apocalípticamente, a una “depresión”, como avizora Paul Krugman en su reciente artículo en el New York Times.

Ante una recuperación tan frágil en EEUU y una crisis fiscal tan severa en Europa, la respuesta a esta disyuntiva es crucial para el futuro de la economía global. El enfrentamiento de ambas estrategias ya generó fuertes polémicas en la reunión del G-20 en Toronto. Por un lado, Europa y Canadá proclamando el ajuste y la austeridad, por otro EEUU y América Latina respaldando el gasto y los estímulos. La polémica quedó planteada pero no obtuvo una respuesta consensuada, más bien una declaración final, que enuncia que cada país haga lo que estime conveniente y que tanto el gasto como la austeridad son bienvenidos según las circunstancias, en un marco de sustentabilidad fiscal. Este último concepto aparece por primera vez en léxico del G-20 y sesga la declaración a favor de aquellos gobiernos que proclaman la austeridad. Al igual que en Toronto, el mundo académico debate y se polariza ante ambas posiciones: gasto y estímulos o ajuste fiscal con austeridad. Para Paul Krugman, fervoroso defensor de las políticas Keynesianas, “la austeridad alemana, impuesta a otras naciones de la Zona Euro, a la inversa de lo esperado, agravará la crisis en Europa haciendo más difícil la recuperación de la economías en dificultades, como la española”. Lo mismo piensa Jorge Soros quien atacó duramente las políticas procíclicas que Alemania impone a los países más débiles de la Eurozona sin tener en cuenta las lecciones de la Gran Depresión. En posiciones similares se encuentran George Stigler, Martín Wolf y finalmente Robert Skidelsky, biógrafo de Keynes, quien criticó fuertemente la “conversión a la austeridad” y pronunció una frase que resume magníficamente lo crucial de una decisión en uno u otro sentido: “Estamos por embarcarnos en un experimento trascendental para descubrir cuál de las dos historias de la economía es la verdadera. Si la consolidación fiscal demuestra ser el camino a la recuperación y el crecimiento rápido, entonces deberíamos enterrar a Keynes de una vez por todas. Si en cambio, los mercados financieros y sus lideres resultan ser tan “supertontos” como Keynes pensaba que eran, entonces es necesario enfrentar como es debido el desafío que plantea a un buen gobierno el poder financiero”. Del otro lado se encuentran los líderes europeos más importantes, entre ellos Jean-Claude Trichet, Presidente del Banco Central Europeo, quien sostiene que el ahorro fiscal incrementará el gasto privado reduciendo la incertidumbre respecto de la política impositiva y la deuda del gobierno. También acompañan esta posición los Republicanos en EEUU y en particular la nueva dirigencia inglesa, particularmente la Ministra de Economía Christine Lagarde, que en una posición un poco diferente a los “ultra austeridad”, afirmó que no existe una contradicción entre rigor fiscal y recuperación e introdujo el termino “riguperación” al cual definió como “un equilibrio sutil entre las medidas de responsabilidad fiscal y crecimiento, en una situación difícil”.

Indudablemente estamos ante posiciones muy diversas y en este contexto es difícil abordar el análisis para acercarnos a una respuesta a la interrogante que nos hemos planteado, y que hoy se plantea el mundo económico: ¿estímulos o austeridad? Tampoco existe una teoría económica que pueda ser utilizada para predecir la evolución de una crisis financiera y económica con epicentro en el corazón del mundo desarrollado. Sólo disponemos de análisis expost sobre la “Gran Depresión”, de los cuales se puede extraer algunas lecciones, pero cuya extrapolación al análisis de la crisis actual es muy relativa, ya que ambos contextos y entornos eran muy diversos; fundamentalmente en relación a la globalización del sistema financiero, las comunicaciones, la economía y la política. Hoy la teoría económica ha dejado de liderar el análisis, se va construyendo teoría y verificando hipótesis en forma empírica, a medida que se extiende y expande la crisis. Todos los días aparecen nuevos fenómenos financieros y económicos cuya naturaleza y repercusiones, en un mundo completamente interconectado, nos sorprenden por inesperados.

Por lo tanto, abordar el inicio de un debate más consistente en la controversia entre gasto y austeridad requiere acudir a identificar aquellos rasgos de la realidad más relevantes a esta disyuntiva estratégica: 1) No existen dudas en cuanto a que la economía y las finanzas están completamente globalizadas, por lo tanto las acciones que adopte un país o región frente a la crisis repercutirá a nivel global. El “laissez-faire” sin consecuencias de la Declaración de Toronto es ingenuo; 2) Por otro lado, se reconoce que a pesar del alto grado de globalización existen realidades particulares: la CEE y la Zona Euro constituyen esquemas superiores de integración que deben velar por sus conquistas, más allá de que triunfen o fracasen en el intento; 3) EEUU es la economía más grande del mundo y el principal mercado, su motor lo constituye el gasto de los consumidores que explica el 70% del producto. Aquí la reducción del gasto puede tener repercusiones enormes para EEUU y para la economía global; 4) En cualquier circunstancia la salida de la crisis será lenta, quizás lleve aún muchos años regresar a los niveles de actividad, empleo y comercio que caracterizaron los primeros años de este decenio; 5) Durante muchos años el mundo desarrollado tendrá que liderar con altas tasas de desempleo; hoy hay 47 millones de desempleados en los países desarrollados y fueron destruidos 14 millones de empleos durante la crisis; 6) El rol de los BRICS, y de otros países de América Latina, Asia y África es fundamental para mantener los niveles de actividad y comercio en el periodo de transición hacia un escenario global de mayor crecimiento y regeneración de empleo; particularmente en lo que se refiere a China , cuyo nivel de actividad es cada día más relevante para sostener la demanda global. Ninguno de ellos ha generado durante la crisis los desequilibrios fiscales que caracterizan al mundo desarrollado, quizás porque muchos de ellos sufrieron sus propias crisis y habían iniciado el ajuste con anterioridad. No tienen urgencia de aplicar políticas de austeridad sino de crecimiento, de innovación, de inclusión y de fortalecimiento de su base exportadora.

En el marco de esta realidad, nos vemos tentados a concluir, en forma muy preliminar, que Europa requiere implementar una política de “riguperación” retomando el término de Christine Legarde. Los niveles de déficits y endeudamiento fundamentalmente de los “PIIGS” eran insostenibles y hacían peligrar todo el esquema de integración Europeo. Sin embargo, deberán ser concientes de que el objetivo de reducir el déficit de cada país al menos a la mitad para el 2013, acarreará consecuencias sociales y políticas graves.
Lo que puede ser válido para Europa, no es válido para el resto de los países. Jean Claude Trichet destacó que “los drásticos y simultáneos esfuerzos fiscales realizados por los gobiernos de los países de la Zona Euro, evitaron una segunda crisis financiera, lo que habría enviado al bloque a de vuelta a la recesión” Considero que aún es demasiado riesgoso iniciar una política de reducción del gasto fundamentalmente en EEUU y en los BRICS. Aunque la oposición a Obama en el Congreso desafía el Keynesianismo con el cual EEUU enfrentó inicialmente la contracción. Hace unos días los temores del Congreso respecto del déficit frustraron los esfuerzos de la gestión de Obama por aprobar un nuevo mini estimulo. No queremos imaginarnos qué sucedería si las elecciones de noviembre no lo favorecen.

En conclusión, de Pittsburg a Toronto mucha agua ha corrido bajo el puente: mientras que en la reunión del G-20 del año pasado las grandes economías impulsaron un estímulo keynesiano global, al prometer un estímulo fiscal del 2% del PBI mundial para apuntalar la demanda, en la reunión de junio los países desarrollados se comprometieron a reducir sus déficits para respaldar un ajuste fiscal colectivo de alrededor del 1% de su PBI combinado el año próximo, la mayor contracción presupuestaria sincronizada en al menos cuatro décadas.

Es probable que el resultado no sea otra depresión del estilo Hoover, pero seguramente será una recuperación más débil y mucho más lenta de la que habíamos previsto cuando el Keynesianismo aún prevalecía sobre la austeridad.

miércoles, 23 de junio de 2010

La herencia de la crisis: profundas transformaciones en el capitalismo global.

La explosión de la burbuja de endeudamiento soberano en Europa y la debilidad de los bancos alemanes y franceses por sus altos niveles de exposición, así como la persistencia de altas tasas de desempleo y pérdida de confianza del consumidor en USA, han reanimado la polémica en torno a los plazos y la naturaleza de la salida de la crisis económica mundial. ¿Estamos simplemente ante una postergación de los pronósticos optimistas del FMI y la OCDE en cuanto al inicio de la recuperación? ¿o nos acercamos a la verificación de la predicción de Nouriel Roubini de que la recuperación tiene formato “W”? ¿o sentimos el vértigo de la “Caída Libre” de las economías centrales que analiza Joseph Stiglitz en su reciente libro del mismo nombre?, ¿o más apocalípticamente asistimos al inicio de la declinación final del capitalismo tardío que se aventura a avizorar Santiago Becerra en su best seller “El crash del 2010”?. No lo sabemos, ni nadie hoy puede asegurarlo con absoluta certeza. Sin embargo, podemos afirmar que existen evidencias estructurales que nos permiten intuir que la crisis del 2007, aún no resuelta, reformulará profundamente el sistema capitalista global y el actual orden económico internacional. Veamos.

Para iniciar esta reflexión es necesario hacernos una primera pregunta que tiene una respuesta muy compleja, pero que trataremos de simplificarla concentrándonos en lo esencial: ¿cómo funcionaba el motor económico global hasta 2007? En la precrisis, este motor era movilizado por un único y potente “impulsor”: el insaciable apetito del consumidor estadounidense y la belicosidad del Gobierno encabezado por Jorge W. Bush. Juntos generaban una potente demanda global que se respaldaba, en el caso de los hogares estadounidenses, en su creciente riqueza como consecuencia del incremento sostenido del precio de las viviendas y las acciones, y en el caso del gasto militar, en el sostenido crecimiento del déficit público. La expansión del consumo privado la proporcionaba el crédito bancario a baja tasa. A su vez, los bancos se fondeaban en el mercado de capitales en base a la generación de sofisticados productos financieros, que a su vez tenían como núcleo las hipotecas que ellos mismos generaban al conceder los prestamos. En el caso del gasto público, el déficit era financiado por la emisión de Bonos del Tesoro que eran adquiridos por Bancos Centrales, (fundamentalmente el Chino) fondos soberanos e inversores privados, todos ellos en busca de activos de reserva y protección. La Fed, a su vez, generaba el circulante emitiendo los dólares necesarios para lubricar todo un sistema que funcionaba a altas revoluciones impulsado por exacerbados valores de hiperconsumo y codicia. A principios del 2008 el “motor” global se recalentó y colapsó, iniciándose la debacle por “el desinfle” de la burbuja de las hipotecas subprime, seguido por el derrumbe del precio de las viviendas y de las acciones. Para dar apenas algún ejemplo de este consumismo desatado, en España la gente cambia (o cambiaba) de celular cada 2.5 meses y en EEUU de auto cada 2.5 años. Esto además de absurdo es financiera y ambientalmente insostenible.
Al estallar la crisis en 2007, todo este perverso mecanismo de inducción de hiperconsumo “explotó” y ésta explosión ha generado cambios profundos en la economía mundial. En primer lugar, desde su inicio la crisis en EE.UU. ha destruido aproximadamente 14 billones de riqueza, cifra similar al Producto anual de ese país, y se han destruido más de 7 millones de puestos de trabajo. Esa riqueza no se regenerará porque era ficticia, fue estructurada en base a sofisticados artilugios financieros y “desapareció”. En consecuencia el consumo de los hogares estadounidenses -que explican 70% del Producto- descendió varios escalones y hoy constituye el punto de partida de la recuperación económica. Lo mismo sucede en Europa, la repentina riqueza fue remplazada por una enorme deuda que en muchos de los países de la CEE duplica y hasta triplica el PBI. Más grave aún que EE.UU., en el viejo continente el desempleo oscila entre el 10 y el 20% y tenderá a crecer en el próximo quinquenio como consecuencia de los “brutales” pero inevitables planes de ajuste cuya implementación, en diferente grado, han iniciado los países de la CEE.
En segundo lugar, se ha generado un profundo cambio cultural en el consumidor estadounidense y europeo. Los niveles de consumo se habían exacerbado de tal forma que en 2007 el endeudamiento de los hogares norteamericanos significaba un 120% del PBI estadounidense. La destrucción de riqueza y la pérdida de empleos han generado un cambio sensible y duradero en la relación ahorro-consumo. Pienso que este cambio perdurará por muchos años. De acuerdo a Wesley Hutchinson, profesor de Marketing de Wharton, “en los próximos años el consumidor aprenderá a comportarse de manera más frugal y no abandonará esa actitud en el corto plazo aunque se estabilice la economía”. En consecuencia, presenciaremos por un tiempo un capitalismo austero y por lo tanto económicamente deprimido. Las bajas tasas de crecimiento y las altas tasas de desempleo que se han instalado en EE.UU. y Europa permanecerán por un largo periodo de tiempo. Además, las empresas han dado respuesta a la contracción de la demanda global con profundos planes de reestructura, anclados en la reducción del personal. En consecuencia, el alto nivel de desempleo se ha transformado en un problema estructural y, por lo tanto, hemos ingresado en un mundo liderado por un sistema capitalista central con alto grado de rigidez en la generación de nuevos empleos.
En tercer lugar, independientemente de la aprobación de la reforma financiera de Obama, no volveremos jamás a un proceso de adquisición de riesgo con los niveles de irresponsabilidad que caracterizaron los primeros años de este siglo. Por lo tanto, no existirá por muchos años un otorgamiento de crédito relevante por parte del sector financiero a favor de los individuos (mercado hipotecario y crédito al consumo) ni a favor de las pequeñas y medianas empresas, que estimule en forma importante la demanda global. En otras palabras, la “recuperación” no tiene aún un correlato claro en la economía real y productiva.
Frente a este panorama en las economías centrales, las economías emergentes de Asia y América Latina, fundamentalmente los BRICS, pero también economías más pequeñas como Perú, Uruguay y Malasia, entre otras, están asistiendo a un fenómeno de signo contrario. Sustentadas por el precio alcanzado por las materias primas, la mayoría de estas economías han instrumentado políticas anticíclicas orientadas a estimular el consumo interno dentro de niveles de endeudamiento y déficit fiscal razonables, en el marco de la exitosa política de acumulación de reservas. China, con un plan de incentivos de 750.000 millones de dólares correctamente administrado, y efectivamente trasladado a apoyar el consumo y las pequeñas empresas, se ha transformado en el motor de la economía global: su Producto crece al 9% y sus exportaciones crecieron un 50%. Tiembla China y se desmoronan las bolsas, como ha sucedido esta semana con las reacciones ante la reevaluación del Yuan (gradual y administrada). Una recuperación débil y sinuosa en los países centrales y un crecimiento vigoroso en gran parte de Asia y América Latina: según CEPAL, crecimiento del 4% a 4.5% para AL en 2010. La mejora económica será encabezada por Brasil con tasas cercanas al 7% seguido de Uruguay y Perú que se aproximarán al 6%. Esta dicotomía se inscribe en el marco de un nuevo orden económico internacional centrado en un poderoso eje: China – EE.UU. La evolución de este eje en lo político, comercial y monetario irá graduando la evolución de la economía mundial por muchos años y en consecuencia el ritmo y el plazo de la recuperación.