jueves, 1 de agosto de 2013

La Economía China: ¿Recesión o Reequilibrio?

Las nuevas autoridades chinas intentan una compleja y riesgosa maniobra: desacelerar una economía en pleno auge de crecimiento. Nada en China es librado al azar: el aterrizaje desde tasas de expansión del producto del 10% a tasas del 7%, o menores aún en los próximos años (6%), no es consecuencia de una sorpresiva e inesperada dinámica recesiva, sino que es el reflejo cuantitativo de un rediseño del modelo económico de crecimiento chino, el cual enfriará la inversión y privilegiará el mercado interno. Iniciar el entendimiento de las causas, los riesgos y el impacto sobre la economía global de esta maniobra, es el objetivo de esta REFLEXIÓN.

Después del 2008, las exportaciones netas dejaron de ser una fuerza propulsora de la economía para dar paso a la inversión, sobre todo en 2009. Ese redireccionamiento llevó a una creciente proporción del producto bruto interno destinado a inversión, el cual pasó de un ya altísimo 42% en 2007 a un absolutamente increíble 48% en 2010.
El combustible que puso en marcha y dinamizó este motor de la economía fue un crecimiento explosivo del crédito: los préstamos crecieron a una tasa anual del 30% durante el 2009. A medida que la crisis internacional se globalizó, a partir del 2009, la tasa de crecimiento de las exportaciones se redujo hasta alcanzar una tasa negativa de crecimiento a fines del primer trimestre del 2013. Con las exportaciones perdiendo vigor, y las inversiones públicas y privadas dependiendo de estímulos monetarios crediticios insostenibles, el nuevo Gobierno intenta urgentemente un reequilibrio de la economía, lo cual implica esencialmente alejarse de un modelo de crecimiento impulsado por las inversiones hacia un modelo impulsado por el consumo público y privado. 

Obviamente que una economía impulsada por el mercado interno no puede reproducir las tasas de crecimiento a las que nos tenía acostumbrados China en los últimos años. Desacelerados los motores de la inversión por decisión política, y el de las exportaciones por reducción de la demanda global, el combustible esta siendo redireccionado hacia el consumo. En una economía de la dimensión de la economía China, un cambio de orientación de esta envergadura se asocia a grandes riesgos internos y considerables impactos a nivel mundial

Veamos primero los riesgos internos. Hay riesgos asociados al manejo de los inventarios en una economía en rápida desaceleración -ya que su nivel depende del crecimiento de la economía y no de su nivel de actividad-, a la inversión en capital fijo  -la cual debe caer bruscamente-, y aquellos asociados a la adaptación de las empresas a los nuevos niveles de ganancia -lo cual pondría en riesgo la solvencia corporativa y acrecentaría fuertemente el riesgo de morosidad, que ya constituye un problema serio en China-. Estos factores pueden generar una caída en la inversión más allá de lo planificado. Ninguno de ellos es imposible de manejar, pero tampoco se pueden ignorar, y su ocurrencia y la magnitud de su impacto sobre el resto de la economía pueden ensombrecer la transición hacia el nuevo modelo de crecimiento y fundamentalmente a la profundidad de la caída del producto.

A la fecha las contribuciones trimestrales al crecimiento de la demanda interna sugieren que la transición deseada se viene cumpliendo con una extraordinaria suavidad. Sin embargo, hay muchos autores, entre ellos Paul Krugman, que son bastante pesimistas en cuanto a que China sea capaz de llevar adelante, sin grandes inconvenientes, un cambio de modelo de la magnitud del planteado. En su reciente artículo en el New York Times, Krugman opina que “China es un gran problema, no estamos hablando de un pequeño contratiempo en el camino, sino algo más fundamental. El sistema económico que ha llevado a tres décadas de crecimiento increíble, ha llegado a su límite. Se puede decir que el modelo Chino esta a punto de golpear la Gran Muralla, y la única pregunta ahora es cuán seria será la caída”. La inversión disminuirá drásticamente y para lograr el reequilibrio el consumo debe aumentar de manera espectacular, la pregunta es si esto puede suceder lo suficientemente rápido como para evitar una caída desagradable. Y la respuesta parece ser NO. “La necesidad de reequilibrio ha sido evidente desde hace años, pero China simplemente ha postergado los cambios necesarios, manteniendo su moneda subvaluada e inundando la economía con crédito barato. Estas medidas pospusieron el día del juicio final, y ahora ha llegado”.

Obviamente que los juicios y predicciones de Krugman son muy severos. Realmente preocupan viniendo de quien vienen. Si estas predicciones se verificasen, y en lugar de un reequilibrio planificado estuviésemos ante una economía que se desacelera pero que corre riesgos de ingresar en una caída incontrolada, es lo único que le faltaría a la crisis global. Estaríamos ingresando en el tercer acto de la crisis global: EEUU, Europa y China.
Pensemos que esta vez Krugman exagera. Aunque sus opiniones dejan un debate abierto: ¿la desaceleración es un reequilibrio “piloteado” o es la consecuencia de un modelo de crecimiento que ingresa en una fase de agotamiento por problemas estructurales y postergación de las necesarias correcciones en las políticas económicas adoptadas?

En relación a los impactos que tendrá la desaceleración del crecimiento chino en la economía global, debemos pensar que estamos hablando de un crecimiento programado de tasas en el entorno del 7%. Nada desdeñable. Estas tasas equivalen a un crecimiento de la economía de EEUU del 3.5% en lugar del 1.7% como fue previsto para el 2013. Un desencanto para quienes creyeron que las “tasas chinas” habían llegado para instalarse a perpetuidad. Entre ellos, muchas economías emergentes, y entre ellas, muchas economías de América Latina. Pero que la segunda economía del mundo crezca al 7% sigue siendo alentador para la economía mundial.

Además del nivel de la tasa de crecimiento, lo que genera impactos a nivel de la economía global es el cambio en la estructura de la demanda que condiciona la transición de una economía impulsada por la inversión, a una economía impulsada por el consumo. La lista de países y sectores vulnerables a este desplazamiento es larga: de las minas australianas a los fabricantes de equipos y maquinaria alemanes, pasando por los países productores de acero, hierro, carbón, cobre, níquel, granos y una larga lista de productos básicos, cuya demanda y precio serán afectados en diferente magnitud.
 
Sin lugar a dudas el “superciclo” o boom en el precio de las materias primas llegó a su fin. La magnitud de la caída en el precio de cada uno de los productos básicos dependerá del impacto de la nueva estructura de la demanda. Aquellos asociados fuertemente a la inversión pública y privada sentirán un golpe importante. Pensemos, a modo de ejemplo, que la cuota china de la demanda mundial de acero se elevó del 16% en el 2000 al 44% en el 2012, la cuota de níquel saltó en el mismo período del 6% al 45%. Si la inversión se desacelera, estos notables incrementos en la demanda y el precio de muchos minerales retrocederá, como ya esta sucediendo con muchos de ellos. Pero el impacto sobre los productos asociados a una economía que privilegiará el consumo pueden verse menos afectados por la desaceleración del crecimiento chino. Es el caso de los alimentos, las manufacturas de consumo final, los automóviles y los bienes de lujo.

En América Latina sentiremos un fuerte “cimbronazo”, pero de menor magnitud en aquellos países productores de alimentos y con mayor nivel de valor agregado en su producción. Los que han cimentado su crecimiento en base a la producción de minerales se verán seriamente afectados.
Hay que prepararse para una nueva década: se terminaron las “tasas chinas de crecimiento” y se terminó el “superciclo de las commodities”. 

viernes, 19 de julio de 2013

Frenazo de los emergentes: predicciones para la economía mundial en lo que resta del 2013

En su previsión semestral, el Fondo Monetario Internacional acaba de revisar hacia la baja sus estimaciones de crecimiento de la economía mundial. Tras expandirse en el 2011 a un ritmo de 4% y de 3.1% en 2012, el organismo proyecta una tasa de 3.1% en 2013, dos décimas menos que su estimación anterior. La proyección del Banco Mundial es aún más baja, del 2.2% este año para alcanzar 3% recién en 2014. Ambas muy lejos del 4.8% de media registrado durante los años previos a la crisis, lo que cuantifica todo el camino que debe recorrer la economía global para retornar a los niveles de expansión previos a la crisis económica y financiera mundial.

Un factor nuevo que se suma al pobre desempeño de los países desarrollados es el freno que afecta a las economías emergentes, fundamentalmente a China, India, Brasil, Rusia y Sudáfrica: el Fondo Monetario proyecta para este año un crecimiento promedio del 5%, tres décimas menos que su anterior pronóstico. A entender del Banco Mundial estas estimaciones son optimistas: estiman un crecimiento del 4.5% en el 2013.

Dentro de la contracción en el crecimiento de las economías emergentes, que explicaron el 50% de la expansión del producto mundial en 2012, los más comprometidos son China y América Latina.

En el caso de China el Gobierno proyecta un 7.5% de crecimiento para este año, lejos de las tasas cercanas a 10% que caracterizaron el pasado reciente. Las razones que explican la desaceleración de la economía china son diferentes a las del resto de las economías emergentes. El desempeño del sector industrial chino muestra rasgos de una persistente anemia y en junio por primera vez cayeron las exportaciones. En este contexto, el nuevo liderazgo chino esta tratando de manejar una de las más difíciles maniobras económicas: aterrizar suavemente una economía que volaba a tasas del 10% sin mayores dificultades en su hoja de ruta. Con la caída de la demanda en los países desarrollados el impacto se hizo sentir en las exportaciones chinas. En junio pasado cayeron las exportaciones y las importaciones, por primera vez desde que se inició el proceso de dinamización de la economía china. A su vez, en este primer semestre se redujeron las inversiones y la tasa de crecimiento del sector manufacturero. Como en cualquier economía, si caen las exportaciones y las inversiones sólo queda un motor al cual recurrir para mantener el crecimiento: el mercado interno. Y hacia ese “motor” es justamente hacia donde apunta la nueva estrategia del Presidente Xi Jinping.

Obviamente que esta nueva dinámica implica transitar de una economía traccionada por las exportaciones a una economía traccionada por el mercado interno asumiendo una tasa de crecimiento algo menor. Crecer al 7.5% no es una consecuencia inesperada, es una tasa previamente establecida en el marco de un cuidadoso proceso de planificación, dado el nuevo contexto internacional y algunos problemas estructurales que viene presentando la economía china, como ser la riesgosa inyección de liquidez para mantener la tasa de inversión, fundamentalmente con obra publica y con abundante crédito para vivienda. El control de esa expansión de liquidez hace más complejo el manejo de una política de compensación de la caída de las exportaciones e inversiones con una reactivación del mercado interno, ya que limita el crédito e incrementa la tasa de interés que subió a dos dígitos el pasado mes de junio.

Lo destacable del proceso de planificación chino es que a pesar de las estimaciones más optimistas (FMI: 7.8%) o más pesimistas (WB: 7.3%), el segundo semestre cerró con una expansión del producto de exactamente 7.5%, tal cual lo anunciado por el Gobierno, el cual ha optado concientemente por una tasa de crecimiento menor y más sostenible. “No debemos juzgar a un país simplemente por el crecimiento de su producto bruto”, dijo Xi en una reunión la semana pasada. Esto, si bien es válido para China, es preocupante para el resto del mundo. Primero porque para los próximos años, si la demanda externa no se recupera y continúan los desequilibrios internos, el Gobierno de Xi puede plantearse como meta tasas de crecimiento aún menores y, segundo y fundamentalmente, porque el desempeño de muchas economías emergentes y países de América Latina y África están ligados a la demanda china, en especial de commodities.

Es muy probable que dentro de las commodities los alimentos sufran menos la desaceleración china, ya que como se mencionó, la estrategia de aterrizaje implica reactivar el mercado interno. Si la inversión y la actividad manufacturera caen, la demanda por minerales se verá afectada.

En relación a Brasil y al resto de los países de América Latina, se verán afectados en su tasa de crecimiento, en mayor o menor medida, de acuerdo al grado de dependencia de sus economías del sector externo, agravándose en aquellas economías cuyas exportaciones son materias primas sin mayor valor agregado. En el caso de Brasil, la situación se haría más compleja de profundizarse la turbulencia política en un año electoral. Las proyecciones del crecimiento para Brasil están en el entorno del 2% para 2013.

Con Europa en profundo estancamiento, luchando por lograr tasas apenas positivas en 2013 y 2014, con EEUU consolidando una suave reactivación, aún apuntalada por una tasa cero de interés y el reciente anuncio de Ben Bernanke que continuará la inyección de liquidez a través de la compra de bonos por parte de la FED, es posible deducir que los países desarrollados seguirán con muy baja influencia sobre la tasa de crecimiento global y, por ende, muy limitada incidencia en la reactivación del mercado mundial.

Es esperable entonces un 2013, y posiblemente gran parte del 2014, con una economía mundial con bajo crecimiento y un mercado global anémico. Si bien esta situación era ya conocida para los países desarrollados, es nueva para las economías emergentes que venían respaldando con sus altas tasas de crecimiento la tasa global promedio.

Por varios años el mundo crecerá a tasas menores, lo que implica que la absorción de los millones de desempleados que ha generado la crisis requiera de una firme política social y no sólo económica, que el mundo deberá encarar más allá de los empleos efectivos que produzca la recuperación. Se mantiene así un fuerte desequilibrio entre, por un lado, la pobreza y el desempleo y, por otro, la debilidad de la recuperación económica mundial. También ocurre que las bajas tasas de crecimiento afectan algo menos las urgencias medioambientales que sufre nuestro planeta, algo sin embargo que podría procurarse de otros modos y no con el enorme costo social provocado por la crisis contemporánea.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Un fantasma recorre Europa: el populismo xenofóbico y antieuropeísta.

La prolongada crisis financiera que ha sumergido a Europa en un profundo deterioro económico y social, reflejado en desconocidas tasas de desempleo (26.3 millones, el 10.9 % de la población del bloque), recesión (que según el último informe de la Comisión Europea continuará hasta el 2015) y recorte de los servicios sociales, se traduce ahora en la sorpresiva explosión electoral de un nuevo fenómeno político: el populismo xenofóbico, antieuropeísta y de extrema derecha.

El modelo político más elaborado de Democracia y del Estado del Bienestar desarrollado durante siglos en el viejo continente, está siendo desafiado por una expresión política que adquiere diferentes versiones y que tiene múltiples facetas, pero que comparte un racimo de motivaciones. Son movimientos que en primer lugar expresan un profundo descontento con el estado de situación que va dejando la crisis económica, fundamentalmente con su tendal de desocupados. Han perdido la esperanza y presentan un profundo temor al futuro y una fuerte hostilidad “al mundo externo”, específicamente hacia la UE, a las fuerzas de la globalización, a los inmigrantes y a los extranjeros.
La lucha contra la inmigración siempre aparece como el gran aglutinante, acusada de “robar” empleos, de ser el principal actor de la inseguridad y la delincuencia. Reivindican gobiernos fuertes, líderes autocráticos y desprecian las instituciones y los viejos partidos que han caracterizado el panorama político de la UE desde su conformación. Todos son profundamente nacionalistas.
Su más reciente expresión fue el éxito del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) en Gran Bretaña. Este partido de derecha advenediza, marcadamente antieuropeo y anti-inmigración, que el propio David Cameron definió como un conjunto de “pasteles de frutas, locos y racistas salidos del armario”, obtuvo el 25% de los votos en las elecciones de los consejos municipales que se disputaron el domingo pasado. Pero el UKIP no está solo en su éxito electoral. Desde el Frente Nacional de Francia hasta el ecléctico movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo en Italia, hasta el racista y antisemita Jobbik de Hungría, los populistas, que destilan desprecio por la UE y la inmigración, están obteniendo entre 10% y 25% en las elecciones que participan y, en algunos casos como el de Beppe Grillo en Italia y muy pronto el UKIP de Gran Bretaña, llegan a jaquear la gobernabilidad y marcar agenda.

Los errores políticos cometidos por muchos de los gobiernos de la UE y por la propia Unión Europea, y más específicamente por la conducción germánica de la Zona Euro, han colaborado a que el “euroescepticismo” se haya transformado en “eurofobia”; sentimiento que ha generado un apropiado caldo de cultivo para las corrientes populistas y movimentistas. El desempleo y la migración han agregado un ingrediente político adicional para que la “eurofobia” adquiera una connotación ideológica nacionalista y derechista; y la inoperancia de los partidos tradicionales en la búsqueda de soluciones eficientes a la crisis aportó el descreimiento en las instituciones y el reclamo por liderazgos autocráticos.
Las consecuencias de los resultados electorales favorables al populismo ya muestran sus evidencias y efectos sobre el escenario político europeo, que se irán acrecentando a medida que la crisis y el desempleo se agudicen.

El Primer Ministro Cameron, más allá de denostar al UKIP, tomó nota del giro político de sus propias bases y aprovechando el discurso de la Reina ante el Parlamento, imprimió un giro más a la derecha a su política anunciando frenos a la inmigración y límites al acceso a las prestaciones sociales. Aún queda pendiente el pronunciamiento sobre el referéndum relativo a la permanencia de Inglaterra en la UE y el consecuente riesgo de que la incidencia del populismo lo obligue a cortar amarras del destino europeo.
Beppe Grillo paralizó la política italiana durante semanas impidiendo la formación de un nuevo gobierno. No será fácil para el joven Primer Ministro lidiar con un parlamento fragmentado y con un fuerte componente antieuropeísta.
En Francia, el gobierno de Francois Hollande festejó su primer año con una multitudinaria manifestación de protesta y una abrupta caída de la popularidad. Seguramente, si las elecciones fuesen hoy, el Frente Nacional capitalizaría electoralmente ese descontento populista.

Pero más allá de su caracterización y la constatación electoral de su crecimiento, ¿qué tendencia se esconde detrás de este fenómeno, populista xenofóbico y antieuropeísta?
En primer lugar una concepción del sistema político antidemocrático. Mientras la democracia se basa en la confrontación de perspectivas diferentes y opciones políticas alternativas, el populismo da por sentado que hay una única solución que abarca todos los problemas, por lo que el debate político es innecesario, el pueblo tiene una sola voluntad y lo importante es representarla: en el caso de Europa abandonar la UE, el Euro y echar a los extranjeros. Simple.

El escritor español Valenti Puig en un vibrante alegato en El País de España del 4 de mayo, advirtió sobre la tendencia y los riesgos políticos que el populismo implica: “de calar esta prédica en las clases medias el riesgo es de importancia. Invita a augurar unas elecciones europeas en las que en poco más de un año, la kermese populista avanzaría como un espectro expansivo. La declinación precipitada de las clases medias podría alterar el sistema y propiciar en las respectivas elecciones nacionales la ingobernabilidad por fragmentación”.

No queda duda de que el análisis de la crisis financiera de Europa trasciende los indicadores económicos y sociales. El escenario político se agrava a medida que las políticas de austeridad se profundizan.
Al riesgo de una prolongada recesión y la fragmentación de la Zona Euro, sobre el cual mucho ya se ha escrito, se agregan los riesgos de ingobernabilidad como consecuencia del crecimiento electoral del populismo que ya se han visto reflejados en Grecia, Italia e Inglaterra. En consecuencia, no sólo no alcanzará con aportar 500 mil millones de euros al ESM o bajar las tasas de interés, sino que será necesario el surgimiento de sólidos y efectivos liderazgos políticos en el marco de los partidos democráticos, que sean capaces de aglutinar a la sociedad en torno a la recuperación de la fe en un mejor futuro, de más europeísmo como estrategia de salida de la crisis, así como el reconocimiento de las ventajas de la tecnología, la innovación, la apertura y la globalización como pilares fundamentales de un desarrollo europeo y global sustentables.

jueves, 18 de abril de 2013

Nuevos Paradigmas y Tendencias de la Economía y la Sociedad Global


Este artículo pretende ser el primero de una serie en que nuestras reflexiones intentarán apartarse del análisis coyuntural de la crisis para reflexionar en torno a las tendencias (o en algunos casos los paradigmas) que caracterizarán el nuevo ciclo económico que debemos enfrentar como país y como individuos. Comencemos por cuatro paradigmas que considero los más consolidados, y si bien sus orígenes trascienden hacia el pasado el inicio de la crisis, la consolidación y profundización de su presencia en el presente hace prever su fuerte incidencia en el direccionamiento de la economía global en el futuro.

1. La fragmentación y dispersión geográfica del proceso capitalista de producción

 En la última década se ha producido un verdadero movimiento sísmico en el proceso de producción global. Cientos de grandes empresas de EEUU y algunas europeas, han desplazado parte o gran parte de su cadena de producción y distribución a China, India y otros países asiáticos, traccionadas por las ventajas competitivas proporcionadas por bajos salarios, recursos humanos de aceptable calidad a nivel técnico y gerencial, y un mercado interno en franca expansión en los países receptores. Esto ha generado la fragmentación y dispersión geográfica del proceso capitalista de producción, el cual se ha convertido en un proceso “desnacionalizado” que aleja y fragmenta los conceptos de “nación” e “industria” y diluye la categoría que dominó el análisis del capitalismo industrial, la toma de decisiones y la generación de políticas durante décadas: “la industria nacional”. Este profundo cambio estructural es un nuevo paradigma cuya profundización se irá acrecentando en la medida en que la internacionalización industrial y su fragmentación, se vean facilitadas por la experiencia, la tecnología y los avances en materia de comunicación, transporte y logística.

2. La universalización y homogenización de las pautas de consumo

 Concomitantemente a la internacionalización y fragmentación del proceso de producción, se ha consolidado un proceso de universalización y homogenización de las pautas de consumo a nivel mundial. Este paradigma tiene ya un largo periodo de iniciación, pero ha tenido un fuerte avance en esta última década, fundamentalmente alentado por el crecimiento de la clase media en los países emergentes de Asia, África y América Latina. Solamente en el caso de China, en los últimos treinta años 700 millones han salido de la pobreza y se han incorporado a la clase media. Este nuevo fenómeno de crecimiento de la clase media en varios países emergentes es la base estructural de la globalización de las pautas de consumo y, en consecuencia, la presencia universal de las grandes marcas, incluyendo las marcas de lujo como correlato del incremento de indios y chinos en la  lista de los super-billonarios en Forbes. La tendencia que se origina en este nuevo paradigma se acentuó en la crisis financiera mundial, en la medida en que dos tercios de la tasa de crecimiento del producto global se originan en los países emergentes. Para dimensionar este mundo emergente basta con recordar que ya son ochenta los países que crecen a una tasa superior a la de EEUU. Si este proceso continuase con similar ritmo y tendencia, la clase media global que hoy asciende a 1800 millones de personas, alcanzaría 4900 millones en 2030 (sobre una población mundial de 8300 millones) y su crecimiento tendría lugar en un 80 % en los países emergentes. En dos décadas el mundo se convertiría en una sociedad de clase media, enmarcada por dos grupos: grandes millonarios y una enorme proporción de pobres habitando países que, por dotación de recursos naturales o mala praxis política, se “desengancharon” del proceso de emergencia. Una sociedad global con una clase media emergente, una concentración de riqueza cuantitativamente inimaginable y como consecuencia una creciente desigualdad entre ambos extremos de la curva de distribución del ingreso.

3. La subordinación de la producción y el consumo al capital financiero

El tercer paradigma es la profundización y globalización de una vieja previsión marxista: el control del proceso productivo por el capital financiero. Al análisis de los clásicos sobre la dialéctica capitalista hay que adicionarle la sofisticación, profundidad y alcance que este fenómeno ha tenido sobre el capitalismo global. Desregulado y globalizado, el sistema financiero exhibió la capacidad de dominar, controlar y funcionalizar el proceso de producción y a la sociedad en su conjunto a sus propios intereses: la generación de riqueza se aparta gradualmente de sus funciones originales de adquirir riesgo para financiar el consumo y la generación de bienes (propias del capitalismo industrial) y se traslada a la especulación y las malas prácticas, entre otras, la estructuración de sofisticadísimos productos que disfrazan activos tóxicos y prometen altas ganancias de corto plazo. Todo potenciado por el constante desarrollo de la tecnología y las comunicaciones. Gradualmente la energía de la generación de riqueza se traslada hacia la generación y adquisición de papeles y no de bienes, origen la crisis mundial en la que aún seguimos inmersos. Alcanzó su máxima expresión al final del gobierno de Bush, donde el grado de desregulación, iniciado en la presidencia de Clinton, exhibió su máximo alcance. El gobierno de Obama ha frenado en parte este perverso proceso de desregulación bancaria y del mercado de capitales. Lo mismo ha ocurrido en Europa con varias iniciativas encaminadas por el Banco Central Europeo, como el camino iniciado hacia la Unión Bancaria y las exigencias de capitalización bancaria. Pero la intrincada red institucional vuelve muy lento el proceso de toma de decisiones en la Unión Europea y el sector financiero continúa tomando ventaja de la crisis de deuda soberana y restringiendo – o congelando – el crédito a empresas y familias, lo que obstaculiza la recuperación y agrava la crisis económica, social y política en la que está sumergida Europa, fundamentalmente Europa Mediterránea.
No hay duda de que los bancos son las nervaduras por las que corre la sabia del sistema capitalista: el crédito. Por ende, son irremplazables para que la producción, el consumo y el comercio se desarrollen. Esto aconteció durante décadas desde la revolución industrial. Pero cuando el capital financiero, bancos y mercado de capitales se dejan liberados a su propia dinámica y voracidad, de plataforma impulsora de la economía real pasan a ser protagonistas de su asfixia. El management se escinde de la propiedad y la dinámica de esta asfixia se acelera: la lógica del management es aún mucho más voraz y cortoplacista. La economía pasa a ser un mundo de papel, cuyos valores se generan y se queman dependiendo más de variables especulativas que de parámetros vinculados al trabajo, la inversión, la rentabilidad y la innovación. Esta batalla por la regulación del sistema financiero y para que éste regrese, o se acerque a su función original, caracterizará las próximas décadas. El resultado es obviamente incierto. Sólo para pensar: la regulación, e incluso la propiedad de los bancos chinos por parte del Estado es muy amplia; quizás esté ahí la gran diferencia en el éxito del capitalismo asiático frente al occidental y japonés. Son aún capitalismo.

4. La crisis y reformulación del Estado del Bienestar

En muchos países europeos el Estado del Bienestar había alcanzado su apogeo como modelo económico-institucional capaz de generar riqueza, bienestar y mejor distribución del ingreso. Con la crisis de deuda soberana se levanta el velo del origen de esta ficción y aparece un Estado altamente endeudado y un sector público deficitario, derrochador, corrupto en muchos casos, pero con una gran habilidad para emitir y colocar deuda a bajas tasas, encubiertas bajo la figura del Euro, una moneda con un supuesto gran respaldo. Por supuesto que el sistema financiero (fundamentalmente el alemán) jugó su rol y fue cómplice de esta ficción en torno a la emisión de grandes volúmenes de deuda soberana para financiar un déficit presupuestal con el que se financiaba el show del Estado del Bienestar en Grecia, España, Italia, Portugal, Irlanda y otros países europeos.
La destrucción de esta estructura en países que hasta hace pocos años lo proclamaban como referencia a escala mundial, así como su reformulación, serán protagonistas de varios años de arduo trabajo y sufrimiento para los países que han vivido su crisis y que enfrentan, con mucho descreimiento, su recuperación reformulada. Habrá que analizar con más detenimiento la organización institucional predominante, así como el proceso de generación y distribución de bienes públicos en varios países nórdicos, en los cuales el Estado del Bienestar ha resistido los embates de la crisis global y de Europa en particular.

La consolidación y profundización de estos paradigmas configuran un escenario económico global en el cual el sistema financiero (más regulado) continuará controlando el proceso de producción que avanzará en su internacionalización y segmentación, orientado a satisfacer pautas de consumo homogéneas y globales.