jueves, 19 de noviembre de 2009

Capitalismo con austeridad y desempleo

Los países industrializados, principalmente EEUU, experimentaron durante la crisis significativos cambios estructurales que hacen prever una recuperación frágil, con altos niveles de desempleo. No sucede lo mismo con las economías capitalistas emergentes en las que se pronostica un crecimiento significativo del Producto y el empleo: contexto de precios favorables, fundamentos económicos preservados durante la crisis y territorio y población aún no incorporados a la estructura productiva industrial, generan un gran potencial de crecimiento económico y generación de empleo. La crisis, dialécticamente, deja como legajo un sistema capitalista mundial altamente globalizado, con crecimiento leve y desempleo en el “centro” y con crecimiento vigoroso e inclusión social y productiva en las economías emergentes.

Tal como fue vaticinado, la contracción global llega a su fin: en el tercer trimestre EEUU, Japón, Alemania, Francia y los BRICS, han experimentado un crecimiento positivo de su PBI. Los pronósticos para 2010 señalan que todos los países presentarán crecimiento positivo de su Producto, con excepción de España, Grecia e Irlanda. El capitalismo ha demostrado una vez más su enorme capacidad de superar las crisis, de transformarse y reinventarse a partir de su propia dialéctica.
Pero esta recuperación económica de la economía global, esta superación de la crisis, presenta una característica que se hace cada día más evidente: el modesto crecimiento que se avizora en las economías industriales para los próximos años, se asocia a altas tasas de desempleo.
Si asumimos que esta afirmación es correcta, surge una natural inquietud: ¿estamos ante un nuevo estadio del sistema capitalista o ante una situación transitoria, que se irá resolviendo a medida que se consolide la recuperación económica a nivel global? Difícil adelantar una respuesta definitiva a esta interrogante, pero desafiante intentar algunas reflexiones que nos aproximen a dilucidar el principal problema que enfrentará el mundo en los próximos años, no sólo en EEUU, sino a nivel global: la dificultad estructural de recuperar los empleos destruidos por la crisis.
Para profundizar sobre las implicancias estructurales de mediano y largo plazo de esta observación tomemos el caso de EEUU, dada su relevancia a nivel global y el nivel de desarrollo capitalista que caracteriza su economía.
El Producto estadounidense cayó durante tres trimestres consecutivos, alcanzando en el segundo trimestre de este año la tasa de contracción más alta de la posguerra: 6.4%. En ese mismo trimestre el nivel de desempleo llegó al 9%. En el tercer trimestre la economía creció a una tasa de 3.4%, sin embargo la tasa de desempleo se incremento a 10.2% -casi 7 millones de empleos destruidos desde que se inició la crisis en diciembre del 2007-. Para todo el 2009, la OCDE pronostica una tasa de caída del Producto de 2.5%, sin embargo la tasa de desempleo durante el año se duplicó. Para el 2010 se prevé un crecimiento de la economía estadounidense superior al 2%, sin embargo existe un amplio consenso que el desempleo permanecerá en los mismos niveles del 2009.
Nuestra interrogante inicial se agudiza por la fuerza de la evidencia: ¿cómo podemos explicar que crezca el Producto sin que se verifique un crecimiento del empleo al menos en magnitudes similares? ¿es un fenómeno coyuntural o estamos ante un cambio estructural?
Hay argumentos en ambos sentidos. A partir de un análisis económico clásico responderíamos que la recuperación del nivel de empleo se verificara, con rezago, a medida que se recupere el nivel de actividad.
Como lo he venido expresando en otros artículos, yo considero que la crisis ha puesto en evidencia fuertes desequilibrios que se venían procesando en EEUU y en la economía mundial. En consecuencia, considero que el alto nivel de desempleo es un problema estructural y que por lo tanto hemos ingresado en un mundo liderado por un sistema capitalista central con alto grado de rigidez en la generación de nuevos empleos.
Veamos en cuales argumentos se sustenta nuestra hipótesis. En primer lugar, la crisis en EEUU ha destruido aproximadamente 14 billones de riqueza, cifra similar al Producto anual de ese país. Esa riqueza no se regenerará porque era ficticia, fue estructurada en base a sofisticados artilugios financieros y “desapareció” al explotar la burbuja hace ya casi dos años. En consecuencia el consumo de los hogares estadounidenses -que explican 70% del Producto- ha descendido varios escalones, y desde allí inicia una frágil expansión que constituye el punto de partida de la recuperación económica. Se parte de un nivel de riqueza menor, que no será fácil de recuperar a través de la economía real y productiva, que es la única fuente efectiva de generación de empleo.
En segundo lugar, se ha generado un profundo cambio cultural en el consumidor estadounidense. Los niveles de consumo se habían exacerbado de tal forma que en 2007 el endeudamiento de los hogares norteamericanos significaba un 120% del PBI estadounidense. La destrucción de riqueza y la pérdida de empleos han generado en los hogares estadounidenses un cambio profundo y duradero en la relación ahorro-consumo. Pienso que este cambio perdurará por muchos años. De acuerdo a Hutchinson, profesor de marketing de Wharton, “en los próximos años el consumidor aprenderá a comportarse de manera más frugal y no abandonará esa actitud en el corto plazo aunque se estabilice la economía”. En consecuencia, presenciaremos por un tiempo un capitalismo austero y por lo tanto económicamente deprimido desde el punto de vista del Producto y la generación de empleo.
En tercer lugar, las empresas han dado respuesta a la contracción de la demanda global con profundos planes de reestructura, anclados en la reducción del personal. Han mantenido e incluso incrementado sus resultados sustituyendo trabajo por innovación y difícilmente regresen a los niveles de empleo previo a la reestructura. Por lo tanto, este cambio en la ecuación de costos de la empresa no es circunstancial, es estructural y de largo plazo.
En cuarto lugar, la recuperación continúa respaldándose en gran medida en las políticas de apoyo gubernamental. La eficacia y la contribución a la generación de empleo de estas medidas anticíclicas son claramente menores y menos sustentables que las que provienen del sector privado, fundamentalmente del sector servicios y manufacturero. Por otro lado, se agotan a medida que la restricción fiscal se agudiza.
En quinto lugar, no existe indicio aún de un movimiento crediticio relevante por parte del sector financiero a favor de los individuos (mercado hipotecario y crédito al consumo) ni a favor de las pequeñas y medianas empresas. En otras palabras, la “recuperación” no tiene aún un correlato claro en la economía real y productiva. Han aumentado, eso sí, las exportaciones, sin embargo sería una fantasía pensar que este sector pueda convertirse en un motor de crecimiento de la mayor economía mundial.
Estas conclusiones sobre la economía de EEUU, líder del sistema capitalista mundial, son fácilmente extrapolables a las economías industriales de Europa y Japón. No así a las economías emergentes en las cuales, la menor industrialización y la presencia de territorio y población aún no incorporados a la estructura productiva industrial, generan un gran potencial de crecimiento económico y generación de empleo. Tomemos como ejemplo Brasil cuyo producto descenderá levemente en el 2009 (0.67%), sin embargo terminará el año con un saldo neto de empleo de más de un millón de nuevos puestos de trabajo y un crecimiento del 6% anualizado para los dos últimos trimestres del año.
La crisis, dialécticamente, deja como legajo un sistema capitalista mundial altamente globalizado, con crecimiento leve y desempleo en el “centro” y con crecimiento vigoroso e inclusión social y productiva en las economías emergentes.