En
el marco de su concepción nacionalista y antiglobalizadora “America first”,
Trump avanza en sus ataques dirigidos al debilitamiento del multilateralismo y
la imposición de un modelo de conciliábulos bilaterales donde prevalecen los
intereses propios.
La
implementación de este enfoque se inicia desde la asunción presidencial de
Donald Trump y constituye el corazón de su estrategia “America first”, la cual
debe impregnar cada encuentro entre naciones. Primero fue el abandono del TPP,
continuó con su intento de debilitamiento de la OTAN, retiró a EE.UU. del
Acuerdo Climático de Paris, enfrió y retrocedió en las relaciones con Cuba,
prosiguió con la amenaza de sustituir el NAFTA por un acuerdo bilateral con Canadá,
ahora retira a EE.UU. de la Unesco y no certifica el acuerdo con Irán. Una
secuencia que define un rumbo claro de las relaciones internacionales y la
política ante los organismos multilaterales.
Todos estos
eventos, claramente orientados a desarticular los avances logrados por Obama en
la promoción de esfuerzos multilaterales, delineando un modelo en el cual la
mayor economía del mundo se alejaba gradualmente del nacionalismo irracional e
iniciaba un activo proceso de participación en el enfrentamiento de los grandes
temas que desafían la paz y la convivencia planetaria. Tal es el caso
emblemático del cambio climático y el Acuerdo de París.
Habiendo
escrito sobre todas estas “patriotadas” de Trump en artículos anteriores,
concentraremos nuestra reflexión en torno a los dos últimos episodios: Irán y
UNESCO.
Su último
anuncio, en línea con su senda anti-multilateral, ha sido el viernes pasado al
firmar la no certificación del pacto nuclear con Irán, lo cual es una verdadera
“patada” al tablero internacional y, fundamentalmente, hacia el futuro cada vez
más incierto del Cercano Oriente. Si bien el anuncio no supone la ruptura del
acuerdo, como lo había anticipado, Trump traslada al Congreso la definición
sobre su futuro, siempre que el mismo imponga nuevas limitaciones. Pero desde
ya define su estrategia hacia Irán: “un
régimen fanático, dictatorial y terrorista, un semillero mundial de destrucción
y muerte. Irán nunca tendrá la bomba atómica. Las agresiones no han dejado de
incrementarse y es hora de ponerle fin”. Lo más grave de la decisión
anunciada el viernes es la forma en que la misma fue adoptada: en forma
absolutamente unilateral, sin consultar a sus aliados europeos que fueron
objeto de permanente consulta cuando el Pacto fue elaborado y conducido por
Obama. Incluso el mismo fue refrendado por Francia, Rusia, China, Inglaterra y
Alemania, lo que lo convertía en un modelo para resolver conflictos que
involucrasen a Europa en su resolución.
Cuando se selló
el Pacto en Viena en el 2015, fue interpretado como un hito del
multilateralismo. Un fino trabajo de la diplomacia de Obama que limitaba el
programa atómico Iraní a cambio del levantamiento de sanciones económicas. Fue
un respiro, un alto en el riesgoso enfrentamiento que ambos países mantuvieron
durante décadas. Ponerlo en riesgo es poner en riesgo la apertura de una crisis
nuclear, la que se superpondría a la que ya tiene abierta con Corea del Norte.
Su afán por
imponer su visión nacionalista, prescindiendo de la opinión de sus aliados,
puede destruir un instrumento de alto valor estratégico y ordenador de la
política hacia el Cercano Oriente.
Es difícil
interpretar cuál es el motivo de esta posición. Puede ser tan mezquino e
irracional como la necesidad personal de arrasar con el legado de Obama. Puede
ser también dirigido a acrecentar la protección a Israel, argumento que se
refuerza con el motivo invocado para justificar la salida conjunta de la UNESCO,
la que analizaremos por separado. Puede ser también una estrategia para incluir
el acuerdo balístico y la cláusula de extinción. Sería la única explicación
racional pero imposible de lograr por la segura negativa que presentarían Rusia
y China.
Más allá de
la búsqueda de una explicación en torno a los intereses propios que condujeron
a Trump a lesionar un acuerdo modelo, ésta confrontación con Therán pude tener
consecuencias irreversibles y fundamentalmente la pérdida definitiva de
confianza de los iraníes en Occidente, que otros sabrán ganar.
Es necesario
advertir que la retirada de EE.UU. del tratado nuclear con Irán supondría un golpe demoledor a la estabilidad, no sólo en
Oriente Próximo, sino en el resto del mundo. La peligrosa deriva aislacionista
del presidente de EE.UU. puede salir muy cara.
El otro
ataque perpetrado por Trump la semana pasada al multilateralismo se refiere al
retiro -junto a Israel- de la Organización de la Naciones Unidas para la
Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) acusándola de antisraelí. Esta
decisión no implica un acto burocrático sino el abandono de un proyecto para
reforzar los lazos de la herencia común de la humanidad. La Directora General
de la UNESCO, la búlgara Irina Bokova, dijo: “lamento profundamente la decisión de Estados Unidos, es una pérdida
para la familia de Naciones Unidas, es una pérdida para el multilateralismo”.
Según informaron varias agencias, EE.UU. ya había advertido en julio su
desconformidad con la UNESCO por la decisión de éste organismo de declarar el
casco histórico de Hebrón, en Cisjordania, como zona protegida del patrimonio
mundial.
Esta
decisión, como la anteriormente descripta en relación al tratado con Irán, y
las que se fueron sucediendo desde la asunción presidencial, constituyen una
prueba clara de la peligrosa estrategia de Trump de impulsar, desde la economía
más grande del mundo, una política aislacionista, que se enmarca en una
concepción más amplia que visualiza una comunidad internacional compuesta por
fuertes naciones, Estados que miran primero el propio interés por encima de
cualquier otra consideración. Una suerte de aplicación del capitalismo salvaje
a las relaciones exteriores y a la interacción de EE.UU. con otras naciones.
Desde 1945,
la comunidad internacional ha impulsado un sistema integrador que con sus
tristes excepciones, ha dado muy buenos ejemplos de progreso, convergencia y
multilateralidad. Tal es el caso de la Unión Europea, entre otros, tan
despreciada por Trump. Pretender sustituir éste modelo de diálogo multilateral
por la confrontación y los conciliábulos bilaterales, donde la defensa de los
intereses del más fuerte prevalezcan, mal llamado patriotismo por Trump,
significa un retroceso en la relación entre naciones. Según lo expresado por el
propio Trump, en este nuevo sistema cada país podría organizarse según sus
diferencias, y su poder económico y militar agregaría yo. En esta nueva
concepción las relaciones bilaterales se han ido ordenando entre iguales. EE.UU.
restringe cada vez más el diálogo bilateral a Rusia, China, Japón e Israel.
Incluso ya ha amenazado con que el NAFTA sería un mejor tratado si se excluye a
México, reduciéndolo a un tratado bilateral entre semejantes: EE.UU. y Canadá.
Ingresamos
en “el mundo de Trump”, donde la relación entre países se asemeja a las
relaciones entre empresas de real estate en la Quinta Avenida de Manhattan:
solo negocio con similares y solo defiendo mis propios intereses en la
negociación. Los aliados son circunstanciales en cada negociación. No es
necesario informarlos si cambia el rumbo de la negociación o simplemente la
desconozco. Un mundo muy peligroso donde los asuntos claramente multilaterales
como el clima, la pobreza, los Derechos Humanos o la protección del patrimonio
cultural de la humanidad dejan de tener relevancia. Lo importante es actualizar
mi arsenal nuclear, lo importante es generar miedo.