lunes, 31 de octubre de 2011

La Cumbre de Bruselas: una solución con muchas interrogantes

Hace varios meses que Europa se desplaza al borde del abismo, y en su desplazamiento propaga el temor al contagio y a una nueva recesión a nivel global. Como resultado de una gestión tardía, lenta e ineficaz de la crisis financiera global que se inició hace ya un lustro atrás, Europa se encuentra hoy inmersa en una profunda crisis de deuda soberana, que mostró sus primeros dientes en Grecia, que se expandió rápidamente a Irlanda, Portugal y España, y que hoy adquiere dimensiones insostenibles al haber encendido las alarmas en Italia, la tercer economía europea. Como un incendio de verano, la crisis se propagó desde un país que sólo significa el 2% del PBI europeo, hasta abarcar un conjunto de países cuyas economías superan un tercio del producto de la Zona Euro; sin contar a Francia sobre cuyos bonos soberanos surgieron esta semana ataques y amenazas de recalificación. Como consecuencia, el pánico ganó los recintos bursátiles del mundo, registrando una volatilidad que no se recordaba desde el 2008. En palabras de Angela Merkel, ante el Bundestag: “La situación que enfrenta Europa es la más grave desde la Segunda Guerra Mundial”. “El mundo nos está mirando”, “Si cae el euro también caerá Alemania”. En su urgencia por obtener el pleno respaldo de los diputados alemanes a su posición en la Cumbre de Bruselas, Merkel se sinceró: la crisis europea tiene una amplitud y una profundidad que trasciende largamente la “tragedia helénica”. Sin embargo, durante meses el drama europeo se restringió al riesgo de default de la deuda griega: “El fracaso de Europa en ajustar su despilfarro se ha trasladado al deshumanizado ajuste exigido a Grecia” expresaba Daniel Cohn - Bendit en un encendido discurso ante el Parlamento Europeo. La “mascarada” terminó cuando las calificadoras castigaron severamente la deuda española e italiana (120% del PBI), y amenazan la francesa. No sólo los jubilados griegos son los responsables de los sacrificios de los contribuyentes alemanes, ahora también la resistencia de los pensionistas italianos hace tambalear al “inocente” Berlusconi. Ahora si, sin tapujos, se reconoce que la crisis trasciende Grecia: hoy está en juego la supervivencia del euro y de todo el sistema financiero europeo, no sólo de los bancos tenedores de deuda griega. Ante este avance descontrolado de la crisis, la compleja burocracia europea despertó de un incomprensible letargo e inició un proceso de lenta e intrincada construcción de una solución que Trichet ha dado en llamar “global y duradera”. Reunidos en la Cumbre de Bruselas, el miércoles pasado, los presidentes de los 17 países que conforman la Zona Euro, en consulta con los 27 que conforman la CEE, delinearon un plan de abordaje múltiple y simultaneo, que consta de tres pilares fundamentales: la recapitalización de la banca, la reestructura de la deuda griega y la ampliación del fondo de rescate (EFSF):

- Recapitalización de la banca. El capital de máxima calidad requerido será del 9%, el cual deberá alcanzarse el 30 de junio del 2012, lo que equivale a 106.000 millones de euros. La idea es que sean los propios bancos los que consigan el capital necesario para llegar a los mínimos que marca la autoridad bancaria europea (EBA). Antes del final del año, las entidades deben comunicar a sus supervisores nacionales la forma en la que piensan captar los fondos que les falta para alcanzar el mínimo impuesto. Si algún banco no pudiera financiarse de forma autónoma, debe ser el supervisor nacional quien le ofrezca los recursos y en última instancia, el fondo de rescate europeo. Los bancos que necesiten más capital de aquel que puedan conseguir por sus propios medios, no podrán repartir dividendos ni bonos a sus ejecutivos hasta alcanzar el colchón del 9%.

- La reestructura de la deuda griega. Los jefes de Estado acordaron que se condonará un 50% de la deuda griega. La nueva quita, que será voluntaria, supera el 21% pactado el pasado 21 de julio en la anterior reunión europea. Este acuerdo se produjo en el último momento. El Director Ejecutivo del Instituto de Finanzas Internacionales, que aglutina a los principales bancos acreedores, solo cedió cuando la Eurozona accedió a movilizar 30.000 millones para garantizar el resto del pago de la deuda griega. Lo que aún sigue sin definirse son los términos en que los bancos accederán a una suspensión de pagos voluntaria.
La Canciller alemana adelantó al finalizar la cumbre que en diciembre se aprobará el segundo plan de ayuda al país. La idea es otorgar otro crédito de 100.000 millones de euros a las autoridades helenas. A cambio, el Gobierno de Atenas debe asumir una supervisión permanente de la UE. La fecha de la aplicación de este segundo rescate depende de que otras medidas lleguen a buen puerto, por lo que podría retrasarse.

- Ampliación del fondo de rescate. La Unión Europea ha decidido que la cantidad de este plan ascienda a un billón de euros. Una cifra con la que la UE tendrá que hacer frente a la recapitalización de la banca de aquellos países que no puedan afrontarla por si mismos, o la compra y/o garantía de bonos en el mercado secundario para aquellos países que sufran el acoso a su deuda nacional. Así se evita que el BCE compre deuda, una acción que no convence a Alemania. En paralelo, Bruselas trabajará para incrementar el EFSF, con recursos procedentes del FMI y de los países emergentes, fundamentalmente China.

En el corto plazo, la solución construida en Bruselas estaría evitando el default griego y el derrumbe del sistema financiero europeo. Su actual nivel de descapitalización y la toxicidad de sus balances hubiesen desembocado inexorablemente en el congelamiento crediticio y por ende en una recesión económica y una tragedia social. Lo que no está claro es cómo enfrentar de ahí en más la crisis fiscal y de endeudamiento que jaquea a varios países de la Zona Euro. Además, con excepción de Alemania, todos, en mayor o menor grado, enfrentan serios problemas de competitividad, lo que exige grandes esfuerzos en materia de niveles salariales, de empleo y austeridad en el gasto público

¿Están dispuestos los países de Europa política y socialmente a soportar los tremendos ajustes que les exige la supervivencia del esquema de integración al que pertenecen y el símbolo monetario que los engloba? ¿Resistirá el euro a una Europa tan jaqueada económica y políticamente? Por último, ¿los planes de austeridad que hoy se ensayan en Grecia, España, Portugal, Italia, etc., constituirán fuente de saneamiento económico, competitividad y crecimiento o agudizarán la contracción económica, el desempleo y finalmente profundizarán el déficit fiscal y la necesidad de endeudamiento? ¿Entrará Europa en un círculo gradualmente virtuoso, o se deslizará en un círculo vicioso de mayor austeridad, mayor déficit y mayor deuda?

Son interrogantes que el mundo se plantea con incertidumbre y angustia. Por ahora hay una sola certeza. Si la solución aprobada en la Cumbre de Bruselas estabiliza a Europa financieramente, su crecimiento va a ser muy débil y pleno de dificultades en los próximos años. La OCDE acaba de corregir las perspectivas de crecimiento del PBI europeo para 2011 de 2.3% a 0.8%, una perspectiva de claro estancamiento. Sin crecimiento es muy incierto que se alivie la crisis de deuda soberana. Así como sin liderazgo político es muy difícil que se consolide el euro como moneda común.

Visto el problema desde el ángulo de las economías de América Latina, la estabilización financiera de Europa disminuye sustancialmente el riesgo de contagio de una recesión o una abrupta caída de la demanda. No sufriremos los efectos del contagio de una crisis como la del 2009, por ahora, pero sí sufriremos los efectos de un amesetamiento y en consecuencia un comercio internacional en contracción: exportaremos menos, creceremos menos y por ende tendremos que ajustar la dimensión y la calidad del gasto a una situación fiscal más débil. Y lo debemos hacer con urgencia, porque si la solución europea disminuye el riesgo de recesión y contagio, ingresaremos de todas maneras en una faz débil del desarrollo capitalista en el centro del sistema. De la dinámica que puedan aún conservar China e India dependerá fundamentalmente el nivel de comercio y actividad de las economías de América Latina.