jueves, 18 de abril de 2013

Nuevos Paradigmas y Tendencias de la Economía y la Sociedad Global


Este artículo pretende ser el primero de una serie en que nuestras reflexiones intentarán apartarse del análisis coyuntural de la crisis para reflexionar en torno a las tendencias (o en algunos casos los paradigmas) que caracterizarán el nuevo ciclo económico que debemos enfrentar como país y como individuos. Comencemos por cuatro paradigmas que considero los más consolidados, y si bien sus orígenes trascienden hacia el pasado el inicio de la crisis, la consolidación y profundización de su presencia en el presente hace prever su fuerte incidencia en el direccionamiento de la economía global en el futuro.

1. La fragmentación y dispersión geográfica del proceso capitalista de producción

 En la última década se ha producido un verdadero movimiento sísmico en el proceso de producción global. Cientos de grandes empresas de EEUU y algunas europeas, han desplazado parte o gran parte de su cadena de producción y distribución a China, India y otros países asiáticos, traccionadas por las ventajas competitivas proporcionadas por bajos salarios, recursos humanos de aceptable calidad a nivel técnico y gerencial, y un mercado interno en franca expansión en los países receptores. Esto ha generado la fragmentación y dispersión geográfica del proceso capitalista de producción, el cual se ha convertido en un proceso “desnacionalizado” que aleja y fragmenta los conceptos de “nación” e “industria” y diluye la categoría que dominó el análisis del capitalismo industrial, la toma de decisiones y la generación de políticas durante décadas: “la industria nacional”. Este profundo cambio estructural es un nuevo paradigma cuya profundización se irá acrecentando en la medida en que la internacionalización industrial y su fragmentación, se vean facilitadas por la experiencia, la tecnología y los avances en materia de comunicación, transporte y logística.

2. La universalización y homogenización de las pautas de consumo

 Concomitantemente a la internacionalización y fragmentación del proceso de producción, se ha consolidado un proceso de universalización y homogenización de las pautas de consumo a nivel mundial. Este paradigma tiene ya un largo periodo de iniciación, pero ha tenido un fuerte avance en esta última década, fundamentalmente alentado por el crecimiento de la clase media en los países emergentes de Asia, África y América Latina. Solamente en el caso de China, en los últimos treinta años 700 millones han salido de la pobreza y se han incorporado a la clase media. Este nuevo fenómeno de crecimiento de la clase media en varios países emergentes es la base estructural de la globalización de las pautas de consumo y, en consecuencia, la presencia universal de las grandes marcas, incluyendo las marcas de lujo como correlato del incremento de indios y chinos en la  lista de los super-billonarios en Forbes. La tendencia que se origina en este nuevo paradigma se acentuó en la crisis financiera mundial, en la medida en que dos tercios de la tasa de crecimiento del producto global se originan en los países emergentes. Para dimensionar este mundo emergente basta con recordar que ya son ochenta los países que crecen a una tasa superior a la de EEUU. Si este proceso continuase con similar ritmo y tendencia, la clase media global que hoy asciende a 1800 millones de personas, alcanzaría 4900 millones en 2030 (sobre una población mundial de 8300 millones) y su crecimiento tendría lugar en un 80 % en los países emergentes. En dos décadas el mundo se convertiría en una sociedad de clase media, enmarcada por dos grupos: grandes millonarios y una enorme proporción de pobres habitando países que, por dotación de recursos naturales o mala praxis política, se “desengancharon” del proceso de emergencia. Una sociedad global con una clase media emergente, una concentración de riqueza cuantitativamente inimaginable y como consecuencia una creciente desigualdad entre ambos extremos de la curva de distribución del ingreso.

3. La subordinación de la producción y el consumo al capital financiero

El tercer paradigma es la profundización y globalización de una vieja previsión marxista: el control del proceso productivo por el capital financiero. Al análisis de los clásicos sobre la dialéctica capitalista hay que adicionarle la sofisticación, profundidad y alcance que este fenómeno ha tenido sobre el capitalismo global. Desregulado y globalizado, el sistema financiero exhibió la capacidad de dominar, controlar y funcionalizar el proceso de producción y a la sociedad en su conjunto a sus propios intereses: la generación de riqueza se aparta gradualmente de sus funciones originales de adquirir riesgo para financiar el consumo y la generación de bienes (propias del capitalismo industrial) y se traslada a la especulación y las malas prácticas, entre otras, la estructuración de sofisticadísimos productos que disfrazan activos tóxicos y prometen altas ganancias de corto plazo. Todo potenciado por el constante desarrollo de la tecnología y las comunicaciones. Gradualmente la energía de la generación de riqueza se traslada hacia la generación y adquisición de papeles y no de bienes, origen la crisis mundial en la que aún seguimos inmersos. Alcanzó su máxima expresión al final del gobierno de Bush, donde el grado de desregulación, iniciado en la presidencia de Clinton, exhibió su máximo alcance. El gobierno de Obama ha frenado en parte este perverso proceso de desregulación bancaria y del mercado de capitales. Lo mismo ha ocurrido en Europa con varias iniciativas encaminadas por el Banco Central Europeo, como el camino iniciado hacia la Unión Bancaria y las exigencias de capitalización bancaria. Pero la intrincada red institucional vuelve muy lento el proceso de toma de decisiones en la Unión Europea y el sector financiero continúa tomando ventaja de la crisis de deuda soberana y restringiendo – o congelando – el crédito a empresas y familias, lo que obstaculiza la recuperación y agrava la crisis económica, social y política en la que está sumergida Europa, fundamentalmente Europa Mediterránea.
No hay duda de que los bancos son las nervaduras por las que corre la sabia del sistema capitalista: el crédito. Por ende, son irremplazables para que la producción, el consumo y el comercio se desarrollen. Esto aconteció durante décadas desde la revolución industrial. Pero cuando el capital financiero, bancos y mercado de capitales se dejan liberados a su propia dinámica y voracidad, de plataforma impulsora de la economía real pasan a ser protagonistas de su asfixia. El management se escinde de la propiedad y la dinámica de esta asfixia se acelera: la lógica del management es aún mucho más voraz y cortoplacista. La economía pasa a ser un mundo de papel, cuyos valores se generan y se queman dependiendo más de variables especulativas que de parámetros vinculados al trabajo, la inversión, la rentabilidad y la innovación. Esta batalla por la regulación del sistema financiero y para que éste regrese, o se acerque a su función original, caracterizará las próximas décadas. El resultado es obviamente incierto. Sólo para pensar: la regulación, e incluso la propiedad de los bancos chinos por parte del Estado es muy amplia; quizás esté ahí la gran diferencia en el éxito del capitalismo asiático frente al occidental y japonés. Son aún capitalismo.

4. La crisis y reformulación del Estado del Bienestar

En muchos países europeos el Estado del Bienestar había alcanzado su apogeo como modelo económico-institucional capaz de generar riqueza, bienestar y mejor distribución del ingreso. Con la crisis de deuda soberana se levanta el velo del origen de esta ficción y aparece un Estado altamente endeudado y un sector público deficitario, derrochador, corrupto en muchos casos, pero con una gran habilidad para emitir y colocar deuda a bajas tasas, encubiertas bajo la figura del Euro, una moneda con un supuesto gran respaldo. Por supuesto que el sistema financiero (fundamentalmente el alemán) jugó su rol y fue cómplice de esta ficción en torno a la emisión de grandes volúmenes de deuda soberana para financiar un déficit presupuestal con el que se financiaba el show del Estado del Bienestar en Grecia, España, Italia, Portugal, Irlanda y otros países europeos.
La destrucción de esta estructura en países que hasta hace pocos años lo proclamaban como referencia a escala mundial, así como su reformulación, serán protagonistas de varios años de arduo trabajo y sufrimiento para los países que han vivido su crisis y que enfrentan, con mucho descreimiento, su recuperación reformulada. Habrá que analizar con más detenimiento la organización institucional predominante, así como el proceso de generación y distribución de bienes públicos en varios países nórdicos, en los cuales el Estado del Bienestar ha resistido los embates de la crisis global y de Europa en particular.

La consolidación y profundización de estos paradigmas configuran un escenario económico global en el cual el sistema financiero (más regulado) continuará controlando el proceso de producción que avanzará en su internacionalización y segmentación, orientado a satisfacer pautas de consumo homogéneas y globales.