viernes, 9 de julio de 2010

Crisis Global: Cada vez más lejos del Keynesianismo. Cada vez más cerca del ajuste y la austeridad.

Un nuevo y crucial debate se ha instalado en torno a la “estrategia de salida” de la crisis económica y financiera global: continuar con las políticas de estimulo hasta que se vislumbre una recuperación sustentable, o iniciar un proceso de ajuste y austeridad que reduzca progresivamente los abultados déficits fiscales y niveles de endeudamiento en que incurrieron los países desarrollados para enfrentar la contracción económica y desactivar la crisis financiera. La prevalencia a nivel global de uno u otro posicionamiento estratégico puede apuntalar la debilitada recuperación o, por el contrario, conducir a una nueva contracción o, más apocalípticamente, a una “depresión”, como avizora Paul Krugman en su reciente artículo en el New York Times.

Ante una recuperación tan frágil en EEUU y una crisis fiscal tan severa en Europa, la respuesta a esta disyuntiva es crucial para el futuro de la economía global. El enfrentamiento de ambas estrategias ya generó fuertes polémicas en la reunión del G-20 en Toronto. Por un lado, Europa y Canadá proclamando el ajuste y la austeridad, por otro EEUU y América Latina respaldando el gasto y los estímulos. La polémica quedó planteada pero no obtuvo una respuesta consensuada, más bien una declaración final, que enuncia que cada país haga lo que estime conveniente y que tanto el gasto como la austeridad son bienvenidos según las circunstancias, en un marco de sustentabilidad fiscal. Este último concepto aparece por primera vez en léxico del G-20 y sesga la declaración a favor de aquellos gobiernos que proclaman la austeridad. Al igual que en Toronto, el mundo académico debate y se polariza ante ambas posiciones: gasto y estímulos o ajuste fiscal con austeridad. Para Paul Krugman, fervoroso defensor de las políticas Keynesianas, “la austeridad alemana, impuesta a otras naciones de la Zona Euro, a la inversa de lo esperado, agravará la crisis en Europa haciendo más difícil la recuperación de la economías en dificultades, como la española”. Lo mismo piensa Jorge Soros quien atacó duramente las políticas procíclicas que Alemania impone a los países más débiles de la Eurozona sin tener en cuenta las lecciones de la Gran Depresión. En posiciones similares se encuentran George Stigler, Martín Wolf y finalmente Robert Skidelsky, biógrafo de Keynes, quien criticó fuertemente la “conversión a la austeridad” y pronunció una frase que resume magníficamente lo crucial de una decisión en uno u otro sentido: “Estamos por embarcarnos en un experimento trascendental para descubrir cuál de las dos historias de la economía es la verdadera. Si la consolidación fiscal demuestra ser el camino a la recuperación y el crecimiento rápido, entonces deberíamos enterrar a Keynes de una vez por todas. Si en cambio, los mercados financieros y sus lideres resultan ser tan “supertontos” como Keynes pensaba que eran, entonces es necesario enfrentar como es debido el desafío que plantea a un buen gobierno el poder financiero”. Del otro lado se encuentran los líderes europeos más importantes, entre ellos Jean-Claude Trichet, Presidente del Banco Central Europeo, quien sostiene que el ahorro fiscal incrementará el gasto privado reduciendo la incertidumbre respecto de la política impositiva y la deuda del gobierno. También acompañan esta posición los Republicanos en EEUU y en particular la nueva dirigencia inglesa, particularmente la Ministra de Economía Christine Lagarde, que en una posición un poco diferente a los “ultra austeridad”, afirmó que no existe una contradicción entre rigor fiscal y recuperación e introdujo el termino “riguperación” al cual definió como “un equilibrio sutil entre las medidas de responsabilidad fiscal y crecimiento, en una situación difícil”.

Indudablemente estamos ante posiciones muy diversas y en este contexto es difícil abordar el análisis para acercarnos a una respuesta a la interrogante que nos hemos planteado, y que hoy se plantea el mundo económico: ¿estímulos o austeridad? Tampoco existe una teoría económica que pueda ser utilizada para predecir la evolución de una crisis financiera y económica con epicentro en el corazón del mundo desarrollado. Sólo disponemos de análisis expost sobre la “Gran Depresión”, de los cuales se puede extraer algunas lecciones, pero cuya extrapolación al análisis de la crisis actual es muy relativa, ya que ambos contextos y entornos eran muy diversos; fundamentalmente en relación a la globalización del sistema financiero, las comunicaciones, la economía y la política. Hoy la teoría económica ha dejado de liderar el análisis, se va construyendo teoría y verificando hipótesis en forma empírica, a medida que se extiende y expande la crisis. Todos los días aparecen nuevos fenómenos financieros y económicos cuya naturaleza y repercusiones, en un mundo completamente interconectado, nos sorprenden por inesperados.

Por lo tanto, abordar el inicio de un debate más consistente en la controversia entre gasto y austeridad requiere acudir a identificar aquellos rasgos de la realidad más relevantes a esta disyuntiva estratégica: 1) No existen dudas en cuanto a que la economía y las finanzas están completamente globalizadas, por lo tanto las acciones que adopte un país o región frente a la crisis repercutirá a nivel global. El “laissez-faire” sin consecuencias de la Declaración de Toronto es ingenuo; 2) Por otro lado, se reconoce que a pesar del alto grado de globalización existen realidades particulares: la CEE y la Zona Euro constituyen esquemas superiores de integración que deben velar por sus conquistas, más allá de que triunfen o fracasen en el intento; 3) EEUU es la economía más grande del mundo y el principal mercado, su motor lo constituye el gasto de los consumidores que explica el 70% del producto. Aquí la reducción del gasto puede tener repercusiones enormes para EEUU y para la economía global; 4) En cualquier circunstancia la salida de la crisis será lenta, quizás lleve aún muchos años regresar a los niveles de actividad, empleo y comercio que caracterizaron los primeros años de este decenio; 5) Durante muchos años el mundo desarrollado tendrá que liderar con altas tasas de desempleo; hoy hay 47 millones de desempleados en los países desarrollados y fueron destruidos 14 millones de empleos durante la crisis; 6) El rol de los BRICS, y de otros países de América Latina, Asia y África es fundamental para mantener los niveles de actividad y comercio en el periodo de transición hacia un escenario global de mayor crecimiento y regeneración de empleo; particularmente en lo que se refiere a China , cuyo nivel de actividad es cada día más relevante para sostener la demanda global. Ninguno de ellos ha generado durante la crisis los desequilibrios fiscales que caracterizan al mundo desarrollado, quizás porque muchos de ellos sufrieron sus propias crisis y habían iniciado el ajuste con anterioridad. No tienen urgencia de aplicar políticas de austeridad sino de crecimiento, de innovación, de inclusión y de fortalecimiento de su base exportadora.

En el marco de esta realidad, nos vemos tentados a concluir, en forma muy preliminar, que Europa requiere implementar una política de “riguperación” retomando el término de Christine Legarde. Los niveles de déficits y endeudamiento fundamentalmente de los “PIIGS” eran insostenibles y hacían peligrar todo el esquema de integración Europeo. Sin embargo, deberán ser concientes de que el objetivo de reducir el déficit de cada país al menos a la mitad para el 2013, acarreará consecuencias sociales y políticas graves.
Lo que puede ser válido para Europa, no es válido para el resto de los países. Jean Claude Trichet destacó que “los drásticos y simultáneos esfuerzos fiscales realizados por los gobiernos de los países de la Zona Euro, evitaron una segunda crisis financiera, lo que habría enviado al bloque a de vuelta a la recesión” Considero que aún es demasiado riesgoso iniciar una política de reducción del gasto fundamentalmente en EEUU y en los BRICS. Aunque la oposición a Obama en el Congreso desafía el Keynesianismo con el cual EEUU enfrentó inicialmente la contracción. Hace unos días los temores del Congreso respecto del déficit frustraron los esfuerzos de la gestión de Obama por aprobar un nuevo mini estimulo. No queremos imaginarnos qué sucedería si las elecciones de noviembre no lo favorecen.

En conclusión, de Pittsburg a Toronto mucha agua ha corrido bajo el puente: mientras que en la reunión del G-20 del año pasado las grandes economías impulsaron un estímulo keynesiano global, al prometer un estímulo fiscal del 2% del PBI mundial para apuntalar la demanda, en la reunión de junio los países desarrollados se comprometieron a reducir sus déficits para respaldar un ajuste fiscal colectivo de alrededor del 1% de su PBI combinado el año próximo, la mayor contracción presupuestaria sincronizada en al menos cuatro décadas.

Es probable que el resultado no sea otra depresión del estilo Hoover, pero seguramente será una recuperación más débil y mucho más lenta de la que habíamos previsto cuando el Keynesianismo aún prevalecía sobre la austeridad.