Lo
acontecido en Venezuela, luego del paso atrás con el autogolpe generado a
través de la suspensión y autoabsorción de los poderes constitucionales del
Parlamento por parte del Tribunal Supremo de Justicia, refleja que la ruptura
del hilo democrático es irreparable por quien genera su quiebre. Por el
contrario, las acciones que lo suceden exacerban el autoritarismo, más aún
cuando el retroceso fue producto de la condena y la presión internacional.
Es así como se explica la decisión de
inhabilitar a Capriles de ocupar cargos públicos durante quince años, de
acuerdo a un dictamen de la Contraloría General de la República, hecho público el viernes. De acuerdo al mismo, el Gobernador
del Estado de Miranda no podrá aspirar a cargos de representación política hasta cumplir sesenta años de edad.
En su grosera visión del futuro y de su propio posicionamiento en el mismo, la
prisión de López y la inhabilitación de Capriles despoja a la oposición de los
dos líderes con mayor conocimiento y popularidad, eliminándolos por prisión, y
por decreto, de la contienda electoral para la elección de gobernadores este
año —aún sin fecha— y para presidente en 2018. Clara evidencia de que el
régimen es consciente de que ya no tiene el apoyo popular del pasado y, en su
torpe estrategia, opta por eliminar candidatos. Se disolvió la soberbia que lo
caracterizaba cuando un concierto regional e internacional de naciones aplaudían
su autoritarismo, callaban o tomaban ventaja de su corrupción y aplaudían su
desmanejo económico.
Esta
arbitraria y torpe decisión ocurre 24 horas después de que el Consejo Popular
se negara a suspender los cinco jueces que componen el Tribunal Supremo de
Justicia a pesar de la grave falta cometida y de su propio reconocimiento del
error, así como la inconstitucionalidad de la argumentación que fundamentaban
las sentencias de privación de poderes al Parlamento y limitación de la
inmunidad de los parlamentarios.
El
gobierno de Maduro está embretado. No puede profundizar las patrañas
anticonstitucionales porque no tiene el coro que lo justifique y respalde
nacional e internacionalmente. Además, la aguda crisis económica y el precio
del petróleo lo han despojado de todo el combustible que usualmente alimentaba
la maquinaria populista que el régimen ponía en marcha cuando el pueblo
opositor arremetía en la defensa de sus derechos democráticos. Últimamente
también de comida y medicamentos.
Las
manifestaciones opositoras se han extendido a todo el país. El enfrentamiento a
la protesta popular, que se ha sucedido durante casi cuatro días consecutivos
la semana pasada y ha alcanzado su máximo nivel de confrontación y represión
este martes, es una confortación directa al “enemigo”, cargada de brutal
represión. Aumentan los heridos y se acrecienta el número de presos políticos,
que hoy supera los doscientos. El populismo muestra cada día con más claridad
sus aristas más evidentes: los opositores no son discrepantes, son enemigos y
cuando crecen surge la necesidad latente de “eternizarse” en el poder. Con una
moneda destruida, sin divisas (!!), sin medicamentos ni alimentos que
distribuir, sólo queda el garrote y la prisión.
La
oposición es consciente de esta debilidad y en ella basa su estrategia de corto
plazo. No se conforma con que el Parlamento, que controla, haya recuperado sus
poderes y sus miembros su inmunidad. No acepta la prescripción y prisión de sus
líderes. Tampoco que los jueces que integran el Tribunal de Justicia queden
inmunes de su responsabilidad por las sentencias anticonstitucionales que
generaron.
Aún
sin fecha, este año debería haber elecciones para gobernadores y el año que
viene presidenciales. Ante la negación del gobierno, más bien la profundización
de la hostilidad con la prescripción de Capriles, el Frente de Liberación
requiere de una instancia seria de negociación o el adelantamiento de las
elecciones presidenciales para el menor plazo posible. Y cada día, a medida que
el régimen muestra su incapacidad y voluntad negociadora, la exigencia de la
renuncia de Maduro y nuevas elecciones presidenciales crece y se encarna con
mayor fuerza en la protesta creciente del pueblo venezolano. Pero ellos, como
todo el hemisferio, saben que en las sombras acecha el fantasma militar. Por
eso se suceden las ofertas de mediación e incluso inician el proceso mediador y
fracasan, como sucedió con el frustrado proceso que condujo el Papa Francisco.
Para
concluir, quisiera resaltar dos hechos positivos de esta tragedia. En primer
lugar, que el enfrentamiento del gobierno de Venezuela con el gobierno
uruguayo, por la descalificación de nuestro Canciller y las referencias a
nuestro Presidente, es la mayor evidencia de que la izquierda socialista,
sensata y seria, que tiene como objetivo fundamental la defensa de la
democracia, el crecimiento inclusivo y una disminución de la pobreza e
indigencia, no es populismo. Y en algún momento las diferencias afloran y lo
hacen con la suficiente virulencia como para despejar esta diferencia fundamental.