Existe una clara y
contundente diferencia entre populismo e izquierda democrática. El populismo es
autoritarismo, eternización en el poder, debilitamiento institucional y no
concibe discrepancias sino enemigos. La izquierda democrática es
constitucionalista, promueve el crecimiento inclusivo, la apertura al mundo y
el liberalismo cultural.
Los dramáticos estertores del chavismo en
Venezuela, como hubiese sido el final del kirchnerismo en Argentina si éste
hubiese ganado la presidencia, muestran las peores facetas del populismo y
especialmente el latinoamericano: la obsesión “eternizadora" y en su
nombre la corrupción desbocada, el desprecio institucional, el clientelismo
abastecido por una creciente pobreza e indigencia, el capitalismo de amigos, la
inflación desbocada que destruye la moneda y en consecuencia la capacidad de
compra de los trabajadores. La apropiación de prestigiosas organizaciones de
derechos humanos para disfrazarse de progresismo, las oscuras relaciones
internacionales con regímenes igualmente autoritarios, siempre intermediadas
por negocios y prebendas para los “amigos”, y ya en el ocaso del régimen, la
represión y la cárcel. Finalmente, el régimen desprestigiado interna e
internacionalmente se desenmascara y rompe el hilo democrático e ingresa
directamente en la faz dictatorial asumiendo que el apoyo internacional
permanecerá aún vigente. Excepto Cuba y Nicaragua, la comunidad hemisférica e
internacional lo condena, diez países de América Latina, incluido Uruguay, en
una declaración conjunta rechazaron la muerte de manifestantes en las protestas
y solicitaron al gobierno de Maduro definir las elecciones propuestas desde el
año pasado. Pero el hilo constitucional ya se fracturó y no es reparable. El
paso atrás con el autogolpe, generado a través de la suspensión y autoabsorción
de los poderes constitucionales del Parlamento por parte del Tribunal Supremo
de Justicia, refleja que el populismo al ingresar en su fase dictatorial sin
respaldo internacional ni regional, provoca irreversiblemente desenfreno
institucional y genera miedo. La oposición ya no negocia al perder la escasa
confianza política que mantenía en la reposición del régimen constitucional. La
dictadura repone los derechos parlamentarios manteniendo a los jueces que los
suspendieron y se autoadjudicaron el ejercicio de los mismos .Al mismo tiempo,
en un nuevo espasmo autoritario inhabilita a Capriles a ocupar cargos públicos
por quince años.Estas demandas y el reclamo de elecciones presidenciales
inmediatas fueron la bandera de la multitudinaria manifestación opositora del
pasado diecinueve, que terminó en tres muertos, dos de ellos con disparos en la
cabeza, cincuenta heridos y cientos de detenidos. En su discurso Maduro esa
noche, negó la protesta. Chávez, en su esencia populista y eternizadora, nombró
a Maduro como Vicepresidente, alguien que no le hiciese sombra al “eterno” ya
que se ganaba la vida dignamente como chofer de ómnibus. El mismo del
“pajarito” y a quien hoy las encuestas le dan una intención de voto del 9%.
Hoy el gobierno de Maduro está embretado.
Al carecer de respaldo y justificativo nacional e internacional, se ve
imposibilitado de profundizar las patrañas anticonstitucionales. La aguda
crisis económica y el precio del petróleo lo han despojado de todo el
combustible que usualmente alimentaba la maquinaria populista que el régimen
ponía en marcha cuando el pueblo opositor arremetía en la defensa de sus
derechos democráticos. Últimamente también de comida y medicamentos.
Las manifestaciones opositoras se han
extendido a todo el país. El enfrentamiento a la protesta popular, que se ha
sucedido durante casi cuatro días consecutivos la semana pasada, ha alcanzado
su máximo nivel de confrontación y represión este miércoles. Es una
confrontación directa al “enemigo”, cargada de brutal represión con aumento de
heridos y creciente número de presos políticos, los cuales superan los
doscientos. El populismo muestra cada día con mayor claridad sus aristas más
evidentes: los opositores no son discrepantes, son enemigos y cuando crecen
surge la necesidad latente de “eternizarse” en el poder. La “grieta” se
profundiza porque quienes la crean y alimentan aún continúan en el poder. Con
una moneda destruida, sin divisas (!!), sin medicamentos ni alimentos que
distribuir, sólo quedan el garrote y la prisión. Así como sin petróleo quedan
pocos aliados a los que recurrir.
Pero en la desideologización dialéctica del
populismo hay algunos amigos que atender. NICOLAS MADURO FINANCIÓ CON MEDIO
MILLÓN DE DOLARES LA CAMPAÑA POLÍTICA DE DONALD TRUMP. El gobierno venezolano
hizo la contribución a través de CITGO, la subsidiaria de la petrolera estatal,
PEDEVESA. Hay que comprender que EE.UU. nunca dejó de ser el principal
comprador del petróleo venezolano y la única base de sustento del cada vez más
débil régimen chavista.
La oposición consciente de esta debilidad
basa en ella su estrategia de corto plazo. No se conforma con que el
Parlamento, que controla, haya recuperado sus poderes y los miembros su
inmunidad, no acepta la prescripción y prisión de sus líderes, se opone a que
los jueces que integran el Tribunal de Justicia queden inmunes de su
responsabilidad por las sentencias anticonstitucionales que generaron.
Esta descripción del final del chavismo
venezolano, que podría haber sido el final del kirchnerismo en Argentina si se
perpetuaba en el poder -había avanzado con Milani como Jefe de Ejército,
penetrando las instituciones, captando la justicia y acumulado millones de
dólares- es además de una advertencia, un cadáver para realizar una autopsia e
investigar los motivos que lo llevaron a su muerte.
El populismo venezolano dista kilómetros de
la izquierda democrática que gobierna en Uruguay y en Chile. En este panorama
dramático, resalta la confrontación con el Presidente Vázquez -quien no le
atendió el teléfono en cinco oportunidades- y su reclamo a Maduro para que se
retracte públicamente de sus acusaciones contra el Ministro Rodolfo Nin Novoa.
A diferencia de Venezuela, Uruguay, que
está cumpliendo el tercer período consecutivo de gobierno del Frente Amplio, no
ha presentado tasas de crecimiento negativo en ninguno de los doce años de su
gestión. El año pasado, cuando Brasil y Argentina -socios comerciales clave-
padecieron serias recesiones la respuesta, en el marco de una economía abierta
y de una política comercial desidiologizada, fue la apertura de nuevos
mercados.
Uruguay ha llevado adelante durante el
gobierno del Frente Amplio una política macroeconómica seria, sensata e
inclusiva que le ha permitido mantener todos los índices positivos de
crecimiento con una inflación que nunca superó un dígito. Uruguay es miembro
del FMI y no sólo es auditado sino que recibe préstamos compensatorios de éste
organismo. Se universalizó la salud, se aprobó la ley de matrimonio
igualitario, el estado cultiva marihuana para su venta en farmacias y
recientemente se decretó prohibir los piquetes o cualquier manifestación sin
permiso previo concedido. En doce años se redujo la pobreza del 32% al 12% y la
indigencia en dos tercios. Como contrapartida, el déficit ha crecido al 3.6%,
actualmente el Presidente Vázquez ha congelado el gasto, generando una fuerte
polémica al interior del propio Frente Amplio.
En Venezuela la inflación, en el mismo
período, pasó de un 15.9% a un 481% y el índice de pobreza dejó de publicarse
en el año 2014, cuando llegaba al 32%.
Esta comparación evidencia la diferencia
entre populismo e izquierda democrática. Es inadmisible que el populismo se
disfrace porque el ropaje no altera su esencia arbitraria, antidemocrática,
hegemónica y “eternizante”, puede ser de derecha o izquierda, como se evidencia
en Inglaterra, en EE.UU., en Rusia y quizás en la próximas semanas, en algún
otro país de Europa.
Para
concluir, esta tragedia ha generado un hecho positivo para el futuro de América
Latina, en muchos años no habíamos asistido a una reacción
hemisférica tan poderosa en favor de la democracia. El autoritarismo chavista
encontró una América Latina unida en torno a otros valores…. y con el petróleo
a mitad de precio.