lunes, 17 de octubre de 2011

Incertidumbre global

El mundo ha ingresado en una inusual crisis de pánico y ansiedad a la espera, el 23 de octubre, de la anunciada solución regional a la profunda crisis de deuda soberana que sumerge a toda Europa. Esta crisis, que mostró sus primeros síntomas en Grecia, se ha extendido a varios países del continente. España e Italia han visto recalificada a la baja su deuda soberana, y como en el caso griego existe una creciente desconfianza a que las políticas de ajuste, a las que se han comprometido estos países, no sean políticamente sustentables, más aún que generen un círculo vicioso que conduzca a mayor ajuste, menor crecimiento, mayor déficit y nuevamente más deuda soberana. Trataremos de reflexionar en relación a esta situación y a los efectos que podrían derivarse de la solución que hoy se cuece a fuego lento entre la CEE, el BCE y el FMI, bajo el liderazgo político en última instancia de Merkel y Sarkozy

Esta cuidadosa construcción que el mundo y los mercados esperan con creciente ansiedad tiene cuatro pilares principales fundamentales:

1. La recapitalización de los bancos europeos, fundamentalmente alemanes y franceses, que a pesar del discutido examen de stress de julio (en el que no se incluyó la hipótesis de default) viven una aguda crisis de capital que ha generado un severo congelamiento crediticio, fundamentalmente a gobiernos y corporaciones. La idea central a este respecto es que los bancos logren antes de fines del primer semestre del 2012 un 9% de reservas de capital para poder enfrentar los riesgos soberanos, aunque se maneja distender esta exigencia a un 7-8%. Según las últimas cifras recabadas por la “Autoridad Bancaria Europea” (EBA) el déficit de capital de los bancos europeos ascendería a 248.000 millones de Euros si la marca mínima se ubica en 9%, y a 124.000 millones si la marca del regulador desciende al 7%. El déficit de capital de los bancos sería cubierto por inversores privados, fundamentalmente sus actuales accionistas, por los Gobiernos Nacionales o por la facilidad regional ampliada (EFSF). El énfasis en cada una de estas fuentes de financiamiento domina hoy el debate entre los distintos actores que participan en la elaboración del plan. Sarkozy privilegia la urgencia y ante la evidencia de la reticencia que presentarán los inversores privados, cede a que sean los Gobiernos y el EFSF quienes lideren la recapitalización. Merkel, más cuidadosa de los efectos políticos sobre los contribuyentes alemanes, insiste en que debe llegarse a un acuerdo previo con los fondos privados e insistir en que sean los países y no el EFSF quien lidere la capitalización. Tampoco se ponen de acuerdo en si conviene recapitalizar a todos los bancos o dejar caer algunos, repitiendo la estrategia seguida con Lehman Brothers por EE.UU. hace tres años. El reciente salvataje del Dexia mostraría lo contrario. Sin embargo, la recapitalización sería selectiva. Si prevaleciese el criterio del 9% serían 66 los bancos que no superarían la prueba, frente al medio centenar que no lograría alcanzar la meta del 7%. Los montos, plazos y las condiciones podrían variar entre bancos de acuerdo al resultado de las pruebas que instrumentaría la EBA, privilegiándose aquellos bancos con un impacto sistémico a nivel regional y global. Entre las entidades que necesitarían un mayor volumen de capital se encuentran el Royal Bank of Scotland, el Deutsche Bank y el francés BNP Paribas, con una necesidad de 47.000 millones entre las tres. El objetivo de las autoridades europeas es contar con los resultados de las pruebas antes del 23 de este mes.

2. Una quita de la deuda griega que oscilará entre 21% y 50%. Incluso ya se habla de extender la quita a la deuda portuguesa e irlandesa.

3. La ampliación a 440.000 millones del EFSF como fondo de rescate o garantía de países sobreendeudados y con dificultades de acceso al mercado de capitales.

4. Generación de liquidez a través de la compra de bonos de los países con serios problemas de deuda soberana por parte del BCE.
Además, se estudia elevar la capacidad de intervención del EFSF para que pueda asegurar parte de las pérdidas sobre bonos soberanos. Si prevalece esta posición el EFSF garantizaría el 20% de las mismas.

En base a estos componentes, las autoridades europeas pretenden diseñar un plan “sustentable” como solución a la crisis de deuda soberana que aqueja a Grecia gravemente y se extiende por varios países de Europa. Tengamos en cuenta que Grecia fue la patada inicial, pero la crisis dio un salto cualitativo importante cuando atacó a Italia. No es casual la sensibilidad acentuada que mostró la banca francesa y el propio Sarkozy a partir de la cuantificación y revelación de la situación de la deuda soberana en Italia. Esto se comprende mejor cuando se entiende que la deuda italiana en manos de tenedores galos supera el 20 % del PBI de Francia. Bajo presión creciente, incluso del presidente Obama solicitando a los presidentes europeos arribar a una solución sólida y duradera, la idea es llegar al 23 de octubre con el plan diseñado para poder presentarlo al G-20 la primera semana de noviembre. En palabras del ministro francés de finanzas: “Francia cree que para estabilizar la situación, lo que hace falta es un plan global y duradero que incluya el Fondo Europeo, la recapitalización de la banca, una solución a la duda griega y la reforma de la gobernanza económica de la Zona Euro”.
Nos preguntamos: ¿serán suficientes estos componentes para evitar la recesión en Europa?
En le corto plazo, se estaría evitando el derrumbe del sistema financiero, lo que no es menor. Su actual nivel de descapitalización, toxicidad de sus balances, desconfianza, congelamiento crediticio, incluso entre ellos, desembocaba inexorablemente en una tragedia financiera, económica y social. Esta urgencia parecería que desaparece por un tiempo del escenario a partir de fin de mes. Lo que no esta claro es cómo enfrentar de ahí en más la crisis fiscal y de deuda en los países de Europa. Con excepción de Alemania, todos, en mayor o menor grado, enfrentan serios problemas de competitividad. Esta doble situación de altos déficits ya adquiridos y baja competitividad, exige grandes esfuerzos en materia de niveles salariales, de empleo y austeridad en el gasto público para reducir el costo del estado sobre el sector productivo de la economía.
¿Están dispuestos los países de Europa política y socialmente a soportar estos tremendos ajustes que les exige la supervivencia del esquema de integración al que pertenecen y el símbolo monetario que los engloba?
¿Resistirá el Euro a una Europa tan jaqueada económica y políticamente? Por último, ¿los planes de austeridad que hoy se ensayan en Grecia, España, Portugal, Italia, etc., constituirán fuente de saneamiento económico, competitividad y crecimiento o agudizarán la contracción económica, el desempleo y finalmente profundizarán el déficit fiscal y la necesidad de endeudamiento? ¿Entrará Europa en un círculo gradualmente virtuoso, o se deslizará en un círculo vicioso de mayor austeridad, mayor déficit y mayor deuda?
Son interrogantes que el mundo se plantea con incertidumbre y angustia. Por ahora hay una sola certeza. Si Europa se estabiliza financieramente, su crecimiento va a ser muy débil y pleno de dificultades en los próximos años, fundamentalmente si se consolida la posición de respaldar el Euro como objetivo de largo plazo. Mantener a flote la moneda común tendrá un gran costo político en los próximos años. Es de esperar que no reaparezca el fantasma de la crisis financiera. Para eso debe prevalecer una regulación mucho más rígida por parte de la autoridad bancaria comunitaria, así lo exige la actual experiencia. Solo un ejemplo para entender la irresponsabilidad regulatoria a la que se había llegado: Dexia aprobó con holgura los tests que aplicó ABE en julio de las 91 entidades que se presentaron. Dexia emergía con solidez incuestionable, era la número 12 con un capital del 12.1% que declinaría a un confortable 10.2% a fines del 2012. Tres meses después su posición se pulverizó. A pesar de que ya fue rescatada en 2008, mantiene una cartera tóxica de 127.000 millones. El nuevo rescate costará a Bélgica 72.000 millones de dólares (cerca de un 15% de su PBI), Francia 44.000 millones y Luxemburgo 4.200. Si la seriedad del organismo regulador continúa con esta actitud no hay solución ni fondos que alcancen para evitar un nuevo desastre financiero. Queda una seria sospecha detrás de todas estas cifras. Hoy la encarnan los “indignados” del mundo en sus consignas: ¿estamos ante intereses nacionales o intereses corporativos? Si el rescate de los bancos finalmente se produce, ¿jugarán estos bancos a favor de disolver la “sequía crediticia” y respaldar la reactivación?
Pensemos con una dosis importante de optimismo, ya que la dosis de pánico ha sido muy intensa en Europa y el mundo como para actuar con la frivolidad e imprevisibilidad con la que lo han hecho sus líderes hasta el presente. Pensemos también que hay signos favorables en la economía de EE.UU., fundamentalmente en relación a la confianza del consumidor. Pensemos que la economía china no presenta síntomas graves de estancamiento, más allá de la lucha contra la inflación a la que se está enfrentando gradualmente. Si todo esto se armoniza en el último trimestre, enfrentaremos un mundo más estable, más austero y sin variaciones en el nivel de empleo y crecimiento. La economía política cambia de enfoque. Ya no se trata de administrar políticamente la crisis sino la austeridad y el estancamiento.
En este contexto la naturaleza del contagio hacia nuestras economías cambia. Si Europa adelanta el 23 una solución sólida no sufriremos los efectos del contagio de una crisis como la del 2009, pero sí sufriremos los efectos de un comercio internacional en contracción: exportaremos menos, creceremos menos y por ende tendremos que ajustar la dimensión y la calidad del gasto a una situación fiscal más débil. Y lo debemos hacer con urgencia, porque si el mundo obvia la crisis europea de deuda soberana, ingresaremos en la faz “triste” del desarrollo capitalista en el centro del sistema. De la dinámica que puedan aún conservar China e India dependerá fundamentalmente el nivel de comercio y actividad de las economías de América Latina.