martes, 4 de abril de 2017

LA RED DEMOCRATICA INTERNACIONAL PUDO MAS QUE LAS ASPIRACIONES GOLPISTAS DE MADURO

En 48 horas la fuerte presión ejercida por una red de gobiernos regionales y organismos multilaterales, así como una amplia gama de intelectuales y políticos de reconocido prestigio, hizo que el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela diese marcha atrás en sus decisiones y devolviera los poderes arrebatados al Parlamento.

Lo acontecido en estos últimos días en Caracas conforma una dialéctica política que oscila entre la alarma y la esperanza para América Latina.
A mediados de la semana pasada el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela (TSJ), a través de dos decretos, despojó al Parlamento, de mayoría opositora, de los poderes atribuidos a éste por la Constitución Nacional y a su vez limitó la inmunidad de sus integrantes. Una extraña figura para la colección de quiebres constitucionales que ha sufrido nuestro continente: un golpe de estado ejercido y avalado por el Tribunal Supremo de Justicia, que a su vez se autotraspasó el ejercicio de  los poderes arrebatados al Parlamento 

Como después se supo, frente a la reacción internacional, intervino el ejercito a través del  Consejo de Defensa para “enfriar” los sueños de Maduro y su Vicepresidente.
El desaguisado constitucional e institucional fue reparado después de que el Consejo de Defensa de la Nación de Venezuela solicitó el sábado al TSJ la derogación de las sentencias contenidas en ambos decretos. También, y previo a su derogación, ambas medidas habían sido valientemente objetadas por la Fiscal General de la Nación: Luisa Ortega Díaz.

Esta marcha atrás de un claro intento de Golpe, tiene una única y clara explicación en las explícitas denuncias de fractura democrática expresadas por muchos Gobiernos de América Latina, entre ellos el uruguayo, por la OEA, el Gobierno de EEUU (comprador mayoritario del petróleo venezolano) y por la amenaza de la reunión extraordinaria del Mercosur la cual ya  estaba citada para que aconteciese en Buenos Aires el sábado en la tarde, donde el Gobierno Argentino ejerce la Presidencia pro tempore de este organismo. Finalmente, los cancilleres de los cuatro países fundadores del Mercosur instaron a Venezuela a garantizar la separación de poderes, a respetar el cronograma electoral y liberar los “presos políticos”. El haber agregado este último punto en la declaración es de suma importancia, no solo porque reconoce su existencia, si no también porque se suma al reconocimiento y apoyo que alrededor de 140 presos políticos reclaman en Venezuela. También la Internacional Socialista aprobó una dura condena al Gobierno de Maduro y personajes de la talla de Felipe González y Vargas Llosa levantaron su voz en defensa de mantener el orden democrático y el respeto a la Constitución y las instituciones en Venezuela.  

Estos hechos conforman la ESPERANZA que nos genera este episodio de 72 horas, durante las cuales estuvo en peligro la democracia en AL y nos obliga a pensar en cuál era el entorno regional e internacional cuando se sucedían los golpes de estado y éramos internacionalmente conocidos por nuestras dictaduras, algunas de la cuales se perpetuaron por décadas en el poder. No nos era familiar una reacción tan rápida y eficaz como la que desbarató el golpe y quizás la dictadura del Chavismo venezolano. Sin lugar a dudas estamos ante un escenario diferente. La región ha desarrollado una red de contención democrática que el Gobierno de Venezuela no imaginaba que desbarataría sus intenciones golpistas enfrentándolas con un consistente muro democrático. Ahora todos sabemos que generar una fractura constitucional tiene costo, que no es sencillo llevarlo acabo.

ALARMA porque sucedió. Porque el fantasma del golpe aún cabalga en América Latina. En un caballo débil, pero lo hace. Si lo de Venezuela prosperaba era una tragedia para todo el continente. En un momento que parecía que estos atropellos antidemocráticos perdían vigor, el Chavismo venezolano irrumpe resquebrajando su estructura democrática. Una mala lectura de Maduro, aún pensaba que el populismo lo acompañaba y el populismo se ha desvanecido en América Latina. El Chavismo  recibió el apoyo de figuras políticas individuales que lo integraron pero que hoy no están ya en posiciones de poder. En este sentido, también tiene valor la marcha atrás de Venezuela, el mapa político cambió y este cambio no se trata de izquierda y derecha se trata de Democracia o Autoritarismo.


Las “pillerías” constitucionales como la que acaba de ocurrir en Paraguay, donde 25 senadores, incluyendo la derecha de Cartes y la izquierda de Lugo, se encerraron en un cuarto, en ausencia del Presidente del Senado y fuera del recinto para aprobar un llamado a referéndum para modificar la Constitución y permitir la reelección. Nuevamente el autoritarismo y el deseo de perpetuarse en el poder se disocian de las posiciones ideológicas de los protagonistas.

La marcha atrás de Venezuela, el atropello parlamentario en Paraguay y la inmediata y violenta reacción del pueblo de Asunción, así como la firme posición de Uruguay en la declaración de Buenos Aires, son señales de que el mapa político en América Latina ha iniciado un proceso de reconfiguración y madurez importante. Esto es muy relevante y sorprendente para los venezolanos, que a fuerza de fracasos descubren que la defensa de la democracia no es un problema de derecha o izquierda, porque la condena la hicieron gobiernos que ideológicamente se identifican con una u otra tendencia.

La esperanza de que hablábamos es que pueden haber grandes discrepancias en cómo enfrentar el acuciante problema de la pobreza y la inclusión en América Latina, pero el sendero populista y autoritario, sea de derecha o izquierda, se agota en sus propias contradicciones. Y en su lugar se teje una red que privilegia y defiende la representatividad popular, la separación de poderes del Estado, la vigencia de la Constitución y el mandato que ésta expresa.

Maduro hace cuatro días que llama a Vázquez para lograr su apoyo y desautorizar a nuestro Canciller y al Secretario General de la OEA. No ha entendido que la posición progresista de Uruguay no necesariamente conduce a coincidir con sus aspiraciones golpistas.