En 48 horas la
fuerte presión ejercida por una red de gobiernos regionales y organismos
multilaterales, así como una amplia gama de intelectuales y políticos de
reconocido prestigio, hizo que el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela
diese marcha atrás en sus decisiones y devolviera los poderes arrebatados al
Parlamento.
Lo acontecido en
estos últimos días en Caracas conforma una dialéctica política que oscila entre
la alarma y la esperanza para América Latina.
A mediados de la
semana pasada el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela (TSJ), a través de
dos decretos, despojó al Parlamento, de mayoría opositora, de los poderes
atribuidos a éste por la Constitución Nacional y a su vez limitó la inmunidad
de sus integrantes. Una extraña figura para la colección de quiebres
constitucionales que ha sufrido nuestro continente: un golpe de estado ejercido
y avalado por el Tribunal Supremo de Justicia, que a su vez se autotraspasó el
ejercicio de los poderes arrebatados al Parlamento
Como después se
supo, frente a la reacción internacional, intervino el ejercito a través del
Consejo de Defensa para “enfriar” los sueños de Maduro y su
Vicepresidente.
El desaguisado constitucional e institucional fue reparado después de que
el Consejo de Defensa de la Nación de Venezuela solicitó el sábado al TSJ la
derogación de las sentencias contenidas en ambos decretos. También, y previo a
su derogación, ambas medidas habían sido valientemente objetadas por la Fiscal
General de la Nación: Luisa Ortega Díaz.
Esta marcha atrás de un claro
intento de Golpe, tiene una única y clara explicación en las explícitas
denuncias de fractura democrática expresadas por muchos Gobiernos de América
Latina, entre ellos el uruguayo, por la OEA, el Gobierno de EEUU (comprador
mayoritario del petróleo venezolano) y por la amenaza de la reunión
extraordinaria del Mercosur la cual ya estaba citada para que aconteciese
en Buenos Aires el sábado en la tarde, donde el Gobierno Argentino ejerce la
Presidencia pro tempore de este organismo. Finalmente, los cancilleres de los
cuatro países fundadores del Mercosur instaron a Venezuela a garantizar la
separación de poderes, a respetar el cronograma electoral y liberar los “presos
políticos”. El haber agregado este último punto en la declaración es de suma
importancia, no solo porque reconoce su existencia, si no también porque se
suma al reconocimiento y apoyo que alrededor de 140 presos políticos reclaman
en Venezuela. También la Internacional Socialista aprobó una dura condena al
Gobierno de Maduro y personajes de la talla de Felipe González y Vargas Llosa
levantaron su voz en defensa de mantener el orden democrático y el respeto a la
Constitución y las instituciones en Venezuela.
Estos hechos
conforman la ESPERANZA que nos genera este episodio de 72 horas, durante las
cuales estuvo en peligro la democracia en AL y nos obliga a pensar en cuál era
el entorno regional e internacional cuando se sucedían los golpes de estado y
éramos internacionalmente conocidos por nuestras dictaduras, algunas de la
cuales se perpetuaron por décadas en el poder. No nos era familiar una reacción
tan rápida y eficaz como la que desbarató el golpe y quizás la dictadura del Chavismo
venezolano. Sin lugar a dudas estamos ante un escenario diferente. La región ha
desarrollado una red de contención democrática que el Gobierno de Venezuela no
imaginaba que desbarataría sus intenciones golpistas enfrentándolas con un
consistente muro democrático. Ahora todos sabemos que generar una fractura
constitucional tiene costo, que no es sencillo llevarlo acabo.
ALARMA porque
sucedió. Porque el fantasma del golpe aún cabalga en América Latina. En un
caballo débil, pero lo hace. Si lo de Venezuela prosperaba era una tragedia
para todo el continente. En un momento que parecía que estos atropellos
antidemocráticos perdían vigor, el Chavismo venezolano irrumpe resquebrajando
su estructura democrática. Una mala lectura de Maduro, aún pensaba que el
populismo lo acompañaba y el populismo se ha desvanecido en América Latina. El
Chavismo recibió el apoyo de figuras políticas individuales que lo
integraron pero que hoy no están ya en posiciones de poder. En este sentido,
también tiene valor la marcha atrás de Venezuela, el mapa político cambió y
este cambio no se trata de izquierda y derecha se trata de Democracia o
Autoritarismo.
Las “pillerías”
constitucionales como la que acaba de ocurrir en Paraguay, donde 25 senadores,
incluyendo la derecha de Cartes y la izquierda de Lugo, se encerraron en un
cuarto, en ausencia del Presidente del Senado y fuera del recinto para aprobar
un llamado a referéndum para modificar la Constitución y permitir la
reelección. Nuevamente el autoritarismo y el deseo de perpetuarse en el poder
se disocian de las posiciones ideológicas de los protagonistas.
La marcha atrás de Venezuela,
el atropello parlamentario en Paraguay y la inmediata y violenta reacción del
pueblo de Asunción, así como la firme posición de Uruguay en la declaración de
Buenos Aires, son señales de que el mapa político en América Latina ha iniciado
un proceso de reconfiguración y madurez importante. Esto es muy relevante y
sorprendente para los venezolanos, que a fuerza de fracasos descubren que la defensa
de la democracia no es un problema de derecha o izquierda, porque la condena la
hicieron gobiernos que ideológicamente se identifican con una u otra tendencia.
La esperanza de
que hablábamos es que pueden haber grandes discrepancias en cómo enfrentar el
acuciante problema de la pobreza y la inclusión en América Latina, pero el
sendero populista y autoritario, sea de derecha o izquierda, se agota en sus
propias contradicciones. Y en su lugar se teje una red que privilegia y
defiende la representatividad popular, la separación de poderes del Estado, la
vigencia de la Constitución y el mandato que ésta expresa.
Maduro hace cuatro
días que llama a Vázquez para lograr su apoyo y desautorizar a nuestro
Canciller y al Secretario General de la OEA. No ha entendido que la posición
progresista de Uruguay no necesariamente conduce a coincidir con sus
aspiraciones golpistas.