La
globalización es un proceso virtuoso que, enriquecido por el vertiginoso avance
de la tecnología y las comunicaciones, diluyó fronteras y expandió el comercio
y el progreso. Pero a su vez ha tenido consecuencias indeseadas: entre otras,
el Nacionalismo y el Populismo, con tonalidades de izquierda y de derecha,
pero con los mismos rasgos autoritarios y antidemocráticos, además de racistas
y xenófobos en EE.UU. y Europa.
La
globalización es un proceso expansivo y virtuoso que, respaldado y enriquecido
por el vertiginoso avance tecnológico, ha impulsado la fragmentación y
universalización del proceso de producción, el crecimiento y la diversificación
del comercio, la formidable expansión de las comunicaciones y,
fundamentalmente, el acercamiento de la cultura y los valores que caracterizan
a cada país y a cada grupo humano, por más pequeño y previamente desconocido
que éste sea. La globalización "achicó el mundo", diluyó las
fronteras, universalizó las ideas y expandió la lucha por las causas justas y
los derechos universales. Pero a su vez, como proceso socioeconómico y político
desarrollado a escala global, ha tenido también consecuencias indeseadas. Entre
las más graves: reacciones proteccionistas ante el avance del crecimiento y la
apertura del comercio mundial; la prevalencia de los intereses del capital
financiero en el desarrollo del capitalismo post-industrial; la agudización de
la desigualdad de ingresos entre países y regiones -hoy un 1% de la población
mundial concentra más ingresos que el 99% restante- e incluso, en el mundo
desarrollado, el miedo de vastos sectores de la mano de obra a quedar obsoletos
en la calidad de sus capacidades y desplazados por el traslado de industrias a
países con menores salarios y mayor productividad. El voto por Trump en Estados
Unidos es preponderantemente hijo de ese miedo a que “nos roben los trabajos”,
temor compartido por muchos de los ingleses que votaron en contra de continuar
en la Unión Europea, o sea por el "Brexit".
En
el plano político la globalización acrecentó el nacionalismo e incubó el
surgimiento del Populismo -con tonalidades de izquierda y de derecha- pero
compartiendo un mismo corazón ideológico, con los mismos rasgos
antidemocráticos, autoritarios y empobrecedores del debate ciudadano,
reduciéndolo a un relato que genera adhesiones o rechazo y con el cual se puede
acordar enteramente o correr el riesgo de disentir y ser catalogado como
enemigo e incluso traidor, amplificando una "grieta" en la sociedad
entre quienes respaldan el modelo supuestamente "nacional y popular"
y quienes reclaman democracia y participación y en el límite del modelo,
trabajo y comida.
En
próximos artículos nos referiremos a los efectos indeseados de carácter comercial
y financiero de la globalización, pero dada la actualidad de los hechos que
acontecen en Venezuela, que aún condicionan la realidad argentina y que serán
determinantes del resultado electoral del martes en EEUU, en este artículo nos
concentraremos en intentar un entendimiento de la dialéctica, y de la peligrosa
propagación del Populismo tanto en los países desarrollados como en las
economías emergentes y los países en desarrollo.
La
primera distinción que es necesario hacer es que cualquier asimilación del
Populismo a la izquierda democrática seria y moderna es falsa y
malintencionada. Como asimismo cualquier defensa desde la izquierda democrática
a regímenes claramente populistas, como el "Kirchnerato" o el Chavismo, es por lo
menos ingenua y quizás equivocada y carente de valores republicanos.
El
origen de los tres regímenes es el retorno a una visión "bárbara" de
la realidad. Los bárbaros entendían que todo lo desconocido era una amenaza y
debían considerarlo como un enemigo, por lo tanto era necesario enfrentarlo.
Los gobiernos populistas consideran al mundo un enemigo y las relaciones
internacionales pasan a ser controladas por la lógica de la conspiración y la
confrontación. Las alianzas internacionales de la Argentina Kirchnerista
quedaron reducidas a Irán, Venezuela y confusos acercamientos con Putin. El Kirchnerismo
llegó al colmo de conspirar con Uruguay llevándonos al borde de la
confrontación. Venezuela ha reducido su respaldo político a Cuba, Ecuador y
Nicaragua. EE.UU. es a la vez su principal enemigo y su mayor proveedor de
divisas a partir de ser su mayor comprador de petróleo. Si gana Trump no se
concretarán los dos grandes acuerdos regionales impulsados por Obama y en
proceso de negociación: el acuerdo transpacífico y el transatlántico (con Europa), y el NAFTA (con México y Canadá) se renegociará.
La
dinámica política del Populismo está dominada por crecientes limitaciones al
ejercicio de los derechos políticos y las progresivas suspensiones de las
facultades constitucionales. En Venezuela se ha ido más allá con el
encarcelamiento de opositores y amenazas de intervención militar. La suspensión
del referéndum revocatorio y el desconocimiento de decisiones parlamentarias
por la arbitraria falta de legitimidad de algunos representantes son ejemplos
groseros del deterioro democrático -ojalá que la mediación Vaticana genere un
resultado conciliador y no sea una nueva medida dilatoria-
Como
todo Populismo implantado en países pobres, se agota el discurso -siempre
extenso y dirigido al pueblo- cuando se desploma el precio de la "mono
materia prima" -la soja en Argentina y el petróleo en Venezuela- que
habilita atender algunas necesidades populares pero, fundamentalmente, a poner
en movimiento la trama de la corrupción para enriquecer al "jefe" y
eternizar el modelo nacional y popular.
En
el caso de los países desarrollados, y en EEUU, la dinámica política del
Populismo es diversa. Si bien está conducida por el miedo, la retroalimenta el
nacionalismo y por ende adquiere terribles perfiles de racismo y xenofobia. Las
minorías, los migrantes y las economías emergentes, hacia las cuales se
trasladaron procesos industriales que luego venden sus productos finales en el
mercado norteamericano, se han transformado en el "evil" contra el
cual los "cruzados blancos" deben luchar para sobrevivir.
En
relación a la arbitrariedad del régimen que puede emerger si triunfa Trump, la
situación es diversa en EE.UU. que cuando el Populismo se implanta en un país
emergente o en desarrollo. EE.UU. es un régimen federal consolidado y el
Parlamento (ambas cámaras) pueden limitar con éxito las arbitrariedades mayores
de la barbarie nacionalista, proteccionista, racista y xenófoba. Pero las habrá
en la medida que las atribuciones presidenciales lo permitan.
Para
terminar, desgraciadamente Trump no termina en Trump. Aún perdiendo quedará la
mitad de la población de EEUU que han asimilado su mensaje, su odio y su
xenofobia, muchos de ellos armados. Y peor aún, se preparan muchos otros Trump
en Europa con posibilidades cada día más ciertas de ser electos. La
globalización continuará como un proceso virtuoso pero enfrenta un defecto no deseado:
el Nacionalismo y el Populismo.