lunes, 1 de junio de 2009

El nuevo orden económico mundial

Me resulta estimulante compartir con ustedes la traducción de un artículo publicado por The Economist sobre una aproximación, obviamente desafiante, al escenario global post-crisis, fundamentalmente en lo que se refiere a su dimensión monetaria. Creo que este tema dominará el debate por un tiempo y aunque no avizoremos que al menos en el corto plazo el próximo orden monetario se establezca en Pekín y no en New Hampshire, los cambios relativos en las fortalezas de las monedas rectoras del intercambio comercial y financiero a nivel global, así como el abrupto cambio en las relaciones entre deudores y acreedores como producto del endeudamiento exorbitante de EEUU, traerán aparejados cambios en el Sistema Monetario Mundial, en los roles de los Bancos Centrales y de los Organismos Financieros Internacionales, en el comercio, en las tasas de interés, en las tasas de cambio y probablemente en la naturaleza del Patrón Monetario Mundial. Quizás comentar este articulo, que implica avizorar un escenario extremo, nos permita visualizar escenarios intermedios que con seguridad reemplazarán, en una profundidad que aún no conocemos, el Sistema Monetario Global herido por el descuido que hizo de su moneda a quien se le otorgó el rol de velar por el Patrón Dólar.


“Pekín reemplazará a Bretton Woods” - The Economist

“Todos los sistemas monetarios y económicos son una lucha entre los deudores, que quieren inflación, y los acreedores, que están decididos a mantener el poder de compra de su moneda. En una democracia, ésta es una batalla muy fluida. Los acreedores tienen el dinero y, por tanto, la atención de la elite política; los deudores tienden a tener los votos.

Los acreedores han impuesto periódicamente anclas monetarias en el intento de derrotar el lobby de los deudores. Estas anclas se crean en tiempos de prosperidad, pero aparecen dificultades en las recesiones. El patrón oro no sobrevivió a la depresión. Para las naciones con escasez de oro, lo "correcto" era elevar los tipos de interés para atraer el oro; la austeridad que esto impuso al resto de la economía era inaceptable en términos políticos.

La era de Bretton Woods reemplazó al patrón oro con el del dólar. El sistema funcionó bien más de dos décadas y ayudó al boom económico de posguerra, sobre todo en Alemania y en Japón. Se quebró porque Estados Unidos se negó a pagar el precio local por soportar el peso del sistema.

Cuando Bretton Woods fracasó, no fue evidente inmediatamente qué era lo que lo reemplazaría. Las naciones europeas, en particular, se inclinaron por mantener tipos de cambio fijos. Pero, eventualmente, se impusieron los flotantes, en particular para las divisas más importantes, el dólar, el yen y el marco alemán.

El problema para los acreedores es que el sistema de tipos de cambio flotantes utilizaba papel moneda. ¿Qué pondría coto a los instintos inflacionarios de los gobiernos? Una vez que se aceptó que los mercados podían fijar los tipos de cambio, ya no se necesitaron controles de flujos de capitales. Y una vez que se aceptó que los mercados podían fijar los tipos de cambio, ya no se necesitaron controles de flujos de capitales. Y una vez que el capital pudo fluir libre, los gobiernos indisciplinados podían ser castigados con rindes de los bonos más altos. Los políticos trataron de tranquilizar a los mercados con más poder a los bancos centrales, algunos de los cuales fijaron objetivos inflacionarios explícitos.

El sistema post Bretton Woods funcionó bien y engendró un largo período de baja inflación y crecimiento sostenido. Pero uno de los motivos de su aparente éxito, el crecimiento de la India y China, puede haber llevado a su caída. El ingreso de estas naciones al sistema financiero global fue un shock de oferta que hizo caer las tasas de inflación. Como dijo Stephen King, economista de HSBC, el resultado pudo haber sido una deflación benigna que elevara los niveles de vida occidentales. Pero los bancos centrales se esforzaron por evitar una deflación; el resultado fue una política monetaria laxa que alentó burbujas de activos, que duraron más de lo esperado porque la inundación de ahorros de los mercados en desarrollo hizo caer la tasa libre de riesgo. Dada la garantía explícita del Estado que apuntala al sistema bancario, los bancos centrales tienen que monitorear la estabilidad financiera y los precios de los activos. Al mismo tiempo, algunos bancos centrales crearon dinero para apuntalar los mercados, con el efecto benéfico de financiar los déficit fiscales.

VIEJO DILEMA. Puede darse el mismo viejo dilema. Habiendo gastado una fortuna en el rescate de bancos, los gobiernos occidentales tendrán que pagar el precio con impuestos más altos para cubrir intereses. Dadas las implicancias políticas de esta austeridad, estará la tentación de caer en default por el engaño y por la astucia, y dejar depreciar sus monedas. Los inversores son conscientes de este peligro; los rindes de los bonos del Tesoro a diez años están un punto porcentual más alto que a comienzos del año.

Las naciones acreedoras suelen establecer las reglas y el nuevo sistema monetario global será incapaz de operar sin la venia de China, un país acreedor que tiene controles de capital y tipos de cambio administrados. Se dio por supuesto que China tendrá que acercarse al modelo occidental. Pero ¿por qué no puede ser al revés? Los países occidentales adoptaron los mercados de capitales libres. ¿Podrá China ahora decidir qué se hace? Por incómodo que pueda ser para occidente, es más probable que el próximo orden monetario se establezca en Pekín, y no en New Hampshire”.