Como lo venimos adelantando en varios artículos publicados este año, los países desarrollados muestran signos cada vez más claros ya no solamente de un debilitamiento de sus economías, sino de una fuerte contracción en su pauta de crecimiento. En el primer trimestre del año, el FMI y los analistas más optimistas intentaron convencer al mundo de que la economía global había iniciado una senda de crecimiento y recuperación. Datos sobre confianza del consumidor, empleo, producción manufacturera en EE.UU. y finalmente sobre el crecimiento del segundo trimestre del año - 1.3% - conformaron un cuadro de pesimismo agudo y desataron los temores asociados a la comprobación de que la economía mundial ingresaba en una faz de debilitamiento, como consecuencia de una fuerte contracción en los países centrales. Este escenario se oscureció aún más con el agravamiento de la crisis financiera y política en Europa, fundamentalmente como consecuencia de la crisis fiscal en Italia. Súbitamente reapareció la impronunciable palabra “recesión” en artículos periodísticos y en la jerga de los operadores. Y como estocada final, el viernes de la semana pasada, luego del cierre de los mercados, S&P recalificó la deuda del Gobierno de EE.UU. de AAA a AA+, rompiendo de esta forma setenta años de reconocimiento mundial hacia sus bonos soberanos y poniendo un velo de desconfianza sobre el principal activo de reserva del que disponía el sistema financiero internacional .La crisis llegó hasta ese límite, algo que si lo contábamos hace tres años atrás, incluso cuando la recesión estaba en su apogeo, parecía un relato de ciencia ficción.
El lunes los mercados procesaron la noticia, los inversores entraron en pánico ante el temor de que las advertencias de una segunda recesión se hiciesen realidad y se derrumbaron todas las bolsas del mundo. A las pérdidas que se habían acumulado durante la última semana se sumaron caídas superiores al 5% en la mayoría de los indicadores bursátiles de las bolsas de EE.UU. y Europa. En América Latina, las caídas fueron aún superiores, ascendiendo al 10% en Argentina y a más del 7% en Brasil y Chile. Este es un dato a retener, ya que nos da una idea de la velocidad y la dimensión del efecto “contagio” al que pueden estar sometidas nuestras economías ante la posibilidad de una nueva recesión.
El pánico se disipó en parte el martes pero el vértigo de la caída, la generalización del derrumbe a todos los valores - con excepción del oro y los bonos soberanos de EE.UU. - los mismos cuya recalificación originó el desastre - la globalización y el contagio de la destrucción de riqueza a todas las bolsas del mundo, dejaron enseñanzas importantes si el pánico se transforma en realidad y como predijo Nouriel Roubini, la economía global ingresa en recesión en el segundo semestre del 2011. Su último artículo en el Financial Times del 7 de agosto se titula “Mission impossible: Stop another recession”
¿Dónde estamos parados, mas allá de las oscilaciones bipolares del mercado de capitales, hoy global y ultraconectado, y qué debemos esperar que suceda en los próximos meses?
Responder a la primera interrogante - la caracterización del “estado de situación” de la crisis a agosto del 2011- requiere una aclaración: felizmente no podemos dar una respuesta global. En el transcurso de la crisis, la economía mundial ha afianzado su multipolaridad. En un esfuerzo simplificador hoy encontramos al menos seis realidades económicas que muestran situaciones y comportamientos diversos: EE.UU.; Europa; Asia; las economías emergentes; los países en vías de desarrollo; y el mundo subdesarrollado. Sin lugar a dudas el peso específico de cada una de ellas sobre el producto mundial es marcadamente distinto, y en consecuencia el impacto de lo que suceda en cada una de ellas sobre la economía global será significativamente diferente. En el contexto de esta aclaración, lo que sucede en EE.UU. y Europa es determinante a nivel global, aunque cada día con un impacto relativamente menor sobre los países que integran las restantes categorías. A medida que la crisis avanza y se profundiza, las economías emergentes y los países en vías de desarrollo productores de commodities blindan sus economías del “contagio” de nuevos deterioros en los países centrales. En consecuencia, ni la caracterización, ni las predicciones futuras son directamente extrapolables de EE.UU. y Europa, a los BRIC ni a América Latina, ni a muchos países de Asia, como lo eran cuatro años atrás cuando la recesión mostraba sus primeras evidencias.
Por lo tanto, iniciemos este difícil ejercicio de síntesis sobre la caracterización de la situación HOY, por el centro del sistema. Mediante guerras, estímulos y salvatajes, EE.UU. se encuentra en una crisis fiscal y de endeudamiento sin precedentes. Su deuda soberana igualó el producto y su déficit fiscal alcanzó el 9% del mismo. Pero más grave aún, su restricción fiscal se enfrenta a un desempleo del 9.1 % y a una desaceleración pronunciada de su economía Desempleo y contracción en el plano socioeconómico, y debilitamiento del liderazgo presidencial en el plano político, conspiran para que el liderazgo mundial de EE.UU. y su perfil de “potencia global” se vean seriamente debilitados. Europa, aún sin cerrar el telón sobre la tragedia griega, enfrenta nuevos desafíos, últimamente desde España y recientemente desde Italia. La ocurrencia “PIGS” agrega una “T” al conjunto de países cuyo endeudamiento soberano, y el de su sistema financiero privado, no soportaron las irresponsabilidades fiscales y de adquisición de riesgo, que sustentaron artificialmente una inversión y un consumo disociado del nivel de productividad correspondiente a la pertenencia a una moneda única: el Euro, cuyo valor real se sustenta en la eficiencia productiva de Alemania. En síntesis, endeudamiento, severa restricción fiscal, debilitamiento del sector financiero, contracción económica y desempleo conforman el sombrío paisaje en el centro del sistema económico capitalista mundial.
Como contrapartida, las economías emergentes se han caracterizado a partir del 2009 por una expansión económica sostenida, estructurada en torno a un flujo creciente de inversión extranjera directa. Crecen el valor se sus exportaciones, el consumo interno y disminuye el desempleo y la pobreza. Sin embargo, este alentador escenario ha evidenciado problemas en otras facetas de la economía: inflación y reevaluación de sus monedas, como consecuencia del flujo de capitales que huyen de las economías avanzadas y buscan oportunidades en China, Brasil, India, Rusia y otros países ricos en recursos naturales y productores de materias primas. El resto de las economías en vías de desarrollo, o subdesarrolladas, se dividen en aquellas que disfrutan del “viento a favor” que les genera ser productoras de materias primas, o el hambre que se generaliza como resultado de la sostenida suba del precio de los alimentos, en aquellos países que deben importarlos.
Ante este panorama de crisis global, pero de realidades fragmentadas, observamos reacciones diversas. Los países centrales tratan de calmar desesperadamente sus agentes económicos: EE.UU. aumenta el techo de su endeudamiento y como en un mundo de fantasía intenta desprestigiar a S&P porque desdibujó el monto de la deuda en 2 billones. Obama, en discursos cada día menos creíbles pide calma y unidad. Sin embargo, la realidad es hoy, a partir del debate en el Congreso, más clara que nunca: el monto de la deuda es enorme, cancelarlo trasciende generaciones y los recortes fiscales debilitarán inexorablemente los programas sociales y la capacidad de defensa militar, situación que atenta contra el núcleo psicológico de la sociedad norteamericana: el miedo a lo no-norteamericano, agudizado por el terrorismo musulmán. Europa intenta calmar a los inversores y defender al agonizante Euro. El fin de semana los principales líderes de la CEE en conferencia telefónica decidieron que el BCE compre títulos soberanos italianos y españoles, en una señal de que no dejarán que su propia crisis y el impacto de lo sucedido en EE.UU. se “lleve puesto” al Euro.
¿Qué sucederá en los próximos meses?: un período de anemia económica en las economías centrales, como consecuencia de una austeridad generalizada que puede rápida y sorpresivamente transformarse en recesión. Si sucediese, el contagio al resto de los países será inevitable, como lo fue en 2008, a pesar de que tres años después la mayoría de las economías - al menos Latinoamérica y Asia - estén en una posición más sólida, fundamentalmente en cuanto a nivel de endeudamiento y situación fiscal se refiere. Para América Latina la magnitud del impacto dependerá de cual sea la proporción del precio de las commodities que se explica por factores especulativos, y no por las fuerzas de la oferta y la demanda, la cual a nuestro juicio es sólida, aunque puede sufrir un debilitamiento en la medida en que China reduzca su pauta de crecimiento que este mes decreció al 7.6% anualizada.
El lunes los mercados procesaron la noticia, los inversores entraron en pánico ante el temor de que las advertencias de una segunda recesión se hiciesen realidad y se derrumbaron todas las bolsas del mundo. A las pérdidas que se habían acumulado durante la última semana se sumaron caídas superiores al 5% en la mayoría de los indicadores bursátiles de las bolsas de EE.UU. y Europa. En América Latina, las caídas fueron aún superiores, ascendiendo al 10% en Argentina y a más del 7% en Brasil y Chile. Este es un dato a retener, ya que nos da una idea de la velocidad y la dimensión del efecto “contagio” al que pueden estar sometidas nuestras economías ante la posibilidad de una nueva recesión.
El pánico se disipó en parte el martes pero el vértigo de la caída, la generalización del derrumbe a todos los valores - con excepción del oro y los bonos soberanos de EE.UU. - los mismos cuya recalificación originó el desastre - la globalización y el contagio de la destrucción de riqueza a todas las bolsas del mundo, dejaron enseñanzas importantes si el pánico se transforma en realidad y como predijo Nouriel Roubini, la economía global ingresa en recesión en el segundo semestre del 2011. Su último artículo en el Financial Times del 7 de agosto se titula “Mission impossible: Stop another recession”
¿Dónde estamos parados, mas allá de las oscilaciones bipolares del mercado de capitales, hoy global y ultraconectado, y qué debemos esperar que suceda en los próximos meses?
Responder a la primera interrogante - la caracterización del “estado de situación” de la crisis a agosto del 2011- requiere una aclaración: felizmente no podemos dar una respuesta global. En el transcurso de la crisis, la economía mundial ha afianzado su multipolaridad. En un esfuerzo simplificador hoy encontramos al menos seis realidades económicas que muestran situaciones y comportamientos diversos: EE.UU.; Europa; Asia; las economías emergentes; los países en vías de desarrollo; y el mundo subdesarrollado. Sin lugar a dudas el peso específico de cada una de ellas sobre el producto mundial es marcadamente distinto, y en consecuencia el impacto de lo que suceda en cada una de ellas sobre la economía global será significativamente diferente. En el contexto de esta aclaración, lo que sucede en EE.UU. y Europa es determinante a nivel global, aunque cada día con un impacto relativamente menor sobre los países que integran las restantes categorías. A medida que la crisis avanza y se profundiza, las economías emergentes y los países en vías de desarrollo productores de commodities blindan sus economías del “contagio” de nuevos deterioros en los países centrales. En consecuencia, ni la caracterización, ni las predicciones futuras son directamente extrapolables de EE.UU. y Europa, a los BRIC ni a América Latina, ni a muchos países de Asia, como lo eran cuatro años atrás cuando la recesión mostraba sus primeras evidencias.
Por lo tanto, iniciemos este difícil ejercicio de síntesis sobre la caracterización de la situación HOY, por el centro del sistema. Mediante guerras, estímulos y salvatajes, EE.UU. se encuentra en una crisis fiscal y de endeudamiento sin precedentes. Su deuda soberana igualó el producto y su déficit fiscal alcanzó el 9% del mismo. Pero más grave aún, su restricción fiscal se enfrenta a un desempleo del 9.1 % y a una desaceleración pronunciada de su economía Desempleo y contracción en el plano socioeconómico, y debilitamiento del liderazgo presidencial en el plano político, conspiran para que el liderazgo mundial de EE.UU. y su perfil de “potencia global” se vean seriamente debilitados. Europa, aún sin cerrar el telón sobre la tragedia griega, enfrenta nuevos desafíos, últimamente desde España y recientemente desde Italia. La ocurrencia “PIGS” agrega una “T” al conjunto de países cuyo endeudamiento soberano, y el de su sistema financiero privado, no soportaron las irresponsabilidades fiscales y de adquisición de riesgo, que sustentaron artificialmente una inversión y un consumo disociado del nivel de productividad correspondiente a la pertenencia a una moneda única: el Euro, cuyo valor real se sustenta en la eficiencia productiva de Alemania. En síntesis, endeudamiento, severa restricción fiscal, debilitamiento del sector financiero, contracción económica y desempleo conforman el sombrío paisaje en el centro del sistema económico capitalista mundial.
Como contrapartida, las economías emergentes se han caracterizado a partir del 2009 por una expansión económica sostenida, estructurada en torno a un flujo creciente de inversión extranjera directa. Crecen el valor se sus exportaciones, el consumo interno y disminuye el desempleo y la pobreza. Sin embargo, este alentador escenario ha evidenciado problemas en otras facetas de la economía: inflación y reevaluación de sus monedas, como consecuencia del flujo de capitales que huyen de las economías avanzadas y buscan oportunidades en China, Brasil, India, Rusia y otros países ricos en recursos naturales y productores de materias primas. El resto de las economías en vías de desarrollo, o subdesarrolladas, se dividen en aquellas que disfrutan del “viento a favor” que les genera ser productoras de materias primas, o el hambre que se generaliza como resultado de la sostenida suba del precio de los alimentos, en aquellos países que deben importarlos.
Ante este panorama de crisis global, pero de realidades fragmentadas, observamos reacciones diversas. Los países centrales tratan de calmar desesperadamente sus agentes económicos: EE.UU. aumenta el techo de su endeudamiento y como en un mundo de fantasía intenta desprestigiar a S&P porque desdibujó el monto de la deuda en 2 billones. Obama, en discursos cada día menos creíbles pide calma y unidad. Sin embargo, la realidad es hoy, a partir del debate en el Congreso, más clara que nunca: el monto de la deuda es enorme, cancelarlo trasciende generaciones y los recortes fiscales debilitarán inexorablemente los programas sociales y la capacidad de defensa militar, situación que atenta contra el núcleo psicológico de la sociedad norteamericana: el miedo a lo no-norteamericano, agudizado por el terrorismo musulmán. Europa intenta calmar a los inversores y defender al agonizante Euro. El fin de semana los principales líderes de la CEE en conferencia telefónica decidieron que el BCE compre títulos soberanos italianos y españoles, en una señal de que no dejarán que su propia crisis y el impacto de lo sucedido en EE.UU. se “lleve puesto” al Euro.
¿Qué sucederá en los próximos meses?: un período de anemia económica en las economías centrales, como consecuencia de una austeridad generalizada que puede rápida y sorpresivamente transformarse en recesión. Si sucediese, el contagio al resto de los países será inevitable, como lo fue en 2008, a pesar de que tres años después la mayoría de las economías - al menos Latinoamérica y Asia - estén en una posición más sólida, fundamentalmente en cuanto a nivel de endeudamiento y situación fiscal se refiere. Para América Latina la magnitud del impacto dependerá de cual sea la proporción del precio de las commodities que se explica por factores especulativos, y no por las fuerzas de la oferta y la demanda, la cual a nuestro juicio es sólida, aunque puede sufrir un debilitamiento en la medida en que China reduzca su pauta de crecimiento que este mes decreció al 7.6% anualizada.