jueves, 28 de junio de 2012

Cumbre de Bruselas: el futuro del Euro transita por momentos decisivos. Las rígidas posiciones de Merkel en torno a la austeridad y la regulación enfrentan un núcleo de países liderados por Hollande que priorizan el estímulo y el crecimiento.

Hoy jueves 26 de julio se inicia la Cumbre de Bruselas para definir una hoja de ruta lo suficientemente convincente para inyectar confianza a los mercados, aliviar el costo de la crisis de deuda soberana que asfixia a varios países de al Eurozona, atenuar la crisis financiera y el congelamiento crediticio y, fundamentalmente, revertir la espiral descendente que ha conducido a la recesión a varios países europeos y padecer record de desempleo a otros.

La Cumbre de Bruselas constituye la coronación de un corolario de reuniones, que adquirió una frecuencia vertiginosa en junio, entre líderes europeos, de la Eurozona e incluso algunas que incluyeron a Obama y los restantes miembros del G-20. La profundidad de la crisis desencadenó un proceso de contagio que universalizó la urgencia en la búsqueda de una solución creíble y sustentable. La falta de definiciones, la lentitud y complejidad del proceso de toma de decisiones y las dificultades institucionales en la implementación de aquellas escasas que se adoptan, ha globalizado la exasperación de un mundo que había iniciado en el 2011 un proceso de recuperación lento pero sostenido y que hoy se ve desafiado por la incapacidad europea de articular un “paquete” de medidas que regeneren la confianza y recuperen la senda del crecimiento.    

Colocada en perspectiva histórica, lo cual es necesario para entender la trascendencia de sus resultados, esta Cumbre es quizás la última oportunidad para enmendar un conjunto de graves errores cometidos cuando en 1998 se diseñó la arquitectura institucional y política que dio origen a la moneda única. El Euro es un “animal” plagado de defectos e inconsistencias. Es la moneda única de un conjunto de países con productividades tan diversas como pueden ser la productividad de la economía alemana y la de la economía griega. Es además una moneda gobernada por un Banco Central - el BCE- que debe lidiar, sin ningún mecanismo de regulación y control efectivo, con 17 Ministerios de Finanzas y por ende con 17 presupuestos y sus respectivos deficits. El Euro es esencialmente un instrumento monetario debil, desprovisto de capacidades y herramientas en base a las cuales prevenir una crisis, y todas, absolutamente todas las necesarias para la gestión de una crisis de la dimensión que ha adquirido la actual crisis europea.
En estos dos últimos años un sinfín de Cumbres han retocado el edificio, pero las grietas siguen ahí, a flor de piel. Hoy el edificio enfrenta una enorme sacudida y corre el riesgo de derrumbe.

Los países reunidos en Bruselas son conscientes de este peligro y tienen en sus manos tomar decisiones que lo apuntalen, o al menos que lo coloquen fuera de la zona de riesgo de desaparición en que hoy se encuentra. Los mercados lo perciben y con la racionalidad propia de un inversor lo castigan, y castigan las economías que lo conforman. Se constituye así un circulo vicioso descendente: a mayor debilidad menor confianza, a menor confianza mayores intereses en la colocación de deuda soberana. A mayores intereses más recortes y así hasta llegar a la situación en la que hoy se encuentran Grecia, España, Italia, Portugal, Irlanda, Chipre: al borde del default o la renuncia a la moneda común y el retorno a sus viejas monedas pre-Euro.

Hoy en la Cumbre de Bruselas Europa busca desesperadamente acordar una solución para el embrollo en que se ha metido. Los “agujeros” mas visibles y peligrosos en el edificio del Euro son la crisis griega, que al menos ya tuvo un desenlace electoral favorable a la Eurozona y la crisis española, que también tuvo una noticia medianamente positiva cuando el lunes el Gobierno español oficializó la solicitud de rescate bancario por 100 billones de Euros, concedidos con garantía del Tesoro español y como consecuencia acrecentadores de la deuda soberana. Pero lo importante y urgente ahora es apuntalar los “cimientos” del edificio que sustenta el Euro. Lo que la Directora Gerente del FMI denomina “desarrollar una unión monetaria completa y real” y por ende creíble y confiable. Es este el desafío que enfrentan los líderes europeos reunidos en Bruselas.

En la vorágine de reuniones previas se ha conformado un menú de soluciones que enfrentaran la rigidez alemana con la flexibilidad francesa en pro del crecimiento. La más urgente es la posibilidad que el BCE y el MEE, que entra en vigencia en julio, puedan intervenir en la compra directa de bonos soberanos emitidos por los países más debilitados y en consecuencia a los cuales el mercado les exige las mayores tasas de interés. Esto es urgente y decisivo para España e Italia que han clocado sus últimos bonos a tasas superiores a 7% y 6% respectivamente y, que de continuar, como lo expresó Monti, torna inviable el proceso de endeudamiento. Téngase en cuenta que Italia tiene la deuda externa mayor después de Japón.
La segunda medida que conforma el menú de medidas urgentes y de corto plazo lo constituye la autorización al BCE de organizar los planes de rescate bancario transfiriendo los recursos directamente a los bancos, sin intervención de los estados de los países receptores y por ende sin garantía de los mismos. También aquí consideramos que Francia le doble la mano a Alemania, pero será a cambio de algunas concesiones en las soluciones de largo plazo que se discuten en Bruselas: una consolidación definitiva de la Unión Fiscal y la Unión Bancaria. La tercer medida de corto plazo tiene que ver directamente con el crecimiento y la reactivación: un fondo conformado por el 1% del PIB europeo – 130 mil millones de Euros- para estimular el crecimiento en los países del sur de Europa, que ya fue negociado y aprobado por Hollande y Merkel en su reunión en Paris la semana pasada.

En el largo plazo se juega el éxito o el fracaso de la Cumbre. La Unión Fiscal ya fue aprobada en la Cumbre anterior pero aún no se ha completado el proceso de aprobación por los Parlamentos de los países signatarios. La Unión Bancaria consiste en que el sistema de rescate de la Eurozona, o sea, el MEE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) pueda servir como respaldo financiero a un sistema común europeo de depósito de garantía. El establecimiento de una Tesorería central para toda Europa es el aspecto más ambicioso de la reforma pero según Alemania el que genera la ruta más segura hacia la emisión de eurobonos. Consiste en otorgar la posibilidad de que la Comisión Europea pueda revisar y rediseñar los presupuestos de cada uno de los Estados miembros de la UE. Este indudablemente es un tema altamente sensible desde el punto de vista político, ya que implica una cesión trascendente de soberanía. Pero constituye el argumento más utilizado por Alemania para iniciar un dialogo en torno a los Eurobonos. La propuesta incluye la creación de un único Supervisor Bancario para toda la UE, el cual debería supervisar y tener la potestad de regular, clausurar, etc. 8000 bancos que hoy conforman el tejido bancario europeo. El nuevo Supervisor de la UE tendrá las facultades preventivas, de intervención y la capacidad de control aplicable a la totalidad de los bancos, transfronterizos, regionales y nacionales. En la actualidad en toda la UE la supervisión bancaria es coordinada por la Autoridad Bancaria Europea, con sede en Londres, pero carece de facultades de intervención y control. En resumen una Unión Bancaria y una Tesorería Central que puedan asegurar que un Euro depositado en Berlín es tan seguro como un euro depositado en Roma.

En síntesis, lo ideal sería que el resultado de la Cumbre de Bruselas incluya como medidas de corto plazo la compra directa de bonos soberanos, el rescate directo de los bancos descapitalizados y desbordados de activos tóxicos y bonos soberanos y un fondo de ayuda inmediato para los países en recesión o que se acercan a ella. En el largo plazo completar la Unión Fiscal, aprobar la Unión Bancaria y la Tesorería Central y la emisión de Eurobonos. Este sería el nuevo paradigma y la reconstrucción del dañado edificio del Euro. Veamos cuánto avanzan en un camino irreversible: Europa se salva con más Europa.