La Cumbre de Bruselas constituye la coronación de un
corolario de reuniones, que adquirió una frecuencia vertiginosa en junio, entre
líderes europeos, de la Eurozona e incluso algunas que incluyeron a Obama y los
restantes miembros del G-20. La profundidad de la crisis desencadenó un proceso
de contagio que universalizó la urgencia en la búsqueda de una solución creíble
y sustentable. La falta de definiciones, la lentitud y complejidad del proceso
de toma de decisiones y las dificultades institucionales en la implementación
de aquellas escasas que se adoptan, ha globalizado la exasperación de un mundo
que había iniciado en el 2011 un proceso de recuperación lento pero sostenido y
que hoy se ve desafiado por la incapacidad europea de articular un “paquete” de
medidas que regeneren la confianza y recuperen la senda del crecimiento.
Colocada en perspectiva histórica, lo cual es
necesario para entender la trascendencia de sus resultados, esta Cumbre es quizás
la última oportunidad para enmendar un conjunto de graves errores cometidos cuando
en 1998 se diseñó la arquitectura institucional y política que dio origen a la
moneda única. El Euro es un “animal” plagado de defectos e inconsistencias. Es
la moneda única de un conjunto de países con productividades tan diversas como
pueden ser la productividad de la economía alemana y la de la economía griega.
Es además una moneda gobernada por un Banco Central - el BCE- que debe lidiar,
sin ningún mecanismo de regulación y control efectivo, con 17 Ministerios de
Finanzas y por ende con 17 presupuestos y sus respectivos deficits. El Euro es
esencialmente un instrumento monetario debil, desprovisto de capacidades y
herramientas en base a las cuales prevenir una crisis, y todas, absolutamente
todas las necesarias para la gestión de una crisis de la dimensión que ha
adquirido la actual crisis europea.
En estos dos últimos años un sinfín de Cumbres han
retocado el edificio, pero las grietas siguen ahí, a flor de piel. Hoy el
edificio enfrenta una enorme sacudida y corre el riesgo de derrumbe.
Los países reunidos en Bruselas son conscientes de
este peligro y tienen en sus manos tomar decisiones que lo apuntalen, o al
menos que lo coloquen fuera de la zona de riesgo de desaparición en que hoy se
encuentra. Los mercados lo perciben y con la racionalidad propia de un inversor
lo castigan, y castigan las economías que lo conforman. Se constituye así un
circulo vicioso descendente: a mayor debilidad menor confianza, a menor
confianza mayores intereses en la colocación de deuda soberana. A mayores
intereses más recortes y así hasta llegar a la situación en la que hoy se
encuentran Grecia, España, Italia, Portugal, Irlanda, Chipre: al borde del
default o la renuncia a la moneda común y el retorno a sus viejas monedas pre-Euro.
Hoy en la Cumbre de Bruselas Europa busca
desesperadamente acordar una solución para el embrollo en que se ha metido. Los
“agujeros” mas visibles y peligrosos en el edificio del Euro son la crisis griega,
que al menos ya tuvo un desenlace electoral favorable a la Eurozona y la crisis
española, que también tuvo una noticia medianamente positiva cuando el lunes el
Gobierno español oficializó la solicitud de rescate bancario por 100 billones
de Euros, concedidos con garantía del Tesoro español y como consecuencia
acrecentadores de la deuda soberana. Pero lo importante y urgente ahora es
apuntalar los “cimientos” del edificio que sustenta el Euro. Lo que la Directora
Gerente del FMI denomina “desarrollar una unión monetaria completa y real” y
por ende creíble y confiable. Es este el desafío que enfrentan los líderes
europeos reunidos en Bruselas.
En la vorágine de reuniones previas se ha conformado
un menú de soluciones que enfrentaran la rigidez alemana con la flexibilidad
francesa en pro del crecimiento. La más urgente es la posibilidad que el BCE y
el MEE, que entra en vigencia en julio, puedan intervenir en la compra directa
de bonos soberanos emitidos por los países más debilitados y en consecuencia a
los cuales el mercado les exige las mayores tasas de interés. Esto es urgente y
decisivo para España e Italia que han clocado sus últimos bonos a tasas
superiores a 7% y 6% respectivamente y, que de continuar, como lo expresó
Monti, torna inviable el proceso de endeudamiento. Téngase en cuenta que Italia
tiene la deuda externa mayor después de Japón.
La segunda medida que conforma el menú de medidas
urgentes y de corto plazo lo constituye la autorización al BCE de organizar los
planes de rescate bancario transfiriendo los recursos directamente a los
bancos, sin intervención de los estados de los países receptores y por ende sin
garantía de los mismos. También aquí consideramos que Francia le doble la mano
a Alemania, pero será a cambio de algunas concesiones en las soluciones de
largo plazo que se discuten en Bruselas: una consolidación definitiva de la Unión
Fiscal y la Unión Bancaria. La tercer medida de corto plazo tiene que ver directamente
con el crecimiento y la reactivación: un fondo conformado por el 1% del PIB
europeo – 130 mil millones de Euros- para estimular el crecimiento en los países
del sur de Europa, que ya fue negociado y aprobado por Hollande y Merkel en su reunión
en Paris la semana pasada.
En el largo plazo se juega el éxito o el fracaso de la
Cumbre. La Unión Fiscal ya fue aprobada en la Cumbre anterior pero aún no se ha
completado el proceso de aprobación por los Parlamentos de los países
signatarios. La Unión Bancaria consiste en que el sistema de rescate de la
Eurozona, o sea, el MEE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) pueda servir como
respaldo financiero a un sistema común europeo de depósito de garantía. El establecimiento
de una Tesorería central para toda Europa es el aspecto más ambicioso de la
reforma pero según Alemania el que genera la ruta más segura hacia la emisión
de eurobonos. Consiste en otorgar la posibilidad de que la Comisión Europea
pueda revisar y rediseñar los presupuestos de cada uno de los Estados miembros
de la UE. Este indudablemente es un tema altamente sensible desde el punto de
vista político, ya que implica una cesión trascendente de soberanía. Pero
constituye el argumento más utilizado por Alemania para iniciar un dialogo en
torno a los Eurobonos. La propuesta incluye la creación de un único Supervisor
Bancario para toda la UE, el cual debería supervisar y tener la potestad de
regular, clausurar, etc. 8000 bancos que hoy conforman el tejido bancario
europeo. El nuevo Supervisor de la UE tendrá las facultades preventivas, de
intervención y la capacidad de control aplicable a la totalidad de los bancos,
transfronterizos, regionales y nacionales. En la actualidad en toda la UE la supervisión
bancaria es coordinada por la Autoridad Bancaria Europea, con sede en Londres,
pero carece de facultades de intervención y control. En resumen una Unión
Bancaria y una Tesorería Central que puedan asegurar que un Euro depositado en Berlín
es tan seguro como un euro depositado en Roma.
En síntesis, lo ideal sería que el resultado de la Cumbre
de Bruselas incluya como medidas de corto plazo la compra directa de bonos
soberanos, el rescate directo de los bancos descapitalizados y desbordados de
activos tóxicos y bonos soberanos y un fondo de ayuda inmediato para los países
en recesión o que se acercan a ella. En el largo plazo completar la Unión
Fiscal, aprobar la Unión Bancaria y la Tesorería Central y la emisión de
Eurobonos. Este sería el nuevo paradigma y la reconstrucción del dañado
edificio del Euro. Veamos cuánto avanzan en un camino irreversible: Europa se
salva con más Europa.