La prolongada crisis financiera que ha sumergido a
Europa en un profundo deterioro económico y social, reflejado en desconocidas
tasas de desempleo (26.3 millones, el 10.9 % de la población del bloque), recesión
(que según el último informe de la Comisión Europea continuará hasta el 2015) y
recorte de los servicios sociales, se traduce ahora en la sorpresiva explosión
electoral de un nuevo fenómeno político: el populismo xenofóbico, antieuropeísta
y de extrema derecha.
El modelo político más elaborado de Democracia y del
Estado del Bienestar desarrollado durante siglos en el viejo continente, está
siendo desafiado por una expresión política que adquiere diferentes versiones y
que tiene múltiples facetas, pero que comparte un racimo de motivaciones. Son
movimientos que en primer lugar expresan un profundo descontento con el estado
de situación que va dejando la crisis económica, fundamentalmente con su tendal
de desocupados. Han perdido la esperanza y presentan un profundo temor al
futuro y una fuerte hostilidad “al mundo externo”, específicamente hacia la UE,
a las fuerzas de la globalización, a los inmigrantes y a los extranjeros.
La lucha contra la inmigración siempre aparece como
el gran aglutinante, acusada de “robar” empleos, de ser el principal actor de
la inseguridad y la delincuencia. Reivindican gobiernos fuertes, líderes autocráticos
y desprecian las instituciones y los viejos partidos que han caracterizado el
panorama político de la UE desde su conformación. Todos son profundamente
nacionalistas.
Su más reciente expresión fue el éxito del Partido de
la Independencia del Reino Unido (UKIP) en Gran Bretaña. Este partido de
derecha advenediza, marcadamente antieuropeo y anti-inmigración, que el propio
David Cameron definió como un conjunto de “pasteles de frutas, locos y racistas
salidos del armario”, obtuvo el 25% de los votos en las elecciones de los
consejos municipales que se disputaron el domingo pasado. Pero el UKIP no está
solo en su éxito electoral. Desde el Frente Nacional de Francia hasta el ecléctico
movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo en Italia, hasta el racista y
antisemita Jobbik de Hungría, los populistas, que destilan desprecio por la UE
y la inmigración, están obteniendo entre 10% y 25% en las elecciones que
participan y, en algunos casos como el de Beppe Grillo en Italia y muy pronto el
UKIP de Gran Bretaña, llegan a jaquear la gobernabilidad y marcar agenda.
Los errores políticos cometidos por muchos de los gobiernos
de la UE y por la propia Unión Europea, y más específicamente por la conducción
germánica de la Zona Euro, han colaborado a que el “euroescepticismo” se haya transformado
en “eurofobia”; sentimiento que ha generado un apropiado caldo de cultivo para
las corrientes populistas y movimentistas. El desempleo y la migración han
agregado un ingrediente político adicional para que la “eurofobia” adquiera una
connotación ideológica nacionalista y derechista; y la inoperancia de los
partidos tradicionales en la búsqueda de soluciones eficientes a la crisis
aportó el descreimiento en las instituciones y el reclamo por liderazgos autocráticos.
Las consecuencias de los resultados electorales
favorables al populismo ya muestran sus evidencias y efectos sobre el escenario
político europeo, que se irán acrecentando a medida que la crisis y el
desempleo se agudicen.
El Primer Ministro Cameron, más allá de denostar al
UKIP, tomó nota del giro político de sus propias bases y aprovechando el
discurso de la Reina ante el Parlamento, imprimió un giro más a la derecha a su
política anunciando frenos a la inmigración y límites al acceso a las
prestaciones sociales. Aún queda pendiente el pronunciamiento sobre el
referéndum relativo a la permanencia de Inglaterra en la UE y el consecuente
riesgo de que la incidencia del populismo lo obligue a cortar amarras del
destino europeo.
Beppe Grillo paralizó la política italiana durante
semanas impidiendo la formación de un nuevo gobierno. No será fácil para el
joven Primer Ministro lidiar con un parlamento fragmentado y con un fuerte
componente antieuropeísta.
En Francia, el gobierno de Francois Hollande festejó
su primer año con una multitudinaria manifestación de protesta y una abrupta caída
de la popularidad. Seguramente, si las elecciones fuesen hoy, el Frente
Nacional capitalizaría electoralmente ese descontento populista.
Pero más allá de su caracterización y la constatación
electoral de su crecimiento, ¿qué tendencia se esconde detrás de este fenómeno,
populista xenofóbico y antieuropeísta?
En primer lugar una concepción del sistema político antidemocrático.
Mientras la democracia se basa en la confrontación de perspectivas diferentes y
opciones políticas alternativas, el populismo da por sentado que hay una única solución
que abarca todos los problemas, por lo que el debate político es innecesario,
el pueblo tiene una sola voluntad y lo importante es representarla: en el caso
de Europa abandonar la UE, el Euro y echar a los extranjeros. Simple.
El escritor español Valenti Puig en un vibrante
alegato en El País de España del 4 de mayo, advirtió sobre la tendencia y los
riesgos políticos que el populismo implica: “de calar esta prédica en las
clases medias el riesgo es de importancia. Invita a augurar unas elecciones
europeas en las que en poco más de un año, la kermese populista avanzaría como
un espectro expansivo. La declinación precipitada de las clases medias podría
alterar el sistema y propiciar en las respectivas elecciones nacionales la
ingobernabilidad por fragmentación”.
No queda duda de que el análisis de la crisis
financiera de Europa trasciende los indicadores económicos y sociales. El
escenario político se agrava a medida que las políticas de austeridad se
profundizan.
Al riesgo
de una prolongada recesión y la fragmentación de la Zona Euro, sobre el cual
mucho ya se ha escrito, se agregan los riesgos de ingobernabilidad como
consecuencia del crecimiento electoral del populismo que ya se han visto
reflejados en Grecia, Italia e Inglaterra. En consecuencia, no sólo no alcanzará
con aportar 500 mil millones de euros al ESM o bajar las tasas de interés, sino que
será necesario el surgimiento de sólidos y efectivos liderazgos políticos en el marco de
los partidos democráticos, que sean capaces de aglutinar a la sociedad en torno
a la recuperación de la fe en un mejor futuro, de más europeísmo como estrategia de
salida de la crisis, así como el reconocimiento de las ventajas de la
tecnología, la innovación, la apertura y la globalización como pilares fundamentales
de un desarrollo europeo y global sustentables.