miércoles, 15 de mayo de 2013

Un fantasma recorre Europa: el populismo xenofóbico y antieuropeísta.

La prolongada crisis financiera que ha sumergido a Europa en un profundo deterioro económico y social, reflejado en desconocidas tasas de desempleo (26.3 millones, el 10.9 % de la población del bloque), recesión (que según el último informe de la Comisión Europea continuará hasta el 2015) y recorte de los servicios sociales, se traduce ahora en la sorpresiva explosión electoral de un nuevo fenómeno político: el populismo xenofóbico, antieuropeísta y de extrema derecha.

El modelo político más elaborado de Democracia y del Estado del Bienestar desarrollado durante siglos en el viejo continente, está siendo desafiado por una expresión política que adquiere diferentes versiones y que tiene múltiples facetas, pero que comparte un racimo de motivaciones. Son movimientos que en primer lugar expresan un profundo descontento con el estado de situación que va dejando la crisis económica, fundamentalmente con su tendal de desocupados. Han perdido la esperanza y presentan un profundo temor al futuro y una fuerte hostilidad “al mundo externo”, específicamente hacia la UE, a las fuerzas de la globalización, a los inmigrantes y a los extranjeros.
La lucha contra la inmigración siempre aparece como el gran aglutinante, acusada de “robar” empleos, de ser el principal actor de la inseguridad y la delincuencia. Reivindican gobiernos fuertes, líderes autocráticos y desprecian las instituciones y los viejos partidos que han caracterizado el panorama político de la UE desde su conformación. Todos son profundamente nacionalistas.
Su más reciente expresión fue el éxito del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) en Gran Bretaña. Este partido de derecha advenediza, marcadamente antieuropeo y anti-inmigración, que el propio David Cameron definió como un conjunto de “pasteles de frutas, locos y racistas salidos del armario”, obtuvo el 25% de los votos en las elecciones de los consejos municipales que se disputaron el domingo pasado. Pero el UKIP no está solo en su éxito electoral. Desde el Frente Nacional de Francia hasta el ecléctico movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo en Italia, hasta el racista y antisemita Jobbik de Hungría, los populistas, que destilan desprecio por la UE y la inmigración, están obteniendo entre 10% y 25% en las elecciones que participan y, en algunos casos como el de Beppe Grillo en Italia y muy pronto el UKIP de Gran Bretaña, llegan a jaquear la gobernabilidad y marcar agenda.

Los errores políticos cometidos por muchos de los gobiernos de la UE y por la propia Unión Europea, y más específicamente por la conducción germánica de la Zona Euro, han colaborado a que el “euroescepticismo” se haya transformado en “eurofobia”; sentimiento que ha generado un apropiado caldo de cultivo para las corrientes populistas y movimentistas. El desempleo y la migración han agregado un ingrediente político adicional para que la “eurofobia” adquiera una connotación ideológica nacionalista y derechista; y la inoperancia de los partidos tradicionales en la búsqueda de soluciones eficientes a la crisis aportó el descreimiento en las instituciones y el reclamo por liderazgos autocráticos.
Las consecuencias de los resultados electorales favorables al populismo ya muestran sus evidencias y efectos sobre el escenario político europeo, que se irán acrecentando a medida que la crisis y el desempleo se agudicen.

El Primer Ministro Cameron, más allá de denostar al UKIP, tomó nota del giro político de sus propias bases y aprovechando el discurso de la Reina ante el Parlamento, imprimió un giro más a la derecha a su política anunciando frenos a la inmigración y límites al acceso a las prestaciones sociales. Aún queda pendiente el pronunciamiento sobre el referéndum relativo a la permanencia de Inglaterra en la UE y el consecuente riesgo de que la incidencia del populismo lo obligue a cortar amarras del destino europeo.
Beppe Grillo paralizó la política italiana durante semanas impidiendo la formación de un nuevo gobierno. No será fácil para el joven Primer Ministro lidiar con un parlamento fragmentado y con un fuerte componente antieuropeísta.
En Francia, el gobierno de Francois Hollande festejó su primer año con una multitudinaria manifestación de protesta y una abrupta caída de la popularidad. Seguramente, si las elecciones fuesen hoy, el Frente Nacional capitalizaría electoralmente ese descontento populista.

Pero más allá de su caracterización y la constatación electoral de su crecimiento, ¿qué tendencia se esconde detrás de este fenómeno, populista xenofóbico y antieuropeísta?
En primer lugar una concepción del sistema político antidemocrático. Mientras la democracia se basa en la confrontación de perspectivas diferentes y opciones políticas alternativas, el populismo da por sentado que hay una única solución que abarca todos los problemas, por lo que el debate político es innecesario, el pueblo tiene una sola voluntad y lo importante es representarla: en el caso de Europa abandonar la UE, el Euro y echar a los extranjeros. Simple.

El escritor español Valenti Puig en un vibrante alegato en El País de España del 4 de mayo, advirtió sobre la tendencia y los riesgos políticos que el populismo implica: “de calar esta prédica en las clases medias el riesgo es de importancia. Invita a augurar unas elecciones europeas en las que en poco más de un año, la kermese populista avanzaría como un espectro expansivo. La declinación precipitada de las clases medias podría alterar el sistema y propiciar en las respectivas elecciones nacionales la ingobernabilidad por fragmentación”.

No queda duda de que el análisis de la crisis financiera de Europa trasciende los indicadores económicos y sociales. El escenario político se agrava a medida que las políticas de austeridad se profundizan.
Al riesgo de una prolongada recesión y la fragmentación de la Zona Euro, sobre el cual mucho ya se ha escrito, se agregan los riesgos de ingobernabilidad como consecuencia del crecimiento electoral del populismo que ya se han visto reflejados en Grecia, Italia e Inglaterra. En consecuencia, no sólo no alcanzará con aportar 500 mil millones de euros al ESM o bajar las tasas de interés, sino que será necesario el surgimiento de sólidos y efectivos liderazgos políticos en el marco de los partidos democráticos, que sean capaces de aglutinar a la sociedad en torno a la recuperación de la fe en un mejor futuro, de más europeísmo como estrategia de salida de la crisis, así como el reconocimiento de las ventajas de la tecnología, la innovación, la apertura y la globalización como pilares fundamentales de un desarrollo europeo y global sustentables.